viernes 1 de diciembre de 2006
A garrotazos
Antonio Parra
“TENEMOS tal afición los hispanos a rompernos unos a otros la crisma que todos los sucesos ocurridos en nuestro país de que pueden aprovecharles los aficionados a composiciones históricas resultan coetáneos o dependientes de una guerra civil. Dirías que los nacidos en esta tierra de garbanzos somos capaces de todas las virtudes cívicas y de todos los afectos privados, de todas las grandezas y heroísmos, excepto el del amor fraterno”. La cita es del novelista granadino Pedro Antonio de Alarcón y creo que viene al pelo de la situación en la que estamos viviendo precisamente ahora que se acerca Nochebuena [la nochebuena se viene la nochebuena volverá a rugir el viento por ese camino de duendes que es el cañón de la chimenea] cuando conspirará contra nosotros la melancolía, el consumismo como escapismo y una alegría postiza. Nos siguen escupiendo. Nos continúan calumniando y nosotros perdonamos. Es muy duro esto. A pesar de todo otro año más nos espera la alegría triste de la cena pascual. Supuestamente la de la reconciliación y la caridad. Lo que dice el escritor accitano, Guadix y la Alpujarra en el pensamiento, somos más moros que cristianos y la verdad es que nos queremos muy poco. Uno maneja buena información gracias a Dios y por eso pienso que este gobierno dadas las circunstancias mundiales no está haciendo una claudicación – la opinión contraria la respeto pero para entenderme hay que volver a los tipos del Circus y a las tabernas del canal londinense donde Iam Fleming y Philby beben cerveza y maestros del disimulo tratan de encubrir traidores, vuelve la guerra fría que pronto se va a tornar caliente, no será una guerra de bloque sino de actitudes vitales y mores y la verdad que tal y conforme está el patio y lo propensos que somos los españoles a las estocadas la alianza de civilizaciones puede ser un deterrent – sino una propuesta de futuro. Yo no alcé bandera blanca pero la verdad tengo más miedo que al moro o al infiel a ese fulano de mi barrio que me espía, sigue mis pasos, me calumnia y me metiera un navajazo por el respaldo a la ocasión propicia que se dice que es mi amigo y mi paisano. Y a lo mejor va a misa del Gallo. Ya no tengo edad para alistarme pero prefería una trinchera y cañones y más cañones y aquí estaba yo que tener que ir al frente de la insolidaridad incomunicada de la malquerencia de las personas normales listas para denunciarte. Destartalada y maldita derecha, los enanos infiltrados, los hijos de la ira, la baba que se arrastra. En fin, no empecemos La soplonería en auge puede que pronto empiecen los paseos. ZP quiere pasar de todo eso, que son nuestros demonios familiares que también asustaron a Franco, me consta pues insisto uno maneja sus buenos datos y ha sido periodista destacado y ocupado garitas de observación importante. Vivo rodeado de chacales pésimamente educados porque no creen que se haya muerto Franco y muy mal informados. No hay salida. Por tanto demos a nuestra Presi el beneficio de la duda. Que esto no es capitulación pues un español no se rinde jamás y yo me conozco sino la fuga hacia delante. Establecer un cordón sanitario. Una defensa elástica. Y leer a los clásicos un poco más y menos tragarse el veneno de la tonadillera y su julián de los programas rosas que han convertido este país en un patio de Monipodio o en una corrala aunque en las corralas la verdad había más decencia. Uno escribe, claro está, no desde el insulto sino desde la ira del reformador de costumbres. Nos mueve un afán moralizante de denuncia de los vicios. Castles in Spain… Castillos en el aire me dirán. He ahí toda la cera que es la que arde. Somos el país inventor de dos palabras que en inglés implican complicaciones testarudamente celtiberias: “guerrilla” y “vigilante”. La palabra