vierns 13 de junio de 2008
¿Deben ir a Moncloa CCOO y UGT?
Pablo Sebastián
Mientras dure la huelga del transporte y la pesca, y sigan a palo limpio los enfrentamientos entre los trabajadores del sector y las tardías fuerzas de seguridad del ministro Rubalcaba, con un trágico balance que incluye un piquetero muerto, un conductor quemado, cerca de treinta heridos y más de cien detenidos, no tiene sentido que se celebre en el palacio de la Moncloa un encuentro entre el Gobierno, los sindicatos y la patronal, que sólo va a beneficiar a Zapatero para aparentar ante los ciudadanos que ya hace algo frente a la crisis económica y social, que el presidente sigue negando.
Sería un grave error que los líderes de Comisiones Obreras y de UGT, José María Fidalgo y Cándido Méndez, participaran en semejante reunión en las actuales circunstancias por dos motivos importantes: porque pueden darles la espalda a los trabajadores del transporte en paro, aunque no sean de sus propios sindicatos, ofreciendo la imagen de dos esquiroles en palacio; y porque la reunión no ha sido preparada con tiempo suficiente, carece de un contenido de fondo y está sobrada de oportunismo por parte del Gobierno.
Y si la huelga continúa y pasa a incidentes mayores a los ahora conocidos, después de la foto de la Moncloa, a Fidalgo y Méndez se les va a quedar una cara de tontos burlados de mucho cuidado. Porque no estamos ante una cuestión de “responsabilidad”, como ahora dice Zapatero al tiempo que amenaza con su “tolerancia cero”. Estamos ante la urgente necesidad de que el desaparecido vicepresidente Solbes tome medidas que permitan, a los sectores afectados por la subida de los carburantes, paliar directamente el impacto de los precios del petróleo, tanto en el caso actual como en los venideros, y no quedarse, como suele hacer Solbes, en el rol de Tancredo, a ver qué ocurre, o a poner velas al rey de Arabia Saudí a ver si aumenta la producción, o se tranquiliza, solo, el mercado del crudo y se acabe la especulación.
Con los carburantes, al Gobierno le está pasando lo mismo que con el agua. Como no tenían una política decidida y estructurada sobre el agua —ahora la ministra del ramo nos viene con otro ¡pacto de Estado!, después de haberse cargado el plan hidrológico nacional, y la política diseñada años atrás por el ex ministro Josep Borrell—, el Gobierno tuvo que recurrir al trasvase del Ebro a favor de Barcelona, y luego llegaron las lluvias. Con lo que los políticos implicados, madrileños, aragoneses y catalanes, quedaron en la peor de las evidencias, tras haber hecho alarde, los del Gobierno, de su incapacidad, y los de Aragón y Cataluña, de su insolidaridad.
Cuidado con los movimientos temerarios de los sindicatos en estas arenas movedizas de la crisis económica y social, porque si bien es cierto que se les debe pedir responsabilidad, semejante llamamiento pasa porque, de una vez por todas, el Gobierno reconozca la gravedad de la situación, no vaya a ser —visto como el decrecimiento de nuestra economía— que pasemos, de un golpe, de la extraña desaceleración a la recesión. Y entonces caerá sobre las espaldas sindicales toda la presión, incluidos los consabidos llamamientos a la flexibilidad laboral, como los que ya empiezan a hacerse públicos por la patronal —y en muchos casos con razón— porque, si las cosas siguen así, la disyuntiva para muchas empresas será o los despidos o su desaparición. En definitiva, un laberinto infernal sin salidas a la vista, mientras el Gobierno se enroca en la Moncloa a la espera de una foto que le permita respirar.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=13/06/2008&name=manantial
jueves, junio 12, 2008
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