viernes, diciembre 01, 2006

Manuel Fraga, veinte años despues

viernes 1 de diembre de 2006
POR XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Manuel Fraga, veinte años después
A sus años, el veterano león de Vilalba sigue dividiendo la opinión del respetable. A nadie le resulta indiferente. En Compostela, ya ven, un grupo de diletantes tratan de sacudirse el spleen montando una campaña al viejo estilo (pasquines y reuniones mitineras en las plazas) para evitar que el alcalde Pepe Bugallo ceda a la tentación y le dedique una calle a Manuel Fraga. En Madrid, las más altas instituciones del Estado español le rinden homenaje, con don Juan Carlos y doña Sofía a la cabeza.
Lo curioso es la coincidencia de fechas, que el ex presidente de la Xunta de Galicia -cuya memoria sigue lozana y viva- debe de haber combinado estos días para sacar conclusiones de las paradojas que el tiempo trae consigo tan a menudo. Hace exactamente veinte años, el mismo día en que recibía el homenaje de anteayer por la noche en Madrid, Fraga decidió dimitir de todos sus cargos y durante unas horas estuvo a punto de tirar definitivamente la toalla. Era 1986. Y al día siguiente, 1 de diciembre, rompió a llorar en la intimidad de su despacho.
Había llegado a las ocho de la mañana, como todos los días: séptima planta de Génova, 13, sede del cuartel general de la derecha española. Horas antes, 30 de noviembre, domingo, los electores de Euskadi le acababan de dar un fenomenal plantón ante las urnas, una derrota que se sumó al fracaso de las elecciones generales de aquel año: Felipe González revalidó su mayoría de forma abrumadora y los patricios del sistema financiero le dieron la espalda. Perdió un solo escaño, pero sus adversarios interiores se ocuparon de multiplicar por cien sus efectos: Fraga había tocado techo definitivamente y debía retirarse.
Fue, aquélla, una época de humillaciones y sapos de grandes dimensiones. Tal vez los peores días de su vida política: "Eso que me pides es un donativo y aquí, Manolo, damos créditos que luego se pagan", le dijo en una ocasión Luis Valls Taberner, entonces presidente del Banco Popular. El día 15 de julio de 1986 se celebró el último comité ejecutivo de la temporada, a las cinco de la tarde. Allí se encontró con Alfonso Osorio, Herrero de Miñón, Fernando Suárez, Ignacio Camuñas, entre otros: "Las mismas caras ambiciosas de siempre", recordará más tarde: "Dispuestos a asesinarme en cuanto me descuide. Estoy rodeado de Brutos". Todo se pone en su contra, probando que las depresiones y los momentos bajos también se ceban en hombres berroqueños y acostumbrados a imponer su criterio. Para más inri, tras el verano se desata la tormenta en Galicia, donde Xosé Luís Barreiro, vicepresidente de la Xunta, instiga un punch de corte palaciego contra el presidente Xerardo Fernández Albor. Pero ésa es otra historia. Aquel día, 1 de diciembre, la noticia de su dimisión se extendió como un reguero de pólvora por todo el país: millares de personas se agolpan a las puertas de Génova, 13; y cuando sale Fraga se abalanzan sobre su coche. El vehículo tarda media hora en atravesar aquella masa humana: "Dejad que me retire con dignidad", musitó entre lágrimas contenidas.

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