viernes 23 de mayo de 2008
Los hilos que mueve el monarca
Ismael Medina
M E preguntaba en mi crónica anterior quién mueve los hilos del caos en que España se despeña. Y más en concreto, quién mueve los hilos del enredo en que se debaten Rajoy y el Partido Popular. Los hilos son bastantes, aunque si se tiene la paciencia de ascender por cada uno de ellos se anudan sucesivamente hasta llegar a una última terminal conocida como Nuevo Orden Internacional. Pero también el interior del NOM es complejo, si bien la triangulación se transforma en círculos concéntrico cuyo núcleo conforma el superpoder, restringido a unos pocos, el llamado Tribunal de los Trece, que todo lo mueve. No es ésta, sin embargo, la ocasión para desenredar la entera madeja, sino parar mientes en el embrollo de lo doméstico. Llama poderosamente la atención que los problemas internos del Partido Popular parezcan para la generalidad de los medios mucho más importantes que los muy graves relacionados con la quiebra de la unidad de España, la profunda degradación de las instituciones básicas del Estado, el hundimiento de la economía o el desmoche de las libertades, todos ellos atribuibles en su parte más sustancial y actual al partido socialista y a la ejecutoria desgobernadora de Rodríguez. Incluso aquellos que, al menos teóricamente, deberían disparar sin respiro contra los desmanes rodriguezcos, se ensañan día tras día con Rajoy y el PP, aunque estén dando motivos para la crítica. Me refiero de manera especial al titulado diario monárquico y liberal “ABC”. Se fue Zarzalejos que ahora apedrea desde La Estrella digital de Pablo Sebastián, con quien intercambió colaboradores. Pero el nuevo equipo, sustraído a “La Razón”, no ha modificado la mira de sus fusileros. Incluso ha incrementado su número y las cargas explosivas. Un enconado y obsesivo resentimiento personal podría explicarse en Martín Ferrand e incluso en Ignacio Camacho. ¿Y en el fuego graneado de otros? Pedro J. Ramírez ha cambiado de bando. Tiene que haber, por fuerza, gato encerrado. Lo de Federico Jiménez Losantos cabría explicarlo en que el éxito se le ha subido a la cabeza y se cree el flagelador incuestionable del circo partitocrático. LAS CONTRADICTORIAS ALMAS DEL PARTIDO POPULAR CONVIVEN en el seno dirigente el PP cuatro tendencias principales: la laicista con veleidades izquierdistas y conexiones subterráneas con el poder ideológico polanquista, el cual sigue en manos de Juan Luís Cebrián, y cuya cabeza visible es Ruíz-Gallardón; la laicista liberalista con presunción de centro, de la que Esperanza Aguirre aparece como mascarón de proa, aunque ahora los valencianos de Camps parecen apropiarse de ese espacio con proclividades taifales próximas al nacionalismo catalán y al laicismo supuestamente progresista; la equidistante y cautelosa de la que puede tomarse como prototipo al Juan Vicente Herrera, presidente de la autonomía castellano-leonesa; y la defensora de los valores esenciales de la derecha en la que se encuadran, entre otros, Vidal-Quadras y de la que, por circunstancias imprevistas, se ha convertido María San Gil en su emblema. Es difícil cuantificar el respaldo electoral de cada una de esas tres principales tendencias. Sería erróneo otorgar significado absoluto a las victorias de unos y otros en las elecciones municipales, taifales y generales. E igualmente a una eventual encuesta entre presuntos votantes del PP. Existen, no obstante, elementos indirectos para evacuar un análisis asaz próximo a la realidad, como por ejemplo la caída vertical de ventas de “ABC” desde que se escoró hacia un centrismo más o menos gallardoniano y vasquista; a las grandes manifestaciones contra el terrorismo y de afirmación nacional a las que se sumó el PP; o los menguados resultados en Cataluña desde que con Piqué, y ahora con Sirera, los peperos catalanes se embarcaron en aproximaciones al nacionalismo. Existe también una masa nada desdeñable de votantes del PP que lo hacen tapándose las narices y a los que la necesidad patriótica