lunes 2 de agosto de 2010
La Barbacoa, los timos y el Pulpo Paul
Félix Arbolí
HAY veces que me siento ante el ordenador y busco inútilmente un tema que no haga referencia a nuestros políticos y sus habituales mezquindades y ociosidades. Llega un momento en el que me canso e intento no estresar más a los lectores insistiendo tan inútil como tercamente sobre este problema. Es como si no tuviéramos otras opciones que comentar en las reuniones de amigos y familiares que las referidas a estos señores, por llamarlos de forma educada. Y lo que es más lamentable, no siempre exentas de acaloradas divergencias. El ciudadano español se encuentra, hoy más que nunca, desprotegido, desengañado y huérfano de líderes y políticos honestos y capacitados. Es una triste realidad que ha llegado a adquirir caracteres casi de plaga bíblica o contagio colectivo. Miremos hacia donde miremos, sólo vemos mediocridades y lobos disfrazados de corderos o “carpantas” insaciables que se aferran y utilizan el poder para labrarse una fortuna, asegurarse un magnífico futuro y dejar bien colocados a sus familiares y amiguetes. Nadie por el que merezca la pena acalorarse o perder la compostura.
Hoy, como decían los inigualables y nunca olvidados “Tip y Coll”, no voy a hablar del gobierno. Me figuro que ya lo harán otros compañeros con palabras más convincentes y tenaces. He preferido dar un giro de ochenta grados, no muchos más, para contaros mis experiencias en esta pasada semana. .
El viernes estuve de barbacoa en el jardín terraza de mi hijo Jose, bien servida y abundante, donde probé por primera vez la cerveza de barril con limón. He de aclarar que no me gusta la cerveza y no la bebo ni en los días más calurosos. Cuando entramos en un bar mi mujer suele pedir cerveza o si es tarde o noche whisky; ya que éste es su punto débil junto al tabaco que no logra eliminar a pesar de sus varios intentos. Yo pido sidra o café con leche, dependiendo la hora y circunstancia ambiental. Cuando el camarero regresa con las bebidas me sirve a mi la cerveza o el whisky y la sidra o el café a ella. Le corrijo con humor. “ La “borracha” es ella, el café es para mí”. Siempre advierto la misma expresión de desconcierto en el confundido empleado. En la fiesta de ayer, como era uno de los homenajeados por mi reciente cumpleaños, acepté la invitación de mi hijo para degustar la espumosa bebida de un barril que le habían regalado y que estaba fresquísima, pero acompañada de medio vaso de limón. Mitad y mitad. Me gustó y hasta repetí, esta vez en una jarra más grande. Con la carne, las costillas y los embutidos de la barbacoa la “rubia” entraba de maravilla. Estuvimos conversando, comiendo y bebiendo hasta pasada la media noche. Se nos hizo el tiempo cortísimo con una temperatura ambiente ideal. Más que nada por estar disfrutando con la familia y amigos en una velada muy animada donde, como no, se habló de política y cada uno dio su versión y aceptó o rechazó la del contertulio, sin que se alteraran los ánimos en ningún momento. Tres perros correteaban y jugaban a sus anchas algo alejados de la mesa familiar. En mi familia somos muy aficionados a estas cariñosas mascotas. Mis nietos mayores tomaban parte en nuestras charlas y daban su opinión. Por cierto, el mayor, Juan, recién cumplidos los 19 años ha obtenido el carnet de conducir a la primera. Un sobresalto diario para mi hija, cada vez que le vea salir con el coche que le van a regalar. Marta la pequeña, 4 años, se acostó y durmió antes de que el festín hubiera acabado. No obstante, gozó al máximo con tantas gentes, mimos y regalos. La velada servía asimismo de despedida ya que mi hija se marchaba con el marido y sus dos hijos a un crucero por aguas mediterráneas.
