Iberoamérica, mi desventura
JUAN VELARDE FUERTES
Lunes, 03-11-08
Alterando levemente aquella expresión de los ejércitos imperiales españoles, Europa ha sido nuestra ventura en lo económico e Iberoamérica ha pasado a ser nuestra desventura, y esperemos que no nuestra sepultura. Conviene, en primer lugar, indagar los motivos de lo que puede ser, como ocurría en Flandes con nuestros soldados, nuestra desventura en los países hermanos de América.
En primer lugar, desde finales de los años cuarenta, Iberoamérica siguió una estrella amarga, ajenjo, del estructuralismo económico latinoamericano que ha mostrado ser capaz de conducirle a un hundimiento. De ahí proceden los mandatos del crecimiento hacia dentro, bien mostrado en ese título del economista argentino. Aldo Ferrer, «Vivir con lo nuestro», sumado al rechazo al teorema de la mano invisible de Adam Smith, por la creencia de que la coacción del Estado podía superar todos los resultados que el mercado libre puede ofrecer. Todo ello alimenta a una cría de lo que puede ser ya una anaconda gigantesca en forma de indigenismo, y por supuesto descuida radicalmente tanto la lucha contra la corrupción, como el pánico a la inflación o la búsqueda de un funcionamiento eficaz de un sistema fiscal de tipo personal y progresivo, capaz de eliminar capas amplísimas de pobreza e incultura. España, por el contrario, desde hace sesenta años emprendió el camino exactamente opuesto. Nuestros empresarios así beneficiados, no sólo miraron para su expansión a la Unión Europea o a otros países, sino que, como nos enseña la Escuela de Upsala, por los menores costes de transacción, se orientaron a una Iberoamérica que, por la crisis de la deuda externa -una de las derivaciones de los planteamientos de la citada disparatada política económica- tenía que vender muy baratos sus activos.
Para allí se fue nuestra inversión en cifras considerables, apoyada en tres puntales: industrias tarifadas, que son castigadas con dureza por los Gobiernos cuando aparece una inflación y precisan aumento de las tarifas, porque se considera por la población que es intolerable que eso que notan como un impuesto sobre el gasto -al encender la luz, al abrir el grifo del agua- se vaya al exterior; empresas extractivas, que se sienten como depredadoras de un activo nacional propio que se esfuma; finalmente, empresas financieras, a las que, de modo erróneo se las encasilla entre las causantes de los peores males del capitalismo y que se pueden sustituir -acaba de proclamarlo Chavez con sus recientes nacionalizaciones- sin daño alguno.
Y en esto la corrupción -el «Petrogate»- surge en Perú y da alas a Ollanta; Cristina Kirchner da por concluido el periodo de imitación del «modelo Piñera» de atención a los pensionistas por las AFJP (Administraciones de Fondos de Jubilaciones y Pensiones); en Bolivia, Ecuador, Venezuela y Nicaragua se entabla una carrera para saber quien imita mejor al castrismo, ese que llevó a la pobreza a Cuba; México comienza a bordear la recesión, en parte por el peso económico norteamericano; Venezuela experimenta una inflación, en septiembre de 2008, del 36% anual; Chile, exhibía una caída del cambio de un 28% en un año el 22 de octubre de 2008, lo que es tanto, como una expropiación de la inversión exterior; Colombia sufre un hundimiento, en agosto de 2008, en tasa anual, del 8,8% en su producción industrial; la Bolsa brasileña presenta un hundimiento del 58,7% en términos de dólares el 22 de octubre de 2008 respecto al 31 de diciembre de 2007. ¿Se comprende, pues, que en nuestro desplome actual tampoco hay que eliminar la desventura económica iberoamericana?
http://www.abc.es/20081103/opinion-firmas/iberoamerica-desventura-20081103.html
domingo, noviembre 02, 2008
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