domingo, noviembre 02, 2008

Manuel de Prada, De advenedizos y progres de derechas

De advenedizos y progres de derechas

JUAN MANUEL DE PRADA

Lunes, 03-11-08
Proust nos proponía, en la figura del protagonista de «En busca del tiempo perdido», un retrato implacable, aunque no exento de ribetes conmovedores, del parvenu o advenedizo. El parvenu o advenedizo es ese tipo que no halla descanso en la vida hasta que no logra colarse en los cenáculos de la aristocracia, clase social a la que no pertenece, pero en cuyo trato halla una suerte de salvación personal que ni siquiera puede asimilarse al puro afán de medro, sino a un mecanismo psicológico más complejo, en el que se funden traumas infantiles y una especie de fascinación arribista que tal vez sea una sublimación del resentimiento, una manera de acallar la (mala) conciencia de pertenecer a una clase social inferior. El protagonista de Proust se moría por ser invitado a las veladas que organizaba la duquesa de Guermantes; y, para conseguirlo, no vacilaba en maquinar estrategias que lo hiciesen digno a los ojos de la esquiva anfitriona, llegando incluso a mendigar la invitación.
Para conocer a fondo las interioridades psicológicas del parvenu o advenedizo hace falta leerse los siete tomos de la Recherche; o bien, si a uno le falta la paciencia que exigen las morosidades del estilo proustiano, puede seguir las vicisitudes del presidente Zapatero, en su afán por conseguir in extremis una invitación a la Cumbre (la Mayúscula que no falte) de Washington, en la que, según nos anuncia el tabarrón de la propaganda, se va a «refundar el capitalismo». Claro que, si uno opta por esta segunda opción, en lugar de los primores del estilo proustiano, se tropezará con la prosa algarroba de Pepiño Blanco, que es el juglar encargado de convencernos de la conveniencia -¿he dicho conveniencia? ¡Necesidad, coño, necesidad!- de que Zapatero se cuente entre los Padres Refundadores del Capitalismo. Pues, como nos alecciona Pepiño, la presencia de Zapatero dará un «valor añadido» a la Cumbre; en lo que no le falta razón, pues en efecto el parvenu o advenedizo incorpora siempre un «valor añadido» a cualquier reunión, como la carabina o el rodrigón incorporan un «valor añadido» al coloquio de los enamorados, que es el valor del pegote o plasta intempestivo. Zapatero ya nos ha anunciado que quiere asistir a la Cumbre para forzar un debate ideológico; y, desde luego, conocida su facilidad para los idiomas, su presencia garantiza que el debate será forzado, tan forzado al menos como el que mantuvieron los constructores de la torre de Babel.
Al parvenu o advenedizo no lo mueve, a la postre, sino la más cruda megalomanía, disfrazada de propósitos amables y aun filantrópicos. Los juglares de Zapatero afirman que quien no desee fervientemente que nuestro presidente acuda a la Cumbre Refundadora del Capitalismo es un mal patriota; mensaje que los progres de derechas han interiorizado con unción de comulgantes. ¿Y qué es un progre de derechas? Pues un progre de derechas es un tonto útil que sabe a ciencia cierta lo que piensa una señora católica de setenta años; en cambio, no sabe lo que él mismo piensa, tal vez porque no sabe ni siquiera si piensa por sí mismo o piensa lo que otros desean que piense. De modo que acaba pensando lo que los progres de izquierdas le dicen que tiene que pensar; y, así, concluye que, en efecto, el deseo megalómano de un parvenu o advenedizo es en realidad ardor patriótico, y corre a consumirse en su mismo fuego, no sea que lo tilden de antipatriota. Si le preguntáramos a un progre de derechas qué es patriotismo, veríamos que vacilaría; pues la primera definición que se le vendría a la cabeza sería la misma que daría una señora católica de setenta años. Pero el patriotismo de una señora católica de setenta años debe de ser algo muy casposo y reaccionario; de modo que el progre de derechas se lo piensa dos veces (o piensa él que se lo piensa) y se adhiere -por vagancia o dimisionismo lacayuno- al concepto progre de patriotismo, que es exactamente lo contrario de lo que el patriotismo significa. Pues lo que para la señora católica de setenta años, como para Cicerón, es una virtud sacrificada, para el progre es una escarapela ornamental que exhibe (cuando le conviene) para satisfacer sus ansias de parvenu. Pero estos progres de derechas, amén de no pensar o no saber lo que piensan, ni siquiera han leído a Proust.

http://www.abc.es/20081103/opinion-firmas/advenedizos-progres-derechas-20081103.html

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