miércoles, mayo 21, 2008

German Yanke, San Gil, el fin del simbolo

jueves 22 de mayo de 2008
San Gil: el fin del símbolo
Germán Yanke
Mientras se suceden acontecimientos importantes para el País Vasco (para toda España, pero de modo muy especial para esa comunidad autónoma), la hasta ahora presidenta del PP vasco está en otras cosas. Ella dirá que su punto de vista en la crisis que ha generado afecta a esas cuestiones pero no es capaz de explicarlo racionalmente, que es lo mínimo que se puede pedir a una dirigente política. De hecho, el asunto, por sus características tan particulares, se ha convertido en una cortina de humo que ha impedido que se alce la voz política del PP vasco, al menos como era de esperar, en el asesinato de Legutiano, la entrevista del lehendakari Ibarretxe con el presidente del Gobierno o las importantísimas detenciones de ayer. La paradoja es que, con ponencia o sin ponencia, con firma o sin firma, con órdago o sin él, con confianza o sin ella, la posición del PP, tanto en Madrid como en el País Vasco, no podía ser más que una. Se constata así lo estrafalario de la crisis.
Ayer, tras una nueva reunión entre Mariano Rajoy y María San Gil, la política vasca anunció lo que todos esperaban: que no se presentará a la reelección en el próximo congreso del PP del País Vasco y que abandonará el grupo en el Parlamento vasco. Imagino, y espero, que esta fórmula significa que dejará su acta tras el citado congreso y no que haya decidido mantenerlo hasta las próximas autonómicas fuera del grupo popular. Lo curioso, o más bien esperpéntico, es que San Gil, para tomar esta decisión, aduce de nuevo que no tiene “confianza” en el presidente y, además, que en este último encuentro le ha encontrado “frío”. Ciertamente, es como si la alta política se convirtiera de pronto en el escenario de relaciones adolescentes.
Es un cúmulo de paradojas. No se trata de una dirigente regional que tiene la impresión de haber perdido la confianza de la dirección nacional del partido sino que, por el contrario, afirma que ha perdido la confianza en el líder —a pesar de que se aceptan todas sus propuestas— y, para más inri, le da un plazo para que haga algo para que la recobre. Se trata, además, de una política que, de pronto, se presenta ante la opinión pública y ante el partido como la representante de las esencias y los principios de su formación y, como muestra de ello, convoca a la Junta Directiva y, en respuesta a su órdago, le da un respetuoso varapalo: acepta (otra vez) su propuesta pero las abstenciones, mayoritarias, le dicen que no les gusta cómo está haciendo las cosas. Pero no se plantea si, en esas circunstancias, cuenta o no con la confianza de sus compañeros, sino que insiste en que ella no la tiene en Rajoy. Y, tras todo eso, nos cuenta que ha sido tratada con frialdad como al parecer fue tratada con falta de consideración porque se le discutía en la redacción de la ponencia. Además, los cuarenta días que le daba a Rajoy se convierten en poco más de una semana…
Si, como insisten algunos, todo esto es una posición personal, una suerte de coherencia más anímica que ideológica, tras todo lo relatado, y otras cosas que se quedan en el tintero, la irresponsabilidad política de lo ocurrido me parece pasmosa. Si, conscientemente desde el principio o de forma igualmente consciente a la vista de las reacciones, se trata de poner en cuestión, se diría que “con todos los medios” y con la ayuda de otros, el liderazgo de Rajoy sin una alternativa sería, la operación desborda cualquier lógica que no sea la de anclar al PP en los errores que le llevaron a la derrota. De hecho, una de las cosas más sorprendentes es que San Gil, jaleada incluso por los que quieren hacerse con los votos que tiene el PP en el País Vasco, asegura en el fondo que esto de perder las elecciones no tiene mayor importancia, como si pensar el pasado con autocrítica y el futuro con inteligencia sea dar un salto mortal hacia una suerte de relativismo moral, como si la política fuese la predicación de un dogma.
No me parece, desde luego, el mejor modo de terminar una carrera política brillante que la había convertido, con la ayuda fundamental de los que ahora deja en la cuneta, en un símbolo.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=22/05/2008&name=german

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