lunes 17 de noviembre de 2008
El reto es la competitividad
Germán Yanke
Si el resultado de la Cumbre de Washington (criterios, promesas, buenas intenciones, declaraciones voluntariosas) se ha ajustado a las previsiones, nada podría ser peor que el empeño retórico de convertirlo, sin más, en la solución de la crisis. Habrá que esperar tanto a conocer los planes concretos de Barack Obama como a que las comisiones, las negociaciones multilaterales y las nuevas reuniones vayan dando forma más o menos definitiva a las necesarias modificaciones del sistema financiero internacional. Y a las medidas de reactivación de la economía real, en la que el margen de acción, sin pretender ni dar como hecho el aislamiento de nadie, es muy sensiblemente de cada país.
Nadie duda del efecto en España, por citar el ejemplo que más nos importa, de la crisis financiera internacional y, en concreto, del puré norteamericano de fracaso de la regulación e intereses demasiado reducidos. Pero, siguiendo con ejemplos no exhaustivos, el destrozo de la burbuja financiera, la excesiva dependencia del ladrillo en el crecimiento y el empleo, el déficit comercial, el exceso de deuda y la falta de competitividad de la economía española son cuestiones -y problemas- más propios que importados. A la hora de ocuparse de la economía real, el Gobierno debe enfrentarse a todas ellas, entre otras, y no pretender basar un fatuo optimismo en unas cuantas declaraciones por el momento voluntariosas y generalidades, sin duda interesantes pero evidentemente insuficientes.
En realidad, sin afrontar la situación de la economía real española, y sobre todo nuestra falta de competitividad, la declaración presidencial de que las expectativas de recuperación son ahora "mucho mayores" que hace una semana es algo vacío de contenido. Sin duda, ya es el momento de dejar de lado el principal desiderátum que Rodríguez Zapatero defiende del encuentro (el reconocimiento a lo que ha hecho España) y ponerse a la tarea. No se trata de eso (ni de reconocer a España, o a Holanda, o a Argentina, como si todos hubiesen hecho lo mismo), sino de atajar de una vez la falta de competitividad de nuestra economía. La energía puesta en ese supuesto reconocimiento debe ponerse, redoblada, en las reformas económicas necesarias. Necesarias y urgentes.
Y el Gobierno tiene una doble obligación. Además de la decisión urgente, precisa el acuerdo general en España sobre el rumbo que se ha de imprimir. Y el acuerdo no es una responsabilidad del PP para no ser, como tontamente se le ha acusado, "antipatriota", sencillamente por manifestar públicamente un diagnóstico que ha resultado ser certero y unas opiniones sobre cuestiones acerca de las cuales el Gobierno no le ha solicitado discusión y consenso. El cuerdo es, fundamental y prioritariamente, una responsabilidad gubernamental. Por evitarse algunas rectificaciones y el esfuerzo de entendimiento, el Gobierno, si no se lo toma en serio, hará un flaco favor a los ciudadanos.
Ningún sentido tiene que haya en Washington, a base de generalidades, más acuerdo que en Bruselas, en donde es preciso concretar más. Y ninguno tiene que el presidente anuncie que su plan de reactivación será coordinado con otros países de la Unión si no es negociado con el Partido Popular, único camino para dotarlo de estabilidad y de la suficiente confianza.
http://www.estrelladigital.es/ED/diario/54332.asp
domingo, noviembre 16, 2008
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