jueves, noviembre 06, 2008

Carlos Luis Rodriguez, El imposible Obama

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

El imposible Obama

La Negra Sombra es nuestro himno suplente, hay una villa llamada Negreira y el chapapote negro del Prestige formó parte de nuestra divisa en una ocasión infausta. Algo tenemos en común por lo tanto con el líder que acapara el entusiasmo del mundo. Galicia está entre el mogollón de pueblos, naciones y países que saludan desde la valla al gran icono, y puede exhibir, como los fanes en los conciertos, símbolos que nos emparentan con la gran estrella.

Políticamente hablando, la cosa es más difícil por mucho que se esfuercen los dirigentes en parecerse a Obama. Con prisa han acudido a preguntarle al espejo cuál de ellos tiene más similitudes con el presidente electo de los Estados Unidos. Feijóo acentúa en su pose la idea de cambio, Touriño se atusa la socialdemocracia y Quintana hace hincapié en la fuerza de las ideas.

No sabemos lo que habrá respondido el espejito. El cuento nos dice que es sincero, que le dice la verdad a la madrastra o a quien se le ponga delante, y de ese precedente hay que deducir que ninguno de nuestros tres tenores habrá sido de su agrado. El zapato del señor Barack le queda grande a los tres, no porque sean pequeños los pies, sino porque se los ha empequeñecido el partido, que es como una mala horma.

A la hora de hacer equiparaciones, se olvida que los partidos no son homologables. La estructura del Partido Demócrata o el Republicano propicia Obamas, Reagans, Roosevelts, Eisenhowers, Trumans, Kennedys, es decir, grandes dirigentes con enorme personalidad y libertad suficiente para inaugurar una nueva era.

Nuestras organizaciones políticas trituran la genialidad, fabrican clones, fomentan la mediocridad, ensalzan el lenguaje oscuro, correcto, anodino. En ellas entra gente con salero y salen cargos sosos. Salvo excepciones, la militancia partidaria se parece a la militar, donde lo mejor es no destacar demasiado, ni por arriba ni por abajo, no vaya a ser. La diferencia entre su política y la nuestra no tiene que ver con la calidad de la materia prima, sino con los aparatos.

Alguien con la trayectoria vital, profesional, académica y política de Obama duraría poco en el PPdeG, el PSdeG o el BNG. Si lo dejaban entrar, estaría después obligado a enfrentarse con obstáculos cuya superación no dependería de su valía, sino de su astucia en el arte de las maquinaciones internas. A partir de determinado escalón, tendría ante sí dos puertas: una le permitiría seguir subiendo, a costa de amoldarse a la vulgaridad; la otra lo conduciría a la calle.

Quien haya seguido la campaña presidencial y la de las nominaciones, habrá percibido dos detalles asombrosos para nuestra mentalidad. El candidato habla para la gente, no para los suyos. Procura en todo momento trascender las cuatro paredes de la sala, del estadio, del recinto y llegar a todo el país. Esa es la primera diferencia.

La segunda estriba en que los estilos y mensajes responden a la personalidad de cada político, no son algo estándar, prefabricado en laboratorios de comunicación. Obama es Obama; Hillary, Hillary, y Mac Cain y los demás republicanos tienen también su propia e intransferible personalidad. Aquí se tiende a la uniformidad. Cada partido tiene un uniforme que es adoptado por sus líderes con leves variaciones.

En la Kenia de sus ancestros, Barack hubiera sido el brujo de alguna tribu. En México, tal vez ya habría muerto en algún atentado. En Galicia, algún celoso burócrata partidario lo apartaría de la carrera. Tiene suerte de ser americano.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1060&idNoticiaOpinion=361983

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