viernes 1 de diciembtre de 2006
El placer de un hotel con estilo
Miguel Ángel García Brera
E N el bien conocido y poético drama de Shakespeare, el rey Ricardo III, cuya cabalgadura cae a tierra al perder una herradura durante la batalla de Bosworth, ofrece, ansioso por salvarse y evitar la derrota, “Mi reino por un caballo”. Lo he recordado, sentado en una agradable butaca, mientras contemplaba los detalles de la habitación que me acababan de asignar en el Hotel “La Trémoille” de París, durante un viaje para conocer el fantástico servicio “ROC” de Air France. Buena elección de cuadros, elegantes lámparas y lamparitas de mesa, cortinones de mohair, cortinas sobre altos ventanales a la calle, una cama imperial bien vestida, un coqueto tresillo, mesa de trabajo con acceso a Internet de banda ancha, televisor de plasma con radio y DVD acoplados a un mueble antiguo en el que también queda empotrado, y disimulado, el minibar y un “galán de noche”, esa percha con accesorio que permite planchar los pantalones, sin gasto, y sin recurrir a lo usual en los tiempos estudiantiles de las “patronas” donde se hacía malamente, metiéndolo, antes de acostarnos, entre el colchón y el somier. Añadiré, entre los placeres de mi habitación en “La Trémoille”, sus paredes en tonos suaves, bien mezclados, la puerta maciza, la cerradura de tarjeta, la insonorización perfecta, incluida la del aire acondicionado, y una práctica y, para mi gusto. divertida ventana de servicio, que permite dejar una prenda para la lavandería, o una nota con el desayuno que deseamos, indicando a la hora que lo preferimos. En una plataforma, allí mismo, lo encontraremos en el momento deseado sin que nadie golpee la puerta ni nos haga levantar para recibir al porteador. Naturalmente, el amplio cuarto de baño se encuentra perfectamente independizado, con atrevidos espejos en el lavabo, y en las repisas dispone de cuanta esencia, aceite, jabón, crema o champú pueda uno desear, de la marca Molton Brown, enfrascados con un claro sentido del diseño que favorece el gusto de lavarse con el añadido de contemplar las botellitas. Completaba mi habitación la posibilidad de pasear un pequeño trecho con vistas a la calle, hasta llegar a un esplendido armario ropero de época. Añadiré que, de las 93 que tiene el hotel, cada una de ellas presenta una decoración particular, y aún hay otras da gama superior o de lujo y varias suites, donde la mirada, sin duda, podrá recibir todavía mayores estéticas sensaciones. No en vano el hotel fue palacio y lleva nombre, como una de las calles que lo rodean, de un caballero, Luis de la Trémoille, que sirvió a Francia en los siglos XV y XVI muriendo en la batalla de Pavía, que, como es sabido, ganó Carlos I de España y se trajo preso a la madrileña Torre de los Lujanes al rey francés Francisco I.. Un reino por un caballo, en principio, es un trueque pernicioso, pero no lo es permutar unas horas del precioso tiempo por disfrutar de habitaciones como éstas, tras una visita a este París que cambia cada día y cada día mejora su atractivo y su embrujo; visita para la que el hotel también ofrece un servicio de coche, chofer y guía. A veces los hoteles son lugares de parada y fonda, pero cada vez son más los que ofrecen un atractivo en si mismos y permiten disfrutar de ellos algún tiempo como si de un museo del lujo y el buen gusto se tratara. En el caso de "La Trémoille", mi impresión de hallarme en un espacio tan distinguido como el de una buena superproducción, no parece desacertada, cuando he sabido que era el preferido de Orson Wells. En recuerdo de aquel genio siempre con un buen veguero en la boca, me he fumado en mi cuarto de "La Trémoille" una pipa, sin prohibición alguna en estos tiempos de estúpidos inquisidores del tabaco, uno de cuyos detractores más señero, a nivel mundial, Allen Carr, acaba de morir precisamente, y por paradoja, de un cáncer de pulmón. Otras renombradas estrellas del cine pasaron por el hotel, y entre ellas, Marlene Dietrich, Tony Curtis, Glenn Ford o Richad Gere; incluso, manifestó sentirse muy a gusto en él, el general De Gaulle a quien considero muy interesado por la “grandeur” en cualquier versión. En el álbum fotográfico del hotel se guarda la instantánea, que fue portada del Paris Match y muestra en el balcón de su fachada principal a los excepcionales Duke Ellington y Louis Armstrong alojados allí en 1961. La situación de “La Trémoille” es perfecta para disfrutar de una parte muy interesante de Paris, incluso dando un agradable paseo pues se encuentra cercano a los Campos Elíseos y a las avenidas Montaigne y Georges V. Contra el cansancio, dispone de una primera planta dedicada a “cardio-training”, sauna, ducha a chorro y salas de masaje, con tratamientos muy especializados. Y, como no podía ser menos, su restaurante, “Senso”, de noble decoración con obras de Soulier, ofrece en sus dos ambientes una estupenda cocina y música de salón. Es recomendable no abandonar el lugar sin tomar un cocktail “Purple” acompañado de sus magníficas tapas, entre las que aconsejaría el caviar de berenjena.
viernes, diciembre 01, 2006
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