lunes 17 denoviembre de 2008
Descafeinado con sacarina
M. Martín Ferrand
"Nada se parece tanto a la
ingenuidad como el atrevimiento"
(Oscar Wilde)
Durante el desayuno, mientras paladeaba los churros dominicales, estaba dándole vueltas a la Cumbre de Washington, ese homenaje que los líderes mundiales -a decir de TVE- le han rendido a José Luis Rodríguez Zapatero, cuando mi vecino de barra en la cafetería le pidió al camarero: "Un café descafeinado, con leche desnatada y sacarina". No le cabe mejor descripción a la reunión del G20 y sus añadidos ocasionales. Tampoco sería sencillo hacer una mejor definición del perfil político de nuestro actual presidente del Gobierno.
Si le quitamos al muñeco el vestuario que le adorna, se le puede reconocer el mérito de su existencia. El hecho de que se haya celebrado la reunión es, de por sí, benéfico. El que los reunidos hayan acordado volverse a reunir la convierte en un éxito. Lo del contenido ya es otra cosa; pero, si se cree en la existencia del demonio, conviene tener fe en los exorcismos, la única medicina eficaz contra el maligno.
Las discrepancias de fondo entre los distintos lotes en que pueden clasificarse los líderes que se acogieron a la hospitalidad de George W. Bush, y que con su presencia engrandecieron el arranque del mutis republicano tras ocho años de torpeza en el Gobierno, son notables. Especialmente las que separan a EEUU del Viejo Continente y las que distancian a ambos de los países emergentes. Para alcanzar un mínimo consenso tuvieron que ascender, como en un globo, a las ideas generales. En la situación actual, con intereses tan contrapuestos, el G20 no admite poner los pies en la tierra y tocar la realidad.
Al menos se acepta la situación como un problema común y, aunque no será fácil encontrarle soluciones también comunes, buena será una mínima coordinación entre unos y otros para que el remedio no termine siendo peor, y más nocivo, que la enfermedad.
Aunque la cumbre, si vamos al fondo del asunto, tenía como principal objeto el de la celebración de las tres sesiones fotográficas a las que, de buen grado, se sometieron los asistentes -en un mundo enfermo las imágenes tienen más poder de convicción que las ideas-, hay en ella un punto que induce al escándalo. Ni tan siquiera de lejos, a modo de amago justificador, se buscaron causas, instituciones y personas responsables directos, o indirectos, de la que tenemos encima. Eso le hace perder credibilidad a un gesto que, bendito sea, ha provocado una reacción próxima a la esperanza colectiva.
Los reunidos, puestos a buscar su acuerdo más concreto, quieren blindar la economía mundial, o las economías, para que no pueda volver a producirse una crisis global como la que padecemos. ¿Podrá conseguirse ese objetivo sin encontrar la raíz del mal y extirparla con energía y ejemplaridad?
Lo que sí parece claro es que, con más o menos diligencia por parte de los gobiernos, especialmente de los europeos, que suelen ser más perezosos, el paisaje tiene que cambiar. El Estado de Bienestar, como el que mantienen los integrantes de la UE, es insostenible por deseable que resulte. El entendimiento faraónico y gastador del poder, tan español, habrá de ser erradicado y muchas de los "supuestos intocables" que damos aquí por sentados a partir de la Constitución de 1978 tendrán que ser revisados.
José Luis Rodríguez Zapatero fue, entre todos los líderes reunidos en Washington, el que salió más contento. Se jugó todo su prestigio -no es mucho, pero es el que tiene- por conseguir un lugar en la mesa de Washington, y el hecho de haberlo conseguido debe apuntársele como una victoria. Luego utilizó la tribuna, sus minutos de gloria internacional, para hacer un discurso de ideas generales que resultó ser, en aras de la justicia poética, el más neocon de todos los pronunciados. No debe entenderse como una renuncia a la socialdemocracia, que no puede correr el riesgo de colocarse a la derecha del PP de Mariano Rajoy; sino como una exhibición de la vacua elasticidad que constituye, si bien se mira, su punto de mayor eficacia.
El hecho de tomar el café descafeinado, con leche descremada y sacarina -como mi vecino de barra en la cafetería-, lo mismo puede ser síntoma de un gran cuidado de la propia salud y de una apuesta por una ancianidad sin problemas que la evidencia de un estado físico lamentable. En cualquier de las dos opciones resulta muy difícil encontrar algo que comer que le cuadre a tan desesperada situación. Los cruasanes tienen mucha mantequilla, los churros demasiada grasa de fritanga, la bollería industrial, además de ser una provocación al colesterol, conlleva riesgos excesivos...
Algo parecido le ocurre a la Cumbre de Washington. Para alcanzar el acuerdo de volver a reunirse, ya con un nuevo emperador en la Casa Blanca, han tenido que renunciar a tantas cosas que será complejo llevar de las musas al teatro la sutil inanidad de su circunstancia.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/54352.asp
domingo, noviembre 16, 2008
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1 comentario:
hacia mucho tiempo que no pasaba por tu blog, desde luego es unico, genial....perfecto! enorabuena....! te emreces un premio! dentro d epoco te otorgare mi `premio al mejor Blog.
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