espía viene del turco Spahe, según mis cálculos, y aquí el espionaje se practica de puertas adentro. El marcaje interior es implacable pero al revés que los británicos que los rusos o los alemanes nuestro espionaje exterior siempre estuvo para el arrastre. Nos ganan siempre por goleada por lo que calculo que esto es Jauja para los conspiradores de toda la calaña desde las guerras púnicas hasta las napoleónicas pasando por el 18 de julio el 23F y hasta el 11M. En ningún país normal se explicarían por ejemplo las guerras carlistas y ese papanatismo nuestro que se fue a buscar un rey a Italia porque los autóctonos no servían y que sean los autores extranjeros los que mojan página mientras se desdeña a los nacionales o se les da cantonada. En mi patria siempre nos queda el recurso al pataleo y para no liarnos a estacazos o evitar el juicio de faltas nos agarramos como al tablón el naufrago al exilio interior ingresando en la concha o en el caparazón que nos obliga a ser coriáceos poco sentimentales o esperpénticos con las desgracias del prójimo. Y por ende que aquí las psicologías sigan siendo enrevesadas. El español del siglo XVI pudo sentar plaza de héroe o de villano y entregarse a la nobleza de carácter. El del XXI es un tipo retorcido camaleónico o esperpéntico que mamó de muchas leches. ¿Será por esto por lo que abunda en las mesnadas el hijo de puta, el que denuncia o escarnece y la goza con el mal ajeno? Siempre nos estamos echando unos a otros del palenque. Y la verdad que como hay poca tarima ese cuadro de Goya en el cual se estampa a dos ínclitos que se enfrentan con el basto en mano va a ser tema corriente. La violencia de género la violencia escolar y nadie habla de la violencia laboral que es subrepticia y que no causa tan mella aparente son un síntoma de ese desasosiego del malestar nacional. Con lo bonito que sería estar todos unidos y en conllevancia y en paz pues tenemos un país rico y hermoso que no nos lo merecemos pero no hay tu tía. Aquí el referente vital es una guerra civil. La del abuelo o la del padre o la del nieto. Ciertamente bajo la democracia se han pulido algunos modales pero el talante permanece. Lleva razón el autor del “Escándalo”, “La Pródiga” o el “Niño de la Bola” al meter el dedo en la llaga. Él también tuvo una vida absolutamente azarosa de literato y periodística cuajada de trifulcas y hasta una vez anduvo metido en un duelo y desafió a otro periodista un venezolano que era muy buen pistolero y en el momento crítico hizo un disparo al aire. No murió por la clemencia del contrario Alarcón en aquel lance. Era ácrata y republicano convencido como consecuencia del envite, una rivalidad entre periodistas, una gilipollez y es más a don Antonio sus compañeros de redacción le dejaron más solo que a los pobres en los pajares, ahí te pudras, que tú te las compongas, cambió decepcionado de signo político, se fue al Parral de Segovia hizo un retiro y regresó a Madrid monárquico y tradicionalista. Un giro en su vida. Con frecuencia en la vida literaria española se producen estas vueltas de campana porque uno tiene que sobrevivir, y con más razón si hay que hacerlo de la pluma donde es muy escasa la soldada. La verdad es que nos queremos muy poco. En la pasada guerra civil hubo frentes, heroísmos y hasta canciones. En la próxima ya no podrás entonar aquello de si me quieres escribir. Pero seguirás escuchando el silbido de los pacos y las bayonetas caladas encontráis en ese tipo que reta al subir al autobús con los ojos o la señora que te llama acosador y te prepara un trepe o un juicio de faldas porque vas contando al conductor algunos chistes verdes ofensivos a las feministas camino de casa. Flota en nuestra memoria el recuerdo de las sacas. ¿Acosador, mi alma? Pero qué dice usted. Yo ya no estoy para coger pesos. La acosadora y la