Se daba la rara casualidad que en esa reunión se celebraba el cumpleaños de cinco familiares asistentes, mi consuegro, mi yerno, mis dos nietas y yo, con escasas diferencias unos de otros. También ha sido el cumpleaños de mi hijo el mayor, Félix Juan, pero éste a causa de su negocio de muebles, que le va muy bien gracias a Dios, no pudo asistir por incompatibilidad con el horario comercial. El quíntuple aniversario me hizo pensar que noviembre ha debido ser siempre un mes propicio a la práctica de juegos pasionales maritales con sus consiguientes resultados nueve meses más tarde. En el caso de mis padres y los de mi consuegro, nada anormal ya que no existía la televisión, apenas oían la radio y las noches eran una invitación al amor y al erotismo, guardando las enormes distancias y pudores propios de la época. En el caso de mi hijo y yerno ya existía la “caja tonta”, pero era la del Paseo de la Habana y la mayoría de sus programas no ofrecían suficiente interés para hacernos perder el sueño. Al no disponer de calefacción, la cama era nuestro aliciente y refugio cada final de jornada y la cercanía y el amor hacían el resto. Respecto a mi nieta, catorce años, si existían programas y entretenimientos en ese tiempo, aunque el cansancio por la actividad laboral y el estrés sufrido por sus padres, propiciaba el que compartieran colchón cuanto antes, y no sólo para coincidir en la misma opinión, sino para amarse y lograr el milagro de crear nueva y deseada vida.
Mi hijo nos trajo a casa pasada la una de la madrugada y cuando me pesé, siguiendo mi diario control, me di cuenta que la barbacoa y la cerveza, por mi falta de costumbre a cenar, me había supuesto medio kilo más en mi peso habitual. Esta manera de “cocinar” es una grata y sabrosa tentación para que el que instalado cómodamente recibe el “filetón”, los chorizos y las costillas, capaces de resucitar a un muerto sólo por el olor, pero debe ser horrible e inaguantable por el sofocante calor para el que se brinda a hacer los honores ante el fuego. Labor en este caso que desempeñó voluntariamente mi yerno. Posiblemente él sí haya adelgazado más al acabar la jornada.
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Pasando a otro tema, en uno de los correos recibidos me advierten de los timos a través del teléfono y de esas visitas inesperadas que intentan sorprendernos en casa. Respecto a los primeros ya estoy prevenido y en más de una ocasión he dejado al inoportuno con la palabra en la boca y he colgado. Siempre que me ocurre suelo llamar luego a Telefónica, en cuya red tengo mi fijo, y ponerle al corriente de ese posible timo usando el nombre de su empresa y los datos, que aunque a mi no me convencieron, a otros pueda que lo consigan. Me dan la razón y me agradecen la llamada para poder descubrir al culpable y obrar en consecuencia. En otras ocasiones me limito a colgar simplemente Respecto a los timadores caseros, siempre soy más precavido y no me fío ni de mi padre que viniera del otro mundo, ¡pobrecito!. Una vez, en vida de mi suegra, aprovechando la circunstancia de que no estábamos nosotros, llegaron dos sudamericanas con el pretexto de entregar un paquete a la vecina que vivía en el piso junto a nuestra puerta ya que no estaba en ese momento. Algo nada difícil de averiguar si se llama insistentemente a un piso desde el telefonillo de abajo y se comprueba que no responden. Posteriormente se lee en el buzón el nombre de la inquilina y se completan los datos necesarios. Haciendo caso omiso a nuestras recomendaciones contrarias, no sólo les abrió la puerta, sino que las dejó entrar y pasar al salón, donde conversó con ellas amigablemente, era algo cotilla, y no se escamó cuando una de ellas le indicó que necesitaba pasar al cuarto de aseo. Al regresar a casa nos dimos cuenta que habían desaparecido todas nuestras joyas, el dinero que guardábamos en casa, incluido el que acabábamos de cobrar en el banco al ser primero de mes y hasta una cámara fotográfica que tenía colgada en una repisa. A mi suegra sus joyas y el dinero de su pensión. Nos dejaron en blanco. No se me olvidará tan nefasto mes de agosto. Aún estoy esperando que me avise la policía de que han cogido a las ladronas y han recuperado lo mío.
