martes 6 de mayo de 2008
Una solución “socialista”
Germán Yanke
Comienza de nuevo la negociación de la financiación autonómica, en la que vuelven a repetirse los argumentos de unos y otros y en el que se mezclan las cuestiones de ventaja (la ventaja que supone un determinado criterio para las distintas comunidades autónomas) y la presión “identitaria”, que, entre nosotros, es un camelo tras el que se pretenden colar “derechos” atribuidos a sí mismas por algunas de esas Comunidades. El hecho de que una cuestión como ésta no responda a criterios estables y reconocidos por todos los protagonistas muestra hasta qué punto el sistema autonómico no integra como debiera la lealtad al Estado. Cuando se habla de avanzar hacia un sistema federal se olvida que la lealtad a la Unión es un elemento fundamental del mismo que aquí, desgraciadamente, nos falta. Y nos falta, le pese a quien le pese, tanto en la derecha como en la izquierda.
Todo ello, además, no hace sino subrayar que la satisfacción del Gobierno es un espejismo. La idea de que todas las tensiones (eufemísticamente llamadas “territoriales”) de la anterior legislatura habían quedado arrumbadas tanto por el Boletín Oficial del Estado —el Gobierno piensa que todo cuanto aparece en él es al mismo tiempo indiscutible y bueno para el país— como por el fracaso de los nacionalistas en las últimas elecciones de marzo. Pero ahora aparece la interpretación de los nacionalistas catalanes del hecho —nominal según el PSOE— de llamar “nación” a Cataluña, aunque sea voluntad de parte: la nación implica bilateralidad, es decir, la necesidad de tratar a una comunidad autónoma como un Estado, la imposición del pacto incluso para las políticas generales, la exigencia de negociar entre iguales una particular financiación. Como a ello se suman muchos de los socialistas catalanes, en el Gobierno aparecen ahora, junto a otros líderes del PSOE, los que, en el asunto de la financiación, piden una “solución constitucional y socialista”. Esta anomalía —que sea socialista lo que debe ser constitucional y consensuado— demuestra, además, que “los grandes éxitos” del Gobierno en materia autonómica no han resuelto ni los problemas generales ni los propios de su partido.
Al mismo tiempo, los nacionalistas vascos, a pesar de su debacle electoral y de la crisis interna (o precisamente para acallar ambas cosas) salen de nuevo con exigencias y con el apoyo a los planes de autodeterminación de Ibarretxe. El presidente ha dicho que no quiere “aventuras”, pero la verdadera y lamentable aventura sería iniciar ahora un proceso de reforma del Estatuto vasco negociándolo con los fracasados desleales como paliativo para que no pidan más. Porque, además de la violencia (a cuyas consecuencias el PNV se muestra en el fondo, al tomarla como disculpa, insensible con estos planteamientos), el desorden que se palpa en Cataluña se añadirá incluso en una comunidad autónoma que cuenta con un sistema de financiación a todas luces excepcional y extraño.
Así que volvemos a la realidad. Después del estribillo de la sesión de investidura (“mi idea de España…”, decía Rodríguez Zapatero tanto para un roto como para un descosido”) se precisa la firmeza de una cierta y razonable idea del Estado, que no hace falta, desde luego, que sea “socialista”.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=06/05/2008&name=german
martes, mayo 06, 2008
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