de cerrar filas frente al PSOE. Configuran éstos una parte sustancial de los más de diez millones de votos que el PP obtuvo en las últimas elecciones generales. Se ha escrito con reiteración que el PP carece de una eficiente política de comunicación capaz de trascender a la sociedad objetivos, propuestas, actitudes y justificaciones. Es cierto, aunque le queda la coartada de que la gran mayoría de los medios juegan en el campo del gobierno sociata, el cual supo aprovechar el error de Aznar de no valerse de la mayoría absoluta para crear un sólido grupo mediático propio. Es evidente, asimismo, que los equipos de Rajoy han sido en exceso sensibles a las falaces campañas mediáticas contra el PP y concretos miembros de su dirección. Pero no cabe justificar en dicha propensión el radical cambio de actitud de Rajoy que le ha llevado a negarse a sí mismo y a un cambio de guardia que pone de manifiesto una peligrosa deriva hacia un centroizquierda laicista y a una aproximación consensuada con Rodríguez, incluso en cuestiones harto escabrosas. Tiene que haber más. EL MONARCA FORZÓ UN PACTO QUE HACE PERDEDOR A RAJOY LAS ideas y comportamiento de un cierto número de sus dirigentes, en particular de los promovidos de cara al próximo congreso de julio, resultan sospechosamente próximos a la línea masónica que prevalece en el entorno de Rodríguez o a la ideología de los brazos del Nuevo Orden Internacional, como la Comisión Trilateral o el Club de Bilderberg. ¿Son esas las infiltraciones en el PP, y tan fuertes, las que han decidido el cambio de Rajoy, una de cuyas consecuencias ha sido la salida de algunos de sus dirigentes inequívocamente católicos? ¿O acaso Rajoy fue siempre proclive a este tipo de alineamientos? No me parece que deba desdeñarse ninguno de esos posibles hilos de inducción. Pero Jesús Cacho aportaba en El Confidencial (“El Rey de España y el baile de máscaras”. (19.06.2008) una clave de la doble y coincidente inflexión, al menos dialéctica, de Rodríguez y Rajoy. Un hilo conductor que puede ser coyuntural. O no. Recuerda Cacho que en vísperas de las elecciones de del 9 de marzo, cuando las encuestas sugerían un empate técnico entre P(SOE) y PP que lo mismo podía dar el triunfo por la mínima a uno u otro partidos, temía el monarca una situación harto peligrosa si se mantenía la crispación que caracterizó la legislatura que concluía. Crispación, conviene precisarlo, provocada por Rodríguez, como consecuencia de las negociaciones claudicantes con ETA, el descarado y anticonstitucional estímulo del estatuto catalán, el respaldo al secesionismo vascongado, el fortalecimiento del nacionalismo gallego, la marcha sin freno hacia la fórmula federal o confederal del Estado, el asilamiento internacional y la ocultación de la crisis económica que habría de hacer visible pasados los comicios y otros desvaríos. Había temor en el palacio de la Zarzuela a que todo ello desembocara en una situación indeseable que incluso pusiera en peligro la supervivencia de la monarquía. Sostiene Cacho que el monarca, más que inquieto por la gravedad de la situación, llamó a capítulo a Rodríguez y a Rajoy. Les pidió, o exigió, que, en aras de la estabilidad del sistema, se comprometieran a encontrar una fórmula de gobierno de coalición o de reparto equilibrado de poderes. E incluso, si fuera preciso, favorecieran la existencia de un gobierno “técnico”, presidido por persona equidistante, en que ambos partidos estuvieran representados. Los resultados electorales dieron el triunfo al P(SOE), si bien el PP mejoró de manera ostensible en votos. Y aunque la mayoría parlamentaria del P(SOE) era relativa, amarró la mayoría mediante aún mayores concesiones a los partidos minoritarios. Fue entonces –sigo a Cacho- cuando el monarca, más tranquilo, aunque no del todo, sustituyó su anterior planteamiento por otro azucarado. Pidió a Rodríguez y a Rajoy que se comprometieran a no recaer en las hostilidades de la anterior legislatura. Así se entiende mejor la imprudente oferta de apoyo al