abusadora es usted que me denuncia que me echa de casa que me insulta que me amarga. Ese es el tenor de la actual guerra civil en las presentes circunstancias. Muchos hombres dando cabezadas por las calles españolas batiendo la grava de tumbo en tumbo de refugio en refugio de hospicio en hospicio. Es la peor guerra civil que hayamos parecido precisamente por eso porque aquí nadie dispara pero las almas se han vuelto insensibles, el egoísmo manda y hay sensiblería solidaria para el étnico que viene allende los mares mientras al indígena se le condena al ostracismo. Tampoco hay tantas bajas aparentemente pero esta guerra se dirime con armas invisibles como por ejemplo la bomba de neutrones, resultado diabólico de la terrible alquimia norteamericana, que deja intacta las propiedades y destruye a los cuerpos y las almas por dentro. A mí me hubiera gustado vivir en los tiempos de Alarcón y haberme marchado con él a las ordenes de Prim en la batalla de los Castillejos y haber escrito paginas que hoy tienen una gran relevancia como el Diario de un testigo de la guerra de África (ama al musulmán pero no renuncies nunca a tu religión ni a tu casta ni a tu patria) y que murió casi en la pobreza en el número 92 de la madrileña calle de Atocha el 19 de julio de 1891. y eso que fue el autor más vendido del siglo pasado. De su Capitám veneno se vendieron, todo un best seller, cincuenta mil ejemplares en pocas semanas. Había dejado de escribir más de diez años antes habiendo confesado su desaliento por el rumbo que cobraban los acontecimientos en la patria: “Me siento un hombre que no pertenece a esta época”. Su vida literaria con grandezas y altibajos – admira la garra literaria y el patriotismo- encierra el paradigma del ex seminarista que quiso ser militar y escritor. Su biógrafo Martínez Kleiser descubre ese carácter zigzagueante esa inquietud de andaluz que quedó seducido por Madrid y hasta se compró una quinta en Valdemoro. Se había dedicado a la vida política con O´Donell. Interrumpió su carrera política pero volvió a riscar la caja de cerillas de la imaginación y salió “Final de Norma” y el “Escándalo”. No ganó mucho dinero. Se le murió un hijo de corta edad y aquejado de depresiones renuncia a la vida de los salones. ¿Adónde voy yo con esta barriga? Se lamenta en una carta a su hermano. Es la misma pregunta que hice yo varias veces a mi propia Inquisición. La Pardo Bazán le hace una entrevista poco antes de morir y le encuentra pálido de una gordura fofa. Un señor acabado. Moriría antes de cumplir los sesenta de hemiplejía. Ay esa gordura de los deprimidos y calumniados de las Españas que siendo liberales y tolerantes se les tacha de ultramontanos cavernícolas. Fachas. No lo entendieron. A veces le veo en la foto señor moreno calvo de la bellida y negra barba y hasta diríase que pudiera ser un abuelo nuestro que murió en la guerra de Cuba o un antepasado lejano. Moro por fuera godo por dentro. Un gran español. Una pena que sea un clásico descatalogado. Sus novelas inspiran ternura, interés, poesía y vibración de la naturaleza y son una invitación para la reflexión. Pero ¿quién es ese señor? Don Pedro Antonio de Alarcón. Hace dos veranos viajé a la Alpujarra y creo haberme encontrado con su fantasma onírico cuestas arriba de Lanjarón. Todo un espolique del alma andaluza y española. Siguiendo sus pasos coronaremos el Mulhacén. Su diagnostico: mejor una hora de lectura que zanjar la provocación con la cabritera. Mejor un treno de Jeremías para responder a la injuria que aquí la gente tiene muy mala leche o es muy agria que un oiga oiga usted no sabe con quien se juega los cuartos. Lleva razón don Pedro Antonio aquí el personal va con la escopeta cargada o porta una navajilla que le sirve para algo más que para comer. Porque puede ser una hermosa profesión la de escribir