martes 18 de noviembre de 2008
¡No bajen a Varela del caballo!
Félix Arbolí
L A noticia, publicada en el “Diario de Cádiz”, me ha enojado y sorprendido, aunque ya debiera estar acostumbrado a estas absurdas arbitrariedades. El Ayuntamiento de San Fernando, mi entrañable y siempre recordada Isla de León, actualmente regida por el PSOE, está perdiendo su legendaria solidaridad entre los ciudadanos, que le sirvió para mantener a raya a las tropas napoleónicas cuando ya habían dominado el resto de España, y se ha unido al carro de esa “desmemoria histórica” que está enfrentando y soliviantando a toda la ciudadanía nacional. Ahora, sin otro asunto mejor que tratar, está consultando a la Delegación de Cultura de la Junta de Andalucía, regida también por el PSOE, sobre los monumentos, lápidas y otros signos que deben ser eliminados para evitar que puedan ofender “su” Memoria Histórica. No quieren darse cuenta que los que aún puedan conservar el recuerdo de ese pasado, - que ellos se empeñan en remover y activar con ideas nada conciliadoras, por supuesto-, o no lo conocieron personalmente o si lo hicieron eran unos críos que se enteraron de lo ocurrido a través de terceras personas involucradas en uno de los dos bandos. Puedo asegurar que ninguno de los que ahora se empeñan en airear aquellos hechos hábilmente deformados y parcializados haya podido tener relación directa con ellos. El que suscribe sólo tenía seis años y sólo conserva de todo ese periodo una difusa impresión, donde destacan las escenas de violencias callejeras de milicianos y milicianas en aquellas terroríficas camionetas de la muerte y posteriormente las de falangistas, moros y de otras procedencias en parecidos transportes y con idénticos motivos y resultados. Una mutua revancha inspirada en el odio que los abusos y las injusticias producen cuando las víctimas alcanzan el poder y no dan opción a la concordia y el perdón. A mi memoria y ésta sí que es histórica, regresan nuevamente aquellas visiones grabadas desde entonces en mis retinas infantiles de edificios derruidos, alarmas con las consiguientes carreras para huir de los “regalitos aéreos” de unos y otros, templos y conventos incendiados e imágenes sagradas profanadas en plena calle ante la algarabía de una chusma incontrolada y las temidas detenciones domiciliarias sin causas justificadas por parte de unos antes y los otros después, seamos sinceros, que terminaban con el cadáver del infortunado abandonado sobre cualquier camino o bajo un solitario árbol. Aún hay familias que no han podido recuperar esos cadáveres y no están armando tanto jaleo por ello, ya que piensan que a los muertos deben dejárseles descansar en paz y tan buena es una tierra como otra para ello. .
Esta es mi “memoria histórica” y la de todos aquellos que sufrimos en vivo ese sangriento periodo de nuestra Historia que quisiéramos olvidar definitivamente para poder terminar nuestros días sin tener que volver a sufrir esos horrores encallados en nuestros sentimientos. ¿Por qué se empeñan ahora, en resucitar odios, represalias y venganzas entre los que son ajenos a esa tragedia o como máximo fuimos simples e inocentes testigos de la misma, cuando han pasado ya setenta años y la muerte ha igualado a autores y víctimas de tantas barbaridades cometidas en uno y otro bando?. ¿Es que no tienen asuntos más importantes y necesarios que tratar?. ¿No se dan cuenta políticos y jueces que por esa cabezonada que les tiene súper activos, dejan sin resolver cuestiones prioritarias e injusticias mucho más importantes y necesarias para la vapuleada y maltratada ciudadanía?. .
Una de las medidas que más ha llamado mi atención y ha conseguido mi enojo y vergüenza ajena, es el interés demoledor por parte del municipio isleño con el monumento erigido en la plaza del Ayuntamiento al general Varela, único militar dos veces laureado de nuestra historia y no precisamente en acciones de la guerra civil y que de simple corneta llegó a Capitán General del Ejército. Una categoría que sólo han conseguido contadísimos militares y que acredita una excepcionalidad impresionante en su hoja de servicios. Nacido en San Fernando, en el seno de una familia muy humilde, ingresó como ya he contado de simple corneta en la vida militar y llegó a lo máximo en el escalafón. ¿Saben o se pueden hacer una idea de lo que ello significa en un estamento tan elitista en aquellos tiempos?. La ciudad orgullosa lo nombró “Hijo predilecto” en 1923, durante la dictadura de Primo de Rivera, nada que ver que con la contienda y posteriormente erigió un monumento ecuestre en su recuerdo. Monumento y memoria que ahora unos señores que no entienden de historia, de valores y de respeto a los hijos más preclaros del municipio que presiden, quieren ir desmantelando poco a poco, -para que el pueblo no se percata de ello-, haciendo desaparecer unos frisos que adornaban sus laterales, luego le tocará el turno a la inscripción y continuando con esa solapada maquinación que tienen emprendida bajarlo del caballo y depositarlo en el almacén municipal para eliminarlo en su totalidad. ¿Harán lo mismo con la casa que la ciudad regaló a Carmen Romero, diputada por Cádiz, cuando era esposa del presidente del gobierno?. Da la casualidad que en una de esas casas, llamadas de las cuatro torres, viví yo una temporada.
