jueves 22 de mayo de 2008
Españoles equivocados y amnésicos
Félix Arbolí
L A Memoria Histórica, ese invento maquiavélico que han ideado una serie de señores, parece sufrir de amnesia con determinados asuntos y personajes. Hablan de quitar el nombre de las calles, que aún queden en este puñetero país o amalgama de “naciones”, el de José Antonio Primo de Rivera. Y digo lo de puñetero, porque me tienen hasta el gorro (que no uso), con tantas idioteces, desvaríos y extravagancias, propias de infantes nada precoces. Si lo que quieren es olvidar la guerra, lo mejor es que no hablen tanto de ella y dejen las cosas como estaban hace seis años más o menos, en ese aspecto. El estar machacando continuamente sobre un asunto no es manera adecuada para hacerlo caer en el olvido, recuperar de una vez la razón y llegar al entendimiento general entre todos los españoles, o al menos los que viven en los límites de la hasta hoy existente España. Todo lo contrario, es envenenarlo y traerlo a la palestra para que los ánimos se exalten y los enconos y enfrentamientos se produzcan, que debe ser el fin que persiguen los hostigadores empecinados en tenernos de continuo divididos y enzarzados. Según el Cardenal Arzobispo de Sevilla Amigo, “no se puede recuperar la memoria para profanarla con intereses ideológicos sobrepuestos” A juicio de este purpurado “ese camino no puede sino llevar a la distorsión de los hechos con tal de apoyar, aunque sea con la falsedad, los propios argumentos. Recuperar la memoria no es alterarla, sino honrarla con el brillo de la verdad”. Más adelante afirma “que nada del pasado nos impida pensar en el presente. Que nada del presente nos dificulte el futuro”. Sin comentarios que añadir. Que yo sepa José Antonio ni estuvo en la guerra, ni era franquista, ni fue traidor a ningún sistema de gobierno siempre que dirigiera al país adecuadamente, como se empeñan en hacernos creer los obcecados de la diestra y la siniestra, para pretextar el motivo de que su nombre desparezca del callejero en ciudades y municipios. Por esa regla de tres, estuvieron más involucrados y tienen más “méritos” para ser eliminados de nuestras calles, avenidas y parques públicos, los nombres y esculturas de Pablo Iglesias, fundador como José Antonio de un partido político, (me figuro que con el objetivo de lograr una España mejor y más justa), Largo Caballero, Pasionaria, las Brigadas Internacionales, Azaña y tantos otros que hoy “adornan” espacios que ayer ocupaban otros españoles, a los que una serie de señores consideran no acreedores a ese homenaje y recuerdo popular. ¿Por qué?. Éstos si intervinieron personalmente en esa guerra fratricida, aunque Pablo Iglesias, ¡buen apellido para un ateo!, no participara activamente ya que murió once años antes, pero sí sus correligionarios y militantes, como ocurrió con los falangistas “josé antonianos” o de la Vieja Guardia, que nada tienen que ver con los chaqueteros de entorchados posteriores. ¡Apaga y vámonos!. ¡Dejémosno ya de chiquilladas y contrasentidos, que somos adultos y deberíamos ser responsables con el pasado y la historia, nos guste o no!. Es como pretender borrar de nuestra memoria histórica las vicisitudes que hemos vivido en nuestro pasado porque no fueron buenas, según nuestra particular manera de apreciar y valorar las cosas, y por ello intentemos recordar solamente las que puedan satisfacer a un grupo u opción determinados. La Historia es un legado que nadie en su sano juicio debe alterar, adulterar, ni olvidar según les convenga. El pueblo que olvida su historia es un pueblo avocado a su exterminio social, político e ideológico. Todos somos parte y consecuencia de una sucesión de personajes y circunstancias favorables y adversas que han dado lugar a la formación e historia de nuestra saga familiar y política. Omitir deliberadamente algunos pasajes supone una burla a la realidad histórica que todos debemos conocer, valorar y enjuiciar, pero jamás olvidar y nunca tratar de que las generaciones posteriores la ignoren o las conozcan de manera tergiversada. Es tal el odio a todo lo español que padecen algunos renegados patrios, que hasta se atreven a decir que el Descubrimiento y colonización de América fue un hecho lamentable y nefasto para nuestra Historia. ¿Cómo pueden hablar así de una nación que ha sido madre, gestora, educadora y emancipadora de países y extensiones que ninguna otra a lo largo de la Historia Universal ha podido igualar?. Ni siquiera un Alejandro Magno, ni el imperio