Hace dos días quisieron darme un timo o sabe Dios que desagradable sorpresa. Acabamos de instalar el gas natural y hemos aprovechando asimismo para comprar e instalar un nuevo y mayor calentador, a pesar de que el nuestro no estaba aún para el desguace. Por ello temo a los comerciales y su facilidad para convencernos. Bueno, pues llaman a la puerta y como siempre, miro por la mirilla a ver quién es y qué desea. No suelo abrir a nadie sin un previo reconocimiento, para librarme de esas pesadas promociones tan difíciles de esquivar sin una terca e insistente negativa. Advierto que es un hombre maduro, fuerte y alto, que me dice que es un técnico del gas natural y viene a ver el nuevo calentador pues le han dicho que no funciona bien. .Abro y sin dejarle pasar, le digo que el calentador me funciona muy bien y nadie ha avisado sobre ninguna avería. Veo que sólo lleva un papel en la mano. Ni caja de herramientas, ni carpeta con avisos que se supone debe llevar cualquier técnico cuando sale a trabajar, ni nada que justifique vaya a reparar nada. Me insiste en que le han dicho que no funciona bien el aparato y me enseña el papel, donde no figura nombre de cliente alguno, sólo el membrete de una empresa de gas y una serie de casillas en blanco. Me pide que le deje pasar para ver el aparato y al negarme por no haber llamado, ni tener aviso de la empresa anunciando su visita, dice que le firme el papel para justificar que ha venido y ha hecho el trabajo. Vuelvo a negarme advirtiéndole que no tengo que firmar ningún papel, pues nadie le ha requerido, ni tampoco el ha hecho nada, pues no ha pasado de la puerta. Sin decir palabra, no sabiendo si estoy sólo o puede haber alguien más en la casa o cual pudiera ser mi posible reacción, - tengo la pared de mi entrada llena de armas antiguas y de todo tipo que he ido coleccionando, hasta de oficiales nazis y catanas japonesas-, el intruso se marcha escaleras abajo mascullando algo que no logro entender, ni me interesa. Lo más chocante es que supiera que me acababan de instalar el gas natural y un nuevo calentador. ¿Quién le puso en antecedentes?. No creo tampoco que sea el único al que visitó con su papel en blanco y terca insistencia. Y esto no es una anécdota, sino vivencia que pongo en conocimiento de mis lectores para prevenirles.
Recibo cientos de correos de firmas comerciales, marcas prestigiosas de todo tipo con enormes ventajas y descuentos, regalos de cheques para invertir en loterías cuyos premios me aseguran, premios de coches y de cantidades enormes de dinero, etc, que de haberles hecho caso y ser legales, podría competir con la familia de Botín en riqueza. Hasta citas amorosas de las que me río y hasta me divierto pensando en el chasco que se iban a llevar las candidatas al ver que el protagonista de su aventura era un hombre con el arroz ya algo pasado. Pero uno de los últimos correos que más me ha sorprendido por la rapidez y oportunidad de ponerlo en práctica, ha sido el del Pulpo Paul. Bueno del listillo que se ha aprovechado de la popularidad del cefalópodo para ofertar sus famosas virtudes adivinatorias. Me figuro que previo un desembolso económico o cualquiera otra condición que le genere beneficios. Nadie mueve un solo dedo sin esperar nada a cambio. Y puedo asegurar que en este mundo de locos y tan falto de valores serán muchos los que contesten y coticen al dueño de esa página, que no de ese molusco, para intentar asegurarse un futuro mejor. Si no existieran crédulos y pardillos, no surgirían los oportunistas y espabilados. Nunca he tenido la suerte de dar con algún tipo de bicho que poseyera ese don de adivinar el futuro de nadie, como cuentan de nuestro amigo Paul. A lo sumo, recuerdo que mi hermano Luis se trajo una cacatúa de Alemania, que tenía la mala costumbre de llamar putas y cabrones a las mujeres y hombres que pasaban ante su jaula, aunque como lo decía en alemán, nadie se percataba de sus “piropos, El resto de sus ocurrencias no quiso traducírnoslas mi hermano y ambos se llevaron el secreto a la otra vida.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=2466
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