Lo que Europa puede hacer por Obama
EDUARDO SAN MARTÍN
Viernes, 07-11-08
TODAVÍA a mediados de septiembre, ironizaba la afilada pluma del columnista británico Gideon Rachman sobre el arrobamiento con el que el público europeo, y muchos de sus líderes, habían caído rendidos a los pies de Barack Obama. Y recordaba cómo, en 2004, el diario inglés de izquierda The Guardian decidió echar una mano a John Kerry por el procedimiento de indicar a sus lectores 14.000 direcciones de votantes del condado de Clark, Ohio, que iba a ser decisivo en un Estado que, a su vez, se presumía determinante (como así ocurrió) en la elección de aquel año. Y les invitaba a que escribieran a esos electores urgiéndoles a que votasen contra Bush. Pues bien, sucedió que ese condado fue precisamente el único de los 88 de Ohio que cambió su voto de demócrata a republicano en aquellos comicios. La evocación de la anécdota concluía con una moraleja implícita: harían mejor en refrenar sus impulsos los entusiastas europeos de Obama, no fueran a arruinar las posibilidades de victoria del candidato. Hay que decir que, más allá de la ironía, Rachman concluía afirmando que el hecho de que el mundo estuviera tan claramente a favor de Obama no debía ser considerado un factor desdeñable por los electores norteamericanos. Ojalá haya sido así.
Frente a un sector duro de la sociedad americana que recela de todo lo que venga de Europa, como pudo haber ocurrido en el condado de Clark, hay millones de ciudadanos de Estados Unidos que han asistido con desolación al aislamiento al que Bush ha conducido al país respecto de su hábitat natural, que no es otro que el de las democracias avanzadas del mundo. Los últimos ocho años de política exterior americana prueban que el interés de Estados Unidos, prioridad que pondrá siempre en el top de su agenda cualquier presidente americano, sea cual sea su color, no se defiende necesariamente mejor dando permanentes lecciones de firmeza al resto del universo. El declive de la influencia de Estados Unidos en el mundo es algo de lo que se habla ya abiertamente al otro lado del Atlántico.
Un nuevo motto, pues, inspirará la acción exterior de Estados Unidos, el de la cooperación. Así lo prometió Obama en su epifanía triunfal la noche del martes. Pero eso será, naturalmente, a condición de que sus aliados, y en especial los europeos, pongan también algo de su parte, lo que no siempre ha sido el caso. En más de una causa respetable, Estados Unidos se ha encontrado solo no por voluntad propia. Parafraseando a John Kennedy, hoy tan de moda, («No os preguntéis qué puede hacer América por vosotros, sino lo que vosotros podéis hacer por América»), los líderes europeos deberían interrogarse sobre qué parte de su política exterior deberían revisar, ellos también, para ayudar a Estados Unidos a ejercer un liderazgo cimentado en la persuasión y no en la redención del mundo, en la colaboración y no en el cumplimiento de ninguna misión histórica.
Porque a una mayor colaboración entre los Estados Unidos y Europa no se llegará siempre por un camino de rosas con Barack Obama. Grandes cuestiones nos separan hoy, no sólo de la que fue la política de la anterior administración americana, sino de algunas de las formulaciones que ya adelantó el candidato a lo largo de su campaña. Afganistán, por ejemplo. El nuevo presidente pedirá de forma inmediata a sus socios europeos que aumenten en varios miles de soldados su presencia allí sin los caveats que normalmente limitan su misión, como es el caso español. Ni Alemania ni Francia están por la labor, mientras que países como el Reino Unido y Holanda, que han cargado con un peso mayor, se declaran sobrepasados.
O el caso de Irán, porque una cosa es que el futuro presidente deseche toda posibilidad de bombardear el país y otra es que no exija a sus aliados mayor seriedad en el cumplimiento de un programa de sanciones realmente efectivo. O la ronda de Doha, paralizada por las subvenciones agrícolas a ambos lados del Atlántico. «América y Europa -escribía The Economist- se necesitan mutuamente y aún pueden hacer mucho juntos. Si ambos no entienden esto ahora, dentro de 20 años serán otros los que modelen el mundo». Y el declive ya no será sólo de Estados Unidos sino de todo Occidente.
http://www.abc.es/20081107/opinion-firmas/europa-puede-hacer-obama-20081107.html
jueves, noviembre 06, 2008
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