gobierno en temas capitales hecha por Rajoy durante el debate de investidura. ¿Y ahora? Rodríguez edulcora su discurso respecto de Rajoy y el PP, mientras Pepiño Blanco sigue repartiendo estopa y las terminales taifales del partido no pierden ocasión para las acusaciones y el insulto. Rajoy ha sido fiel al compromiso con el monarca, hasta el punto de acomodar su equipo a una política de aproximación a la izquierda, lo mismo en materia laicista que confederalismo de hecho. Y de provocar el rompimiento interno del partido. El monarca, para mayor escarnio, se alineó pública y resueltamente con Rodríguez, según confirman las declaraciones a una redactora de “El Mundo” que comentaba en mi crónica anterior. Nunca un político avezado y conocedor de nuestra historia contemporánea fiaría en los compromisos con un Borbón. A no ser que se viera forzado por una disciplina coincidente. EL MONARCA MOVIÓ LOS HILOS EN OTRAS OCASIONES NO es la primera vez que el monarca recurre a un tipo de intervenciones que exceden de la función de arbitrio y moderación que institucionalmente le reconoce la constitución de 1978. Sorprendió la buena fe de los consejeros del Reino para colocar a Adolfo Suárez en el último lugar de la terna para la presidencia del gobierno y luego designarlo ante el general asombro. Conozco, asimismo, los medios de que se valió para que cambiara su discurso quien en las Cortes había asumido la oposición a la Ley de Reforma Política, siempre y cuando no fuera acompañada de razonables cautelas. El calculado hundimiento interno de UCD y las múltiples atentados criminales del bandolerismo etarra había generado una situación crítica que, añadida al malestar castrense, reclamaba un acuerdo las fuerzas políticas parlamentarias para salir del atasco. La ocasión la proporcionó la acción institucional del 23 de febrero de 1981. Era un gobierno de concentración el que se proponía, el muy monárquico general Armada, someter a la aprobación del Congreso de los Diputados a la esperara de que compareciera el “elefante blanco” y lo sancionara. Lo impidió Antonio Tejero, al sentirse burlado. Pero en la lista estaban representantes de todos los partidos y los personajes de unos y otros que componían la lista los reunió dos noches antes Armada en su domicilio para exponerles su plan de salvación de la democracia, al que ninguno de ellos se opuso. No digo que la inspiración fuera real. Pero sí que el general Armada estaba persuadido de que, cuando menos, la interpretaba. Otra situación crítica se registró tras los escándalos de corrupción del gobierno González y el PSOE, las arremetidas del bandolerismo etarra y el destape de las desastrosas operaciones de los GAL, impulsada desde el ministerio de Interior. Fue entonces cuando se llamó a Mario Conde, en una reunión a cuatro del más alto nivel para que encabezara un gobierno “técnico” de coalición, siguiendo el ejemplo de Italia. Lo he relatado en más o menos lejanas crónicas y ahora también lo recuerda Jesús Cacho, al hilo de la intervención real cerca de Rodríguez y Rajoy en víspera s de las elecciones del 9 de marzo. Mario Conde se dio con fervoroso empeño a procurarse un amplio soporte de medios de información con fondos de Banesto para respaldar la operación. Pero pasó el peligro y ya sabemos cual fue la suerte de Conde, cuyo silencio parece no tener explicación, aunque sí la tenga. Como la tiene la de Ruíz-Mateos después de que se entregara a la policía alemana, tras su secuestro en Brasil, volviera preso a España, escandalizara con sus reivindicaciones y se llegara luego a un compromiso, tácito o expreso, gracias al cual, y a su tesón, le ha sido posible remontar el vuelo con Nueva Rumasa. ¿Ha sido Rodríguez fiel al compromiso contraído, aún edulcorado, y ha rectificado? En ningún caso. Se ha reunido antes con Ibarreche que con Rajoy para representar la pantomima de que rechaza el chantaje independentista en el que van de la mano desde el PNV al bandolerismo etarra y al que no es ajeno el socialismo vascongado de