martes, noviembre 18, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Livingstone por Madrid

miercoles 19 de noviembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

Livingstone por Madrid

No paraban de hablar del franquismo de Fraga. Como Garzones adelantados a su tiempo, exhumaban retazos de la briografía de don Manuel para descubrir siniestras complicidades con la dictadura, gestos autoritarios, tirantes rojigualdas, teléfonos arrancados y demás restos de su pródiga arqueología personal. Todo un despliegue de memoria histórica.

Pero la izquierda se equivocaba al enfocar de ese modo la lucha contra su adversario, no porque los datos del expediente F fuesen falsos, sino porque resultaban irrelevantes. Galicia ya lo sabía. Nadie ignoraba que el personaje tenía un carácter poco angelical, o que llegaba aquí tras un largo peregrinaje por la historia. Sin embargo, le votaron hasta el final. Era su presente lo que se valoraba, aunque las excavaciones mostrasen varios vestigios desagradables.

Galicia también sabe ahora que el nacionalismo tiene sedimentos marxistas e incluso leninistas, igual que la Coalición Canaria que forma bipartito con el Partido Popular en las islas. Pero pocos ven en el BNG una organización dispuesta a repetir el modelo bolchevique. Las consellerías y concellos donde están no se han transformado en soviets, guste o no su gestión.

De ahí que haya que ver en la intervención de Feijóo en un selecto foro madrileño, o un error o un esfuerzo por mimetizarse con el ambiente. Eso es lo que vende en determinados círculos madrileños. Hay allí una caldera que se alimenta con relatos de miedo procedentes de la periferia, que estremecen a los círculos biempensantes y confirman su convicción de que Madrid es un islote de sensatez.

Don Alberto queda bien ante el auditorio al comparecer como un Livingstone llegado de una tierra inhóspita, sin antropófagos pero con comunistas. Se podría haber llevado uno para deleite de la concurrencia, y dejarlo instalado en el Museo de Ciencias Naturales, junto a algún ejemplar de la prehistoria. En fin, que el público de la velada quedaría encantado y estremecido con la brillantez indiscutible de Feijóo.

Lo malo es que pocos de los asistentes serán gallegos con derecho a voto. La batalla decisiva del líder del PPdeG se librará en la jungla, no en el Ritz, y en este caso no podrá tener la ayuda de brigadas internacionales. Solo ante el peligro, a merced de los electores y de las componendas que pueda hacer si los resultados lo requieren.

Le ocurre lo mismo que al personal de izquierdas que se iba también a Madrid a describir a don Manuel como un Yeti instalado en la Xunta. La audiencia progresista abría la boca, se indignaba con la persistencia del fraguismo, pero nada podía hacer porque los gallegos seguían empeñados en hacer de Fraga su líder invicto.

Hay rarezas de la política gallega que se entienden mal allá. Extrañó la obstinación en elevar a don Manuel a la categoría de dirigente crucial de la autonomía, y extraña que los especímenes marxistas-leninistas que describe el Darwin del PPdeG se muevan por Galicia como si nada. No obstante, todo nuestro ecosistema político tiene su lógica, si se olvidan por un momento los criterios vigentes en la Corte.

Ocurre otro tanto con Navarra, donde Miguel Sanz opta por ser como Tarzán y dejarse llevar por la llamada de su selva, o con Canarias, lugar insólito en el que está en vigor un pacto de gobierno del PP con nacionalistas no menos feroces que el BNG. Tal vez esta Galicia fraguista-leninista sea rariña y poco sofisticada, pero qué le vamos a hacer. Difícil inventar otra.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1072&idNoticiaOpinion=366252

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