lunes, junio 16, 2008

La condena a Losantos y la Conferencia Episcopal

La condena de Losantos y la Conferencia Episcopal

Editorial

La condena, por la vía penal, del director y presentador del programa La Mañana de la COPE Federico Jiménez Losantos, por el delito de injurias con publicidad contra el alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, es un hecho de la mayor gravedad por cuanto la citada emisora es propiedad de la Conferencia Episcopal Española, y aunque el injuriado no haya querido querellarse también contra los propietarios de la citada cadena radiofónica, sí existe una clara responsabilidad moral y empresarial por parte del que es órgano supremo del obispado español y, por supuesto, de los directivos de la COPE, empezando por Coronel de Palma, cuya dimisión, o su cese, no debería de tardar, como primera medida.
No estamos, como ha pretendido Jiménez Losantos, habitual difamador de todo y de todos, ante un problema de libertad de expresión o un habitual enfrentamiento entre políticos y periodistas. Las injurias del locutor de la COPE contra el alcalde de Madrid, y concretamente aquellas en las que le acusaban de traicionar a las víctimas del atentado terrorista del 11-M para lograr sus ambiciones políticas, son, además de una rotunda falsedad, una canallada inadmisible. Similar a otras muchas, cientos de ellas, que este personaje, un verdadero intruso en la profesión periodística, ha lanzado en contra de casi todos los dirigentes políticos e institucionales, aquí incluida con especial alevosía la figura del Rey y la Casa Real, sin olvidar, en todo ello, a algunos prelados de la Conferencia Episcopal, o al nuncio del Papa, al que ha llamado masón.

La Conferencia Episcopal, y todos aquellos tertulianos que le han bailado el agua al injuriador de Losantos —que ya tiene antecedentes penales por su ataque desmedido a Gallardón—, están incluidos en la sentencia por más que no les afecte de manera judicial y directa. La condena mancha a la COPE, daña y afecta a la Conferencia Episcopal y constituye una vía abierta y un precedente para otras demandas y querellas en curso contra este mismo personaje que, para colmo, se ha creído el salvador de España.

Y el estratega e ideólogo del PP, un partido al que —en colaboración con el diario El Mundo, donde Losantos es el columnista político por excelencia— empujó hacia el abismo camino de su derrota electoral del 9 de marzo, tras subirse, todos ellos, en el carro de la fantasmal conspiración del 11-M, y de una extrema derecha, ruidosa y vociferante. La que todavía reclama para el PP Jiménez Losantos como la única y verdadera defensora de los extraños principios que, según el enloquecido locutor, pretende traicionar la actual dirección del PP, con Mariano Rajoy a la cabeza, para provocar un vuelco en el congreso de este partido del próximo fin de semana.

En realidad, no hacía falta esta condena para que la Conferencia Episcopal reflexionara y actuara frente a tamaño desvarío que, conocidos los niveles de agresividad e histrionismo, tenía que ser abordado, tarde o temprano, por la Justicia, y puede que también por algún departamento de psiquiatría, porque el personaje, en su demencial megalomanía de la que hace gala —se presenta convencido de que es un héroe nacional—, y parece haber entrado, de manera irreversible, en el campo de la sinrazón, por razones psíquicas y físicas difíciles de explicar.

Además, este pintoresco locutor, que se pasó desde la extrema izquierda comunista a la extrema derecha confesional, nunca ha sido un periodista, sino más bien un agitador. Un intruso en esta profesión, donde para colmo ha practicado la competencia desleal y el tráfico de favores con políticos a los que daba su “protección”, mientras arrasaba a los demás. La sentencia condenatoria que ahora soporta —aunque la recurra, hasta el infinito— es una justa sentencia y señala un límite del que nadie debe pasar. Como también señala, aunque no la cite, con el dedo, a la Conferencia Episcopal.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=17/06/2008&name=editorial

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