¿Qué quieren subir al pedestal de Varela a Carrillo, para que no le lleguen los insultos y amenazas de los universitarios ofendidos con su doctorado “honoris causa”?. Y lo digo porque en el programa “La Noria”de Telecinco, estuvo este político, destacado actor y superviviente de esa “memoria histórica”, teniendo como asistentes al debate a Maria Antonia Iglesias, Jorge Vestringe y Massiel. Una acertada elección de participantes para que el espacio resultara un constante panegírico hacia el entrevistado. Todos se esforzaron en dedicar los mayores elogios y alusiones más respetuosas al político, hasta hacerlo aparecer como una víctima inocente en un mundo de lobos. El presentador Jordi, repetía una y otra vez que era una persona muy apreciada por los españoles, a lo que el astuto e inteligente político con esa socarronería que le caracteriza, aclaraba que había algunos que no le querían y contaba el episodio de la universidad donde un grupo bastante numeroso de estudiantes, o al menos daban esa impresión, le abucheaban y le llamaban asesino gritándole que se fuera una y otra vez, con ocasión de su doctorado “honoris causa”. La reacción de los cuatro reunidos en torno a esa “reliquia” de nuestra pasada contienda, -incluyo al presentador-, era que se trataba de un acto deleznable cometido por un grupo de intolerantes y fanáticos. Es decir, que cuando los políticos no son de izquierda y sufren las críticas, amenazas e insultos de unos incontrolados, la televisión lo expone como una evidencia del mal concepto que la ciudadanía tiene hacia ese político y lo hacen figurar como culpable de esa ira popular. Sin embargo, cuando las ofensas e improperios se dirigen a un político de izquierda y se cuelan en algún medio de comunicación, la causa de esta reacción se debe a un grupo minúsculo de intolerantes y fanáticos. Tenemos abundantes ejemplos cada día que confirman esta especie de ley del embudo tan usada por los políticos actuales y su cohorte de aduladores. Quiero dejar constancia que no me ha gustado nunca la política, ni la he considerado como algo noble dados los ejemplos vividos, ni he recibido a lo largo de mi vida prebendas, beneficios o simples sonrisas de los que gobernaron antes y gobiernan ahora. Si acaso y lo expongo sin rencor, mucha hambre padecida y muchos abusos soportados antes, durante y después de la guerra.
¿Cuándo van a cansarse estos aguafiestas de sacar cadáveres, restaurar viejos rencores, defenestrar monumentos y reliquias que ya pertenecen a la Historia y recuperar el rumbo de la normalidad para que este pobre país pueda vivir en paz y el ciudadano recobrar su dignidad y arreglar su cada vez más maltrecha economía?. ¡Qué obsesión más enfermiza jolines!. Para colmo, en este insaciable afán de eliminar un pasado que ya está en la Historia y no podrán borrar por muchos artilugios que utilicen, se habla de retirar una inscripción de la placa conmemorativa del cincuentenario de la llegada a esa isleña ciudad de los Hermanos de la Salle, en cuyas aulas y talleres han estudiado y se han formado casi la totalidad de los habitantes de ese entrañable rincón de la provincia gaditana. La frase que tanto daño les hace a los “tolerantes” es que al colocarse en 1939, hay una coletilla que indica “Año de la Victoria”. Lo cual, no es una falsedad ya que fue en esa fecha cuando ellos la obtuvieron.
Están intentando remover fechas, personajes y asuntos en un absurdo empeño de restregarnos una y otra vez que perdieron una guerra y no han podido regresar y hacerse oír hasta que el dictador de sus pesadillas murió en la cama. Una cuestión que en nada nos incumbe a los que hemos vivido al margen de cinismos, etiquetajes y rencores y nos traen al pairo tales afanes.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1833
martes, noviembre 18, 2008
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