España transversal
DARÍO VALCÁRCEL
Jueves, 13-11-08
DOS diplomáticos profesionales Miguel Ángel Moratinos y Jorge Dezcallar se han apuntado un tanto. Han conseguido que José Luis Rodríguez Zapatero se siente, pasado mañana, en la cumbre de Washington. Moratinos es ministro de Asuntos Exteriores y militante del Partido Socialista. Dezcallar, embajador en EE.UU., es profesional cien por cien, servicio al Estado. Los dos están lejos de las sectas. Los dos, Moratinos y Dezcallar, han dado una batalla a brazo partido, día y noche, hasta alcanzar su objetivo. El jefe de la Oposición, Mariano Rajoy, ha contribuido y no poco. Se ve la mano, además, de Bernardino León, también diplomático profesional, hoy en el nivel alto de la presidencia del Gobierno. Este más o menos, puede ser el mapa.
Que España tiene méritos para intervenir en el debate parece claro. Que JLRZ haya tenido que dejarse algunas tiras de piel en esa afilada gatera es seguro. El presidente ha jaleado los méritos de España como octava potencia europea. Lo es por su PIB pero crece un inquietante déficit comercial, hay graves problemas de educación y formación profesional, con productividad baja y retroceso de la inversión extranjera. Las dudas sobre el G-8 y el G-20 han llevado la confusión a Washington, más allá de la mala fe. Pero los problemas del mundo son de tal calibre que nadie ha tenido tiempo de detenerse en el papel de una próspera península, en el extremo suroccidental de Europa.
Un dato, sin embargo, preocupante: a pesar del respaldo del jefe de la Oposición al presidente del Gobierno, reaparece en España la fosa divisoria que algunos se empeñan en abrir y reabrir. En la España guerracivilista hubiera habido celebración nacional si hubiéramos sido rechazados de la mesa, todo ello disfrazado de patriotismo. La base pensante de España, quizá superior al 90 por cien, está decidida a defender valores compartidos: trabajo, orden, progreso, concordia, educación... La suerte de los mayores y menos protegidos, la solidaridad con regiones lejanas. Enfrente, la minoría de promotores de la guerra civil, un método seguro, garantizado, ante las diferencias nacionales.
Dañar en estos casos al jefe del Gobierno (Zapatero hoy, pero pudo haber sido su antecesor o anteantecesor) es dispararse en el propio pie. En las últimas semanas hemos leído u oído a medios desconcertantes. La fruición con que se metía el dedo en el ojo enemigo, sin entender que era el propio ojo, daba vergüenza. España, no el gobierno socialista, defendía el derecho a expresarse en un foro que decidirá las bases de un gran giro financiero.
La lucha partidaria, incluso intrapartidaria, puede ser necesaria. Pero digámoslo como es: pasar determinadas líneas rojas equivale a dividir, a romper la unidad básica sin la que los pueblos no pueden avanzar. Hay capítulos intocables. A diferencia de los seres humanos, los pueblos se recuperan de los suicidios. Pero a veces lo consiguen sólo al cabo de 200 años, como le ocurrió a España. No cabe la división ante el terrorismo, la seguridad o la fractura social. Hay que debatir, claro está, cómo se mete el diente a cada problema. Pero los grandes pueblos no están dispuestos a ceder en algunos puntos. Desde la gran ciencia (ITER, Galileo, ESS) al riesgo de déficit de la Seguridad Social. Recuerden lo que España debe a los pactos de Toledo, 1996.
Hay que actuar como oposición, no como aves carroñeras. En este sentido, los mensajes del Rey en defensa de la democracia (defensa de los partidos y de su rivalidad), repiten las advertencias sobre esas líneas rojas, infranqueables. Lo contrario es desconocer la esencia de la democracia. Y ya sabemos, como en la carretera a 120, el precio que se paga por las distracciones.
Transversalidad. Barack Obama (Juntos Podemos. Sí, Podemos) representa el triunfo de lo transversal ante la crisis. En Francia, Sarkozy colabora con socialistas como Strauss-Khan, Kouchner, Védrine. Ángela Merkel dirige un gobierno de coalición, democracia cristiana y socialdemócratas. Brown y Cameron colaboran en la redacción del discurso anual de la reina Isabel II en el parlamento. Naturalmente que hay rivalidad y enfrentamiento. Sin cesar. Pero hay también, al mismo tiempo, una exigencia integradora, transversal.
http://www.abc.es/20081113/opinion-firmas/espana-transversal-20081113.html
miércoles, noviembre 12, 2008
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