Francisco López, sin cuya intermediación no habrían prosperado la negociaciones de paz con los terroristas, ni se habría llegado tan lejos en los pactos de Loyola que rompieron los delegados etarras, tres de los cuales figuran entre los detenidos en Burdeos. No en vano se quejaba Ibarreche a la salida de la Moncloa de que Rodríguez le niega lo que ofrecía a los terroristas en Loyola. Un lamento jeremiaco pues Ibarreche es consciente de que la puerta sigue abierta para negociar con los bandoleros nacionalistas. Y para la aceptación de sus propuestas soberanistas, en parejos términos a los que Rodríguez reconoce a Montilla y compaña en Cataluña. ¿HA SIDO LA OPERACIÓN DE BURDEOS UNA OCASIONAL PANTONIMA? LOS términos en que se ha producido la detención de la presunta dirección de ETA aventa no pocas suspicacias. La primera cuestión a dilucidar es si su objetivo principal era mediático y encaminado a reforzar la imagen de la determinación de Rodríguez a terminar con el bandolerismo etarra y al cierre definitivo de las negociaciones de “paz”. Llama la atención, en efecto, que las cámaras de la televisión pública estuvieran presentes para filmar la operación en directo y que fuera la SER la que tuvo el privilegio de anticipar la noticia. Si se hurga en los archivos aparece evidente que operaciones de esta índole se han registrado durante los últimos años cada vez que a Rodríguez convenía enmascarar sus concomitancias con el secesionismo vascongado y los trapicheos con los asesinos. ¿Configuraban los detenidos la dirección operativa del bandolerismo etarra como asevera Pérez Rubalcaba? O dicho de otro modo: ¿Ha supuesto realmente la operación de Burdeos un golpe resolutivo al entramado criminal del separatismo vascongado? La estructura del bandolerismo independentista es la común a cualesquiera otras organizaciones terroristas a las que está conectado. Y en lo que se refiere a su aparato de dirección es como un hojaldre: una capa superior de apariencia moderada y a resguardo que se relaciona bajo cuerda con el enemigo gubernamental; otra operativa que se deja ver; y otra escondida dispuesta para sustituir a la visible si la policía la desarticula. La comunicación con las bandas encargadas de cometer los atentados, casi siempre triangulares, permanece inalterada. Y es conocido que, al amparo de las negociaciones con Rodríguez, esas bandas se han multiplicado con nuevos miembros procedentes de la guerrilla urbana y no fichados. El aparato criminal de ETA, no se olvide, dispone en la actualidad de un depósito de más de dos toneladas de material explosivo en escondites dispersos y de un arsenal nada desdeñable de armas que les proporcionan otras organizaciones de Interterror e incluso gobiernos que las protegen. ¿Y no es llamativo que Ternera y Cheroqui, cabecera real de ETA, campen a sus anchas sin que se sientan llamados a esconderse demasiado? Ternera, conviene recordarlo, encabezó la representación de la organización criminal en la reunión con Carod Rovira en la sede del CIEMEN, centro ubicado en el monasterio de San Martín de Cuixá, vecino a Perpiñán. Reunión en la que, además, participaron agentes de dos servicios de inteligencia. Hay quienes sospechan que en aquel lejano encuentro podría estar el germen de los atentados del 11 de marzo de 2004 que dieron el triunfo electoral a Rodríguez, atribuidos en buena parte a marroquíes por una sentencia que dejó demasiados cabos sueltos y sin concretar la identidad de la cabeza inductora. Un análisis periódico de los atentados de ETA, de las operaciones policiales de captura y del sesgo de la negociaciones, así como de los implicados en ellas, amén de las aproximaciones socialistas a los nacionalismos radicales, pone de manifiesto algo más que el ritmo tópico de acción-reacción-acción. Parece indudable que ha existido una cadencia de mutuos apoyos. Los atentados de ETA durante el mandato de Rodríguez contribuyeron a acentuar el miedo inhibidor de sectores de la sociedad. Las concordantes operaciones de apresamiento