lunes, octubre 02, 2006

La telebasura es cosa de progres

lunes 2 de octubre de 2006
CÓMO ESTÁ EL PATIO
La telebasura es cosa de progres
Por Pablo Molina
Los programas de telebasura son un filón económico para las televisiones que deciden recurrir a ese método de hacerse un hueco en el share. Se trata de un fenómeno asombroso, en un país caracterizado por unas preferencias televisivas mucho más elevadas, aparentemente, de lo que reflejan los datos de audiencia.
Según los estudios demoscópicos, los españoles sólo vemos los documentales del National Geographic, mientras conversamos en la sobremesa familiar sobre los últimos descubrimientos de la física cuántica. Desde la población más diminuta del ruralicio hispano hasta las orbes más importantes, a los ciudadanos del Estado Plurinacional (iba a escribir "España", así sin más) nos interesan mucho más los ciclos reproductivos del lirón careto que los de Raquel Mosquera, por poner un caso.

Al parecer, los mandos a distancia de nuestros televisores perciben algún tipo de señal electromagnética, procedente del subconsciente colectivo, que les hace sintonizar Salsa asqueRosa o Dónde estás canallón, sin que la voluntad del espectador pueda hacer nada por impedirlo. Se trata de un fenómeno extraño cuyas claves serán un día desentrañadas por los especialistas más frikis de lo paranormal, pero hasta tanto Iker Jiménez y su equipo no ofrezcan una explicación satisfactoria de este poltergeist me permito aventurar mi hipótesis.

La telebasura es un fenómeno esencialmente progresista. Ya sé que suena blasfemo acusar a los eximios detentadores de la alta cultura de contribuir al subdesarrollo intelectual del populacho ofreciéndole este tipo de mejunjes catódicos, pero vean si no, a continuación, unos cuantos ejemplos espigados al azar.

Mercedes Milá. Progre patanegra nivel Defcon 2. Además, últimamente convertida en una Juana de Arco en plena cruzada contra el tabaco. Es decir, lo que podríamos llamar una progre de collons. La mayor de los Milá (no porque ella sea demasiado mayor, que se conserva como una anarrosa, sino porque su hermano Lorenzo es más joven aún) presenta el programa Gran Hermano, crisol de la cultura callejera con pretensiones sociológicas por cuya apasionante andadura hemos llegado a descubrir que las concursantes, perdón, "las participantes en el experimento sociológico del siglo", se hacen pipí en la ducha... y Mercedes también, como ella misma confesó en un rasgo de sinceridad muy de agradecer (imagino que, sobre todo, para sus numerosos pretendientes).

Mercedes Milá estaba predestinada a ejercer algún día de sacerdotisa del epítome de la telebasura desde el suceso Paco Umbral. El famoso columnista, preterido en la Real Academia por el autor de La Rusa –lo que al menos le aportaría cierto consuelo–, con su gloriosa intervención en el programa de Mercedes sentó las bases de lo que después daríamos en llamar reality show. El olfato de la periodista debió de captar en ese momento que se abría un prometedor filón, con infinitas posibilidades para ser utilizado en la exploración sociológica más avanzada. Tras la experiencia Umbral, ninguna periodista de investigación hubiera podido manejar el timón de Gran Hermano con más títulos que Mercedes Milá. Tenemos, pues, al paradigma de la telebasura, según los entendidos, conducido no por una marujona reaccionaria votante de Aznar, sino por una de las principales representantes del progresismo patrio. 1-0.

Javier Sardá. Progre hasta los mismísimos, nivel ultravioleta. Sardá tuvo ciertos escrúpulos a la hora de sumergirse en los contenedores de la basura catódica, tal vez debido a su pasado de estrella de la SER, cadena radiofónica en la que no tiene cabida la frivolidad y que sólo emite programas de gran intensidad cultural, como Hablar por hablar o Tercer milenio. Debido a este absurdo prejuicio, el Gran Marciano sacó a pasear a una fauna de lo más variopinto, cuya principal misión era revolver entre la mugre genital del famoseo mientras él ponía cara de circunstancias. Pero todos muy progres, eso sí, y además con plena conciencia del nivel neuronal del público al que se dirigían, ante el que siempre mostraban su máximo respeto. En el caso de Boris Izaguirre, además de respeto solía mostrarle también el ojete, que al parecer es cosa de mucho progreso.

Claro, cuando el plató se desmadraba y la conversación tomaba el camino de las cloacas, a veces había que reconducir la situación para que nadie pudiera sospechar que se trataba de un simple programa de telecaca. Ese era el momento en que Sardá se erigía en el Sumo Pontífice del progresismo noctámbulo, paraba todas las discusiones, ordenaba a Izaguirre que se pusiera el tanga y solemne proclamaba (es un ejemplo): "Bush es un hijo de puta". La intervención tenía una dimensión catártica, pues de esta forma el público tomaba conciencia de nuevo de estar en un programa eminentemente progresista. A continuación, la pelotera seguía en donde la habían dejado y los insultos volvían a hacer su aparición, pero eso sí, en un extraordinario ambiente de progreso gracias a Sardá. Segundo programa de teleshit conducido por un progre. 2-0

Podríamos seguir con Aquí hay tomate, cuyo presentador, según me cuentan, ejerce también de progre comprometido, enviando besitos y ánimos a Pep Rubianes. O los programas de la Campos, en las que se hablaba más de política que de las bondades de una buena dieta hipocalórica, tan necesaria en algunos casos. Y muchos programas más.
De hecho, piensen en cualquier programa de telebasura y verán cómo, indefectiblemente, está presentado por un progre. Así que lo mejor es dejarlo aquí, porque de lo contrario, más que un hipotético partido de fútbol, esto acabaría convirtiéndose en un set de tenis, y tampoco hace falta ser abusón.

Gentileza de LD

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