martes, noviembre 18, 2008

Política nacional para la crisis

Política nacional para la crisis

Miércoles, 19-11-08
AYER fue una jornada que demostró por qué la cumbre del G-20 en Washington trató una vertiente de la crisis económica que no libera a los Gobiernos nacionales de adoptar medidas en sus propios mercados para estimular la recuperación del empleo y de la producción. A lo largo del día fueron desvelándose datos que obligan al Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero a poner los pies en la tierra y a hacer más realista su discurso sobre la crisis, estratégicamente anclado en el contexto internacional -que explica parte, pero no toda la crisis española- y en una defensa repetitiva de «políticas sociales» que, por el momento, brillan por la ausencia de resultados, salvo la subvención paliativa de los efectos de un paro descontrolado. El secretario de Estado de Hacienda y Presupuestos, Carlos Ocaña, vaticinó que en 2009 podría superarse el 3 por ciento de déficit público. La morosidad -es decir, el impago de créditos- ha llegado al 2,5 por ciento, que era el nivel existente en 1998 y con todos los datos a favor de un aumento que el presidente de la Confederación Española de Cajas de Ahorro, Juan Ramón Quintás, en la entrevista publicada por ABC el pasado domingo, cifró en el 7 por ciento para 2009. Además, la Seguridad Social ha perdido afiliados extranjeros por tercer mes consecutivo, lo que significa que el desempleo en la inmigración se acentúa y carece de alternativas en otros sectores de la economía.
El cuadro actual de las cifras económicas en España es alarmante porque empeora constantemente, sin que las medidas anunciadas por el Gobierno socialista hayan producido no ya una inversión de la tendencia, ni siquiera una desaceleración del empeoramiento. Las soluciones no van a venir, sólo o principalmente, de fuera, de la mano de Barack Obama o de un ambicioso -pero quizá eficaz sólo a largo plazo- consenso sobre el nuevo sistema financiero mundial. La intensa actividad exterior del presidente del Gobierno está empezando a parecerse a una válvula de escape de las responsabilidades internas que tiene contraídas para promover la recuperación económica. La economía española tiene males propios, como el déficit exterior y el desempleo, alimentado por la falta de reformas estructurales en el mercado laboral, que no se acometieron en tiempo de bonanza y están descartadas en la crisis actual, por imperativo de un discurso que quiere ahorrar a la sociedad malos tragos, a pesar de que, antes o después, habrá que ejecutarlos porque las arcas del Estado no podrán asumir todos los costes de la crisis. Ahora, el Gobierno se ufana por el alto nivel asistencial del Estado, pero realmente no debería ser motivo de satisfacción que el Estado pueda subvencionar a un número ingente de desempleados, de la misma manera que un sistema sanitario no es eficaz sólo porque los hospitales estén saturados de enfermos.
La economía real de familias y Pymes se está desplomando. El impago de créditos se extiende, los ciudadanos consumen menos y el desempleo ya no es un problema del vecino. El rescate del sistema financiero no es un fin en sí mismo, sino el medio para que el crédito se reactive y las pequeñas y medianas empresas puedan financiarse y así frenar la sangría de puestos de trabajo que se pierden por el frenazo de la actividad. Las familias necesitan que sus compromisos financieros -alquileres, préstamos, créditos- tengan un tiempo de respiro como el que están consiguiendo sus bancos y cajas acreedores con la inyección de dinero público por medio de avales o compra de activos. Lo cierto es que el tiempo pasa en una crisis que comenzó mucho antes de que el Gobierno socialista decidiera asumir que existía, una vez que no había riesgos electorales y que la realidad se imponía por sí sola ante los ojos de los ciudadanos. Es cierto que la unidad política y social es necesaria para superar la crisis, pero es compatible con el principio democrático de la responsabilidad del Poder Ejecutivo. Más aún cuando los márgenes de confianza empiezan a estrecharse ante la contumacia de los malos resultados.

http://www.abc.es/20081119/opinion-confidencial/politica-nacional-para-crisis-20081119.html

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