de bandoleros etarras, algunas de ellas posiblemente pactadas con Ternera, favorecieron la falsa imagen de la determinación del gobierno a acabar con ETA, mientras ésta se fortalecía tras la cortina de las apariencias. La artificiosa inflación mediática de las detenciones de Burdeos se inscribe en el sucio juego descrito al que Francia se presta. Salvo que afecte a su propia seguridad, Francia colabora con la Guardia Civil cuando el gobierno español se lo pide. Y la Guardia Civil, que dispone de muy valiosa información sobre el bandolerismo independentista, suele actuar cuando el gobierno lo precisa y autoriza operaciones concretas. Estoy persuadido de que si se diera vía libre a la Guardia Civil y a los servicios antiterroristas de la Policía Nacional, sería efectivo el desmantelamiento de ETA, el cual arrastraría a personajes del entero arco nacionalista, incluidos algunos más o menos significados del socialismo vascongado. RAJOY CAYÓ EN LA TRAMPA, PERO EL JUEGO NO HA TERMINADO RAJOY asume la recomendación real, sea por devoción, ingenuidad o presiones internas y externas. La primera consecuencia ha sido desmochar al sector del partido de mayor entereza antiterrorista y antisecesionista, simbolizado por María San Gil. No se ha ido. La han empujado desde Génova a que se marche y deje de ser un obstáculo a la nueva orientación hacia la izquierda. Lo ha refrendado Ruíz-Gallardón al proclamar que si el PP quiere ganar las elecciones debe pescar en la franja de centro-izquierda que inclinó la balanza electoral a favor de Rodríguez en 2004 y en 2008. En realidad un segmento sin clara adscripción partidista, sensible a la presión mediática y al que también mueven reacciones viscerales de descontento. Es muy posible, sin embargo, que se abstengan o voten a Rosa Díez parcelas nada desdeñables de electores del PP que, reitero, lo hicieron tapándose las narices y por miedo a la permanencia socialista en el poder. Lo más probable es que los peperos ganen menos por la izquierda de lo que perderán por la derecha. No será la última ni la más sonada la baja de Ortega Lara como afiliado al PP, en seguimiento de la forzada dimisión de María San Gil. Rajoy y sus nuevos privados no han medido el negativo alcance de orillar a la Asociación de Víctimas del Terrorismo. El principal y mantenido objetivo de Rodríguez y sus huestes durante la pasada legislatura se centró en el aislamiento del Partido Popular mediante muy falaces artes, entre ellas acusarle de una crispación que el P(SOE) propiciaba. La sumisión de Rajoy al mandato real ha desembocado en la previsible quiebra interna de un partido con varias almas. Una suerte de voladura interna, insisto, nada dispar a ya lejana de UCD, también de impulso real, que facilitó el deseado acceso de González al poder. ¿Y qué persigue el monarca con su descarado respaldo a Rodríguez y el desfondamiento del PP? Felipe González, mucho más próximo a la Zarzuela que Rodríguez, no pierde ocasión de zaherir a éste y a sus huestes donde más puede dolerles. ¿Acaso piensa el monarca que la crisis económica y las derivas secesionistas arrastrarán a Rodríguez, se creará una situación de difícil gobernabilidad como las anteriores reseñadas y se convertirá de nuevo en árbitro activo de recomposición partitocrática a través de un gobierno de “salvación de la democracia”? Un juego arriesgado que podría acabar con la Monarquía, salvo que las terminales del Nuevo Orden Internacional en cualesquiera formaciones políticas, estructuras institucionales y poderosos grupos financieros favorezcan la consolidación de la Monarquía como cúspide de una federación o confederación de repúblicas ibéricas, similar a lo que fuera en lejanos tiempos la monarquía austrohúngara. ¿Pasará Rajoy a la historia como un émulo español de uno de tantos Kerenskys de triste memoria como han existido en unos u otros tiempos? Debería meditarlo.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4639
jueves, mayo 22, 2008
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