pero a cada paso, a cada artículo, te estás fabricando un enemigo y a veces son más los sinsabores que las satisfacciones y ya advertía Virgilio: “litterae non monetales” que define a este oficio de juntar letras y claúsulas. Por muy poco dinero. ¿Y adónde voy con mis años? ¿Y con esta barriga? La frase de Pedro Antonio de Alarcón me he hecho pupa. Mejor quedarme en mi jardín contemplando mi higuera. Más que escribir novelas y artículos con lo que un periodista consuela son con los tomates y lechugas de su huerta. Alarcón la tuvo en Valdemoro. No creo que vaya a visitar su antigua finca porque por allí debió de andar la mano siniestra del Pocero que ha convertido los caballones y castañares o nuestros baldíos en adosados. Fue el padre del patriotismo sentimental y de la novela por entregas. El antiguo anarquista sentó plaza en el Ejército con el Batallón de Ciudad Rodrigo y nadie ha escrito páginas más elogiosas del Ejército español escuela de hombres y baluarte de libertades. Fue machacante del general O´Donell. Y Marruecos qué bien lo describe pues los moros tienen nuestro mismo orgullo, nuestros mismos fanatismos nuestros mismos piojos. Siempre Marruecos. Tras la declaración de guerra al sultán la batalla de los Castillejos, Tetuán, Wad Ras. Pero Madrid era un polvorín a causa de las guerras carlistas, los devaneos de la Isabelona y la crisis de los rigodones. Por negarle un baile Isabel II a Espartero estalló una revolución y hubo barricadas en la Puerta de Alcalá. La crueldad, la chispa y el donaire de aquellas revistas canallas como el “Padre Cobos”. Nadie se ha reído con tanta rechifla de un gobierno y ese tipo de periodismo decimonónico que practicaron Alarcón, Valera, Larra y otros sigue teniendo adeptos entre nosotros. En ese sentido somos todos hijos del Siglo XIX. Tataranietos de Goya. No pasa una generación sin que se viva la experiencia de una guerra civil y hasta parece que las echamos de menos cuando a esos conflictos lo que hay que hacer es darle carpetazos pero somos un poco ajustacuentas y tenemos memoria para lo que nos conviene y queremos. Por si sirvieran de algo, dejo caer aquí estas reflexiones. Ya está bien que el Cantamañanas nos despierte con sus toques al arma cada mañana desde sus micrófonos. ¿Es un bufón, una versión corregida y aumentada de aquel Lord How How que acabara sus días en la torre de Londres o un agent provateur? De cualquier forma de que el país esté algo nervioso la tienen un poco estos guerracivilistas de la locución hertziana. A esta democracia le sobran demagogos y le faltan verdaderos escritores. Y periodistas como éste que nos ocupa y cuya obra anda aun dispersa al igual que la de Clarín en papeles volanderos aun no recopilados. Miles y miles de páginas. Era un español neto que acudía a la pluma para exorcizar los demonios familiares. Y encantado de la vida por supuesto. Dice Pardo Canals que tenía una sensibilidad de mujer casi enfermiza y “propenso a la ira y muy valiente además tenía que realizar esfuerzos sobrehumanos de voluntad para contener su cólera”. Eso nos pasa también a muchos. ¿Cómo reprimir los furores de león? “Pero nunca-prosigue Pardo Canals- en los conflictos humanos utilizó la astucia y el disimulo”. Me suena. Y Alarcón me gusta desde que era adolescente y leía “El sombrero de tres picos” a la luz de una vela en el silencio de mi camarilla. A mí siempre me han gustado los toros bravos que se tiran de frente y nunca los mansos que derrotan a la agachadiza. Las cornadas de estos últimos son mortíferas. ¡Viva el Capitán Veneno!
viernes, diciembre 01, 2006
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1 comentario:
Los segovianos don Antonio Parra y don Enrique de Diego.....¿No gustan del discurso del comunicador de Orihuela del Tremedal?
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