romano, ni ninguna otra figura o estado llegó tan lejos y con tantos dominios y encima con un espíritu generoso y maternal que es digno de alabanza, aunque los necios de turno quieran desprestigiarlo. Ello no quiere decir que como en toda obra realizada por el hombre, no se dieran algunas excepciones negativas. Hay que ponerse en el entorno en que se movían, el temor ante lo desconocido y el enemigo tan abrumadoramente numeroso al que se enfrentaban y hasta el deseo de poner tierra por medio lo más rápido posible entre la justicia y su persona. Resulta repugnante y denigrante que sean españoles por nacimiento los que piensen de esta manera. No obstante viendo la calaña de los que vociferan y desacreditan esta hazaña no nos sorprenden. Y si son americanos los que vituperan de la gesta realizada por España, olvidan que son descendientes de esos conquistadores y colonizadores españoles a los que ahora critican e intentan anatematizar. Es como tirar piedras contra su propio tejado, pues no deben ignorar que les dimos una serie de magníficas oportunidades que los ingleses no dieron a los nativos o indios de sus colonias, desaparecidos y absorbidos en su mayoría. No se destacan precisamente los ingleses por su altruismo y buenas maneras respecto a sus colonizados. En la Historia tenemos su realidad. Así pues, si la América del norte es poderosa y económicamente fuerte y goza de mayor prosperidad social que la del sur, no fue por nuestra culpa, sino porque en la de habla hispana sus naturales no supieron constituirse en una sola nación como hicieron los del norte y forjar una verdadera democracia que los liberara del caciquismo y la oligarquía. ¿Se figuran lo que sería una América central y del sur formando una sola nación, eligiendo libremente a sus gobernantes y desarrollando todas sus riquezas y potencial?. Como ocurre en la actualidad, siempre pretendemos echar la culpa de nuestros fallos y desventuras al prójimo que odiamos por un extraño complejo de inferioridad, la mayoría de las veces, sin querer darnos cuenta que el desarrollo económico, político, social e ideológico de una nación es tarea que debe repercutir en todos los ciudadanos, unos en mayor proporción que otros, pero siempre con el honesto e inexcusable deber de reconocer y aceptar nuestras propias responsabilidades en cada hecho o sucedido para bien o para mal. De nada vale hacer desaparecer de los calles nombres y sucesos que han tenido indudable repercusión en nuestro acontecer histórico. Ni intentar desprestigiar y empequeñecer los méritos del que ha sido capaz de destacarse sobre los demás por sus propias virtudes y merecimientos. Con ello solo demuestran su envidia, vergüenza y cabreo ante alguien que llegó a mayor nivel que el resentido y por ese motivo intenta desposeerlo de su merecido reconocimiento. El valor y la controversia se demuestran frente al enemigo y no cuando éste yace bajo tierra. El tiempo les quitará la razón y las aguas regresarán a su cauce. Las nomenclaturas de nuestras ciudades están llenas de recuerdos y personajes que fueron objeto de persecución e intentos de olvido en su época y hoy han vuelto a la memoria popular con todos los pronunciamientos y circunstancias favorables. Porque quiten el nombre de José Antonio del callejero en determinadas ciudades, con el consentimiento bochornoso del Partido Popular de esas localidades, no lo ahuyentarán de nuestro recuerdo, ni mermarán un ápice su honra. Su figura, su obra y su sacrificio en aras de una España que amaba a pesar de que no le gustara como estaba entonces, o por eso mismo, permanecerán indelebles en nuestra Historia. Pero de la historia que prevalece por encima del efímero mandato o la limitada vida de sus enemigos, que no tuvieron la talla suficiente para intentar hacerlo cuando el miedo les hizo esconderse y camuflarse en los rincones de la ignominia y una falsa ideología. Como español, debo tributo de admiración y respeto a esa figura de nuestra Historia que fue capaz de entusiasmar a una juventud hasta entonces dormida e indolente y hacerla vibrar como león enfurecido para rescatar a la patria del caos. Un nuevo José Antonio nos haría falta ahora para despertar de su letargo a los que asisten impávidos al desbarajuste político que padecemos. Pero en todas direcciones, no seamos como los que sólo ven y airean las faltas del contrario.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4626
miércoles, mayo 21, 2008
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