miércoles, agosto 18, 2010

Antonio Saenz de Miera, Un espacio que ganamos al miedo

Un espacio que ganamos al miedo

«No es un “juego de verano” hacer que se respete y se cumpla la Ley, es una obligación y una responsabilidad del Gobierno de la cual no puede abdicar en modo alguno. Hoy, afortunadamente, los “juegos de verano” se han convertido en “juegos prohibidos”»

POR ANTONIO SÁENZ DE MIERA

Día 18/08/2010

Algo ha cambiado en el País Vasco desde que hace algo más de un año se produjo la investidura del primer lendakari no nacionalista. Algo tenía que cambiar; por salud democrática sobre todo. Es cierto que la democracia es una aspiración siempre incompleta, siempre perfectible. Pero en el caso vasco, la sombra del miedo, que alimenta e impone el terrorismo, era y aún es una falla, un cáncer que mina implacablemente las propias raíces de la convivencia civilizada.
Desde hace más de cuarenta años paso mis veranos en Guipúzcoa. Es el lugar de la infancia de todos mis hijos y nietos, al que, seguramente, siempre volverán. Es su patria, y la mía también, en el sentido que le da Savater. Nos gusta su paisaje, su gente, sus montañas, su mar. Si se nos preguntase, a mi familia y a mí, diríamos que la vida es normal aquí, tal como podemos entender esa palabra en España, en gran parte de Europa. Pero no del todo. Al menos hasta ahora. Sabemos que de ciertas cosas no se habla, advertimos silencios incómodos, palabras ambiguas. Existe un acuerdo implícito, casi invisible, basado en la prudencia, que elimina la política y otros asuntos aún más serios del lenguaje cotidiano. A veces es tremendo cuando se hace como que no se ve lo que se está viendo, cuando se obvia lo evidente. Se finge una normalidad engañosa, equívoca. El drama y la amenaza permanente se han interiorizado hasta tal punto que son ya casi parte del paisaje. Quisiéramos que todo esto fuera una especie de pesadilla que ya pasó, pero sigue estando presente, y sabemos que, además de voluntad, se necesita tiempo para salir de ahí, de ese lugar tan oscuro, tan circular, tan perverso… Hemos visto, no obstante, que algo ha empezado a cambiar, para mejor, en el País Vasco.
Hay un nuevo gobierno, y no es nacionalista. A muchos les pareció un hecho insólito en un sistema democrático. Pero el simple hecho del cambio está transformando nuestra visión del país, lo empezamos a ver de forma diferente. Ha bastado un cambio político en Ajuria Enea para que, aliviados, no percibamos ya esa irritación permanente; esa antipatía desdeñosa hacia todo lo que no encajara en la ideología nacionalista; esa aversión irracional hacia lo que de cerca o de lejos tuviera que ver con España, que ha impregnando los mensajes y las estrategias de los nacionalistas desde que llegaron al poder. En el fondo se trataba de una trampa perversa, de una actitud falsa e impostada, pero conseguía sus propósitos al provocar un rechazo, indiscriminado e irracional, hacia «lo vasco» en el resto de España. El desencuentro se producía sin otra justificación que las palabras y las actitudes que lo provocaban. Quién sabe si de forma interesada.
Pues bien, parece que esa especie de espiral diabólica se ha comenzado a neutralizar. Ya no nos imaginamos a un big brotherbronco y a la defensiva en Ajuria Enea, y lo que de allí sale no lo contemplamos ya como un arma arrojadiza, o como el resultado de un victimismo tan enfermizo como interesado. El término Euskadi, generalizado para definir el territorio vasco español, no es ya un grito de guerra, sino una expresión de abierta y respetuosa convivencia, como empiezan a serlo la ikurriña y el euskera.
Se ha venido abajo también, sin el mínimo estrépito, una especie de mito profundamente antidemocrático, si es que se puede decir algo así de una mitificación tan interesada, de que sólo los nacionalistas podían hacer frente a los complejos problemas de la gobernación de Euskadi. Esa especie había calado hondo y era otra de las fallas graves de la democracia. En las escasas y siempre muy controladas conversaciones, yendo al monte o en un chiringuito de la playa, en las que muy tímidamente se hablaba de estas cosas, la simple visión de los no nacionalistas en el poder era considerada por unos y otros como algo apocalíptico. Ahora, socialistas y populares llegaron a un acuerdo excepcional para tratar de avanzar hacia esa «normalidad» que tanto necesitan los vascos, y aquí no se ha hundido el mundo como algunos pronosticaban. No ha pasado nada de lo que decían los agoreros interesados, pero sí ha pasado algo importante: el aire que se respira es diferente y hemos podido recuperar la confianza en el Gobierno al ver que se ha comenzado a aplicar la Ley para eliminar fotos y pintadas de ETA de los espacios públicos en las fiestas que tienen lugar a mediados de agosto en la mayoría de las ciudades y de los pueblos del país.
Conviene recordar, aunque sea para muchos algo conocido, que todos los años los ciudadanos teníamos que soportar la presencia de fotos de asesinos y delincuentes, porque no son otra cosa, en las calles y en los balcones de los ayuntamientos. Era una vergüenza, una indignidad y una ofensa terrible para los familiares de las víctimas, pero nadie se atrevía a decir nada y, en primer lugar, nada hacían los que tenían la responsabilidad de hacerlo. El verano pasado ya no fue así; las fuerzas de orden público cumplieron con su obligación retirando los carteles que hacían apología del terrorismo. En ocasiones los volvían a colocar, pero eso era lo de menos, pues se volvían a retirar. Es decir, la ley se cumplía. Me comentaba uno de mis hijos que ese fue el primer verano en que no se había sentido mal por no estar haciendo nada a la vista de lo que estaba pasando; el «Estado», me decía, estaba cumpliendo por fin con una de sus primeras obligaciones.
Es cierto que hemos sido muchos los ciudadanos, vascos y no vascos, que hemos recuperado la confianza en el Estado de Derecho y en las instituciones democráticas en Euskadi, pero, al parecer, no todos, desgraciadamente, piensan así. Alguien calificó en su momento la firme determinación del Gobierno actual como «juegos de verano». Era una villanía, pero lo peor es que ello nos explica la contemporización que se ha venido teniendo con esas demostraciones de auténtica apología del terrorismo en lugares públicos y privados en épocas anteriores. Esas pancartas que año tras año ensuciaban las calles vascas no eran simples gamberradas. En el País Vasco eran, son, siguen siendo, una demostración de poder del terror, una amenaza a la ciudadanía, a las instituciones democráticas, a la Ley.
La coalición PP-PSE ha tenido el valor de enfrentarse al problema más grave del País Vasco de frente, desde su raíz, sin contemplaciones. Debemos no sólo reconocérselo sino también apoyarla, sin matices, sin ambigüedades, siempre que se siga por ese camino. Es algo que se tenía que haber hecho desde hace mucho tiempo. No es un «juego de verano» hacer que se respete y se cumpla la Ley, es una obligación y una responsabilidad del Gobierno de la cual no puede abdicar en modo alguno. Hoy, afortunadamente, los «juegos de verano» se han convertido en «juegos prohibidos». Un espacio que ganamos al miedo: un avance democrático imprescindible. Un paso necesario para llegar a esa paz que la mayoría del pueblo vasco desea.

http://www.abc.es/20100818/latercera/espacio-ganamos-miedo-20100818.html

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