jueves 22 de mayo de 2008
El Rey y el Partido Popular
Ignacio San Miguel
H AN sido noticia por motivos aparentemente muy diversos, pero entre los que se puede encontrar alguna relación indirecta. Llamó la atención la opinión extremadamente elogiosa expresada por el rey a una periodista sobre la persona de Rodríguez Zapatero. Nunca antes lo había hecho con los anteriores presidentes de Gobierno. Y ahora precisamente lo hace con el menos cualificado de ellos, y en términos entusiastas. También resulta rara la pregunta de la periodista espetada a bocajarro a la salida de un acto oficial. Es como para pensar en alguna preparación previa. De todos es sabido que el rey se ha llevado siempre mejor con los socialistas, y con la izquierda en general, que con la derecha. Esto tiene una explicación muy prosaica: el peligro para el mantenimiento de la monarquía siempre estará más en la izquierda, que es republicana en su gran mayoría, que en la derecha. Por tanto ¿con quién hay que estar a bien? Es algo elemental. Y son múltiples los gestos, actitudes y palabras que avalan esta preferencia. Sin embargo, nunca el rey había llegado tan lejos como dar una opinión personal sobre ningún presidente de Gobierno. Quizás vea el peligro más de cerca ahora. El radicalismo que Rodríguez Zapatero ha ido mostrando durante la primera legislatura tiene poco que ver con el pragmatismo de Felipe González, con el que el rey se sentía muy cómodo. No eran de esperar de aquel Gobierno socialista actitudes extremas, sino una acomodación realista a las reglas del juego. Pero el caso presente es distinto. Rodríguez ha manifestado con sus dichos y hechos que aspira a un cambio profundo político y social disolviendo los presupuestos de la Transición. Sus afirmaciones sobre su condición de rojo, republicano, etc., han ido acompañadas con disposiciones confirmatorias. La ley de la Memoria Histórica, el anticlericalismo y anticatolicismo evidentes, el falso proceso de paz con los terroristas, la frivolidad de los nuevos Estatutos disgregadores, el giro a la izquierda de la política exterior, han marcado un rumbo no por absurdo menos real. Es inimaginable pensar que al rey le resulta indiferente esta orientación radical y que considere imposible que algún día no pueda alcanzar a la corona. Las banderas republicanas ondean cada vez con más frecuencia, aunque de momento son muy pocas. También se han quemado en público retratos del rey. Son indicios débiles pero se supone que los interesados habrán tomado nota. Aunque la nueva legislatura lleva de momento un curso más apacible, hay circunstancias que lo explican sin recurrir a la idea de que se han abandonado los objetivos manifestados en la primera. Un segundo triunfo en las urnas ha debido reforzar la resolución de Rodríguez de alcanzarlos. El rey no ha puesto ninguna objeción a estos propósitos, ni a su parcial materialización, a pesar de la esperanza puesta por parte del pueblo español en su papel moderador. La prudencia ha obrado de freno. Pero hasta ahora no se había decidido a elogiar públicamente a Rodríguez Zapatero. En mi opinión, el impulso lo ha dado el resultado de las elecciones. No resulta fácilmente explicable la reacción del Partido Popular ante dicho resultado. Si bien perdió las elecciones, la derrota no fue por amplio margen, y mejoró sus posiciones respecto de la pasada legislatura. Sin embargo, estas consideraciones no han parecido tener peso, y ha cundido el desánimo, el desconcierto, las críticas; y el presidente Mariano Rajoy se ha aplicado a realizar unos cambios en los cargos del Partido que lo menos que se puede decir de ellos es que son muy discutibles. La tónica parece ser la de eliminar a toda persona de relieve demostrado, sustituyéndola por persona joven de segunda fila. Rajoy se está revelando como de carácter irresoluto, desconcertado y huidizo, a pesar de sus altas condiciones intelectuales y su gran altura como parlamentario. El rey ha estudiado la situación. Ha llegado a la conclusión de que Rodríguez puede estar muchísimos años en el poder. No ve en la oposición ni valores firmes, ni ideales claros ni liderazgo. Un Partido así no puede aspirar a ganar ninguna elección. Entre sus votantes está cundiendo el propósito de abstenerse en la próxima cita electoral. Es necesario, pues, estar a bien con el que a todas luces va a prevalecer. No es previsible que la situación política vaya a cambiar en un plazo que no sea bien largo. El presidente ha de agradecer sin duda unas palabras regias que sean un mentís a las acusaciones que más abundan en el pueblo. Y entonces surge la extraña periodista y el rey se explaya de manera singular, excepcional, proclamando al presidente hombre correcto, íntegro, veraz, etcétera. A esto se podría añadir que, según la Prensa, los príncipes de Asturias y el matrimonio Rodríguez se reúnen a comer con cierta frecuencia. No hay duda de que la prudencia tiene sus exigencias y que se trata de una elevada virtud.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4633
miércoles, mayo 21, 2008
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