miercoles 5 de noviembre de 2008
Di Stéfano en la Casa Blanca
TOMÁS CUESTA
DI Stéfano no fue un entrenador muy exitoso («nobody is perfect», ya se sabe), pero el carácter que tuvo sobre el césped no se perdió al trasvasarlo a la pizarra. Para alguien como él, que sentó cátedra de genio y sentó a infinidad de contrincantes, debía resultar muchísimo más fácil inventar un regate que explicarlo. La genialidad, decía Schopenhauer, no consiste en dar siempre en la diana. Para eso -que es mucho-, con el talento basta. Los genios son aquellos que ven una diana donde nadie ve nada. Vamos, que don Alfredo Di Stéfano, que descubría diana tras diana, era un verdadero visionario, igual que don Arturo Schopenhauer. E, incluso, por lo que algunos largan, pecaría también de cascarrabias. «Mutatis mutandi», claro, porque el filósofo alemán era un misógino, un misántropo y un cólico miserere para sus semejantes. Únicamente congeniaba con su perro, pero, si se portaba mal, le insultaba sin piedad y sin recato: «¡Humano, más que humano!». Pues eso, que las divagaciones son algo intrínseco a la condición humana y ustedes disimulen que, divagando, divagando, hayamos alineado a Schopenhauer. Así pues, al grano. Según cuentan, el «mister» Di Stéfano, con el fin de impedir, precisamente, que los chicos se fueran por las ramas, les enseñaba el arte de echar el cuero al pasto. A controlar el balón en lugar de rifarlo. Y lo hacía a través de un silogismo que, aún no siendo impecable, responde a los esquemas de la lógica clásica: un par de premisas y una conclusión porteña y lapidaria.
El cuero procede de las vacas
Las vacas comen pasto
¡No me caguen la vida y echen el cuero al pasto!
Hoy mismo, a lo largo de una madrugada interminable, los votos de Joe el fontanero y los de Bruce Springsteen y su banda, habrán echado al pasto una pelota que lleva en el alero más de un año. Y, a no ser que la noche haya acabado en tablas y el síndrome del gol fantasma irrumpa en el estadio, los bustos parlantes de la tele tendrán una ceja en Boston, la otra en San Francisco y la nariz en Kansas. Si ha sido Barack Obama el elegido (o, mejor dicho, El Elegido; el Mesías que Machín profetizara) no va a haber quién soporte la humareda del auto de fe mediático. Y, si resulta que McCain ha dado el campanazo, algunos deberían sacar número para arrojarse desde los campanarios. Tronchante, la verdad, pero improbable. En cualquier caso, el primer martes después del primer lunes del undécimo mes de este año de gracia, ha sido la confirmación inapelable de que las viejas tesis que estableciera Guy Debord sobre la tiranía de la sociedad del espectáculo siguen estando al cabo de la calle. ¿Realmente creemos que el que haya un relevo en Washington nos sacará de pobres y nos curará de espantos? Pues aviados vamos.
Sea quién sea el responsable de llevar la manija de la Casa Blanca no actuará de un modo muy distinto al que preconizaba Di Stéfano en la otra Casa Blanca. A la hora de pasar de las musas al teatro (al teatro de operaciones, ahí se representa el drama) la zaga se impondrá a la delantera, el «catenaccio» a la pegada. Pases cortos y al pie, sin florituras, sin alardes. La contraseña es echar el cuero al pasto antes de que lo esquilmen -no el cuero, sino el pasto- las vacas hambreadas. O sea, que toca especular en vez de poner cerco a la meta contraria. Arriesgar lo justito y no mojar la pólvora a la espera de que en Wall Street escampe. Hasta ayer, el horror del 11-S era la referencia ineludible del tinglado político norteamericano. El desafío terrorista puso de manifiesto que el blindaje simbólico es menos permeable cuanto mayor es la amenaza. La crisis financiera, sin embargo, no entiende de héroes ni de patrias. Es una enfermedad moral que castiga a las víctimas y exime a los culpables. Es peor que un atentado, es una estafa. Vamos, que el nuevo presidente o ve crecer la hierba o acabará zampándosela. Echar el cuero al pasto y mantener el resultado. No hay más cáscaras.
http://www.abc.es/20081105/opinion-firmas/stefano-casa-blanca-20081105.html
miércoles, noviembre 05, 2008
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1 comentario:
Don Alfredo di Stéfano también fue buen entrenador, sobre todo en el Valencia C de F.
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