viernes 2 de mayo de