viernes, agosto 13, 2010

Ignacio Camacho, Mohamed quiere cariño

Mohamed quiere cariño

Si ocurre algo lo bastante grave para exigir la intervención del Rey como apagafuegos, alguien tiene que explicarlo

IGNACIO CAMACHO

Día 13/08/2010

HAY personas que cuando quieren cariño se ponen mimosas y lo reclaman con zalamerías, carantoñas y melindres, y otras que se vuelven ceñudas y hoscas y llaman la atención con modos irritados, talante incómodo y actitudes ariscas. Mohamed, o sea, el sultán Mohamed VI de Marruecos, tiene la costumbre de demandar arrumacos a base de gestos hostiles y aspavientos alterados que convierten la relación de vecindad en un intratable sinvivir de desvelos. Cuando no hostiga a Ceuta y Melilla se inventa conflictos, resucita agravios o invade perejilesa modo de alborotada reivindicación de amabilidad y miramiento. Hay que hacerle el caso justo, como a los niños caprichosos; ni la indiferencia total, para que no se ponga a romper cosas que no conviene que se rompan, ni la solicitud servil, para que no se venga arriba y convierta cada requerimiento en un chantaje. Y de vez en cuando tampoco vendría mal ponerlo en su sitio.
La última pataleta marroquí, con bloqueo melillense incluido, no tiene explicación razonable, o si la tiene nadie quiere darla. Algo debe de haber de fondo cuando el Gobierno ha requerido al Rey, que es la ultima ratio de nuestra diplomacia, para que aplaque a su irascible primo. El zapaterismo no acaba de encontrar el punto justo en las relaciones con este vecino en permanente estado de cabreo; quiso diferenciarse de la aspereza de Aznar mediante una obsequiosidad desmedida y no ha tenido éxito ante su exigencia insaciable. Mohamed posee un intenso sentido de la escenificación política y no suele recurrir a la diplomacia, tan lenta y pautada, cuando puede armar jaleo con resultados más rápidos y eficaces. El alboroto le rinde réditos internos y la tensión bien administrada contra España funciona siempre allí como aglutinador de estados de ánimo. Es un experto en la política de palo que se crece cuando le ofrecen la de zanahoria.
Pero el recurso al Rey constituye una confesión de incompetencia gubernamental. Zapatero se ha pasado cinco años ofreciéndole a Marruecos toda clase de lisonjas y deferencias, con Moratinos de complaciente mamporrero, sin conseguir aplacar su permanente irritabilidad. En el último año, el conflicto saharaui y el caso Haidar han despertado nuevas susceptibilidades alauitas y el Gobierno parece no poder manejarlas. Mohamed VI, que sabe que el presidente español no pasa por buenos momentos, conoce muy bien el modo de apretar tuercas ajenas para aflojar las suyas, y en cada Ramadán monta un poco de lío a los infieles para entretener las largas horas de ayuno. Si ocurre algo más, algo más profundo que la habitual ineptitud de un gabinete sin soluciones, algo lo bastante grave para exigir la intervención del Rey como apagafuegos, alguien tiene que explicarlo. Sería lamentable que se utilizase a Don Juan Carlos como perezoso trámite de rutina para no tener que quebrarse la cabeza en vacaciones.

http://www.abc.es/20100813/opinion-colaboraciones/mohamed-quiere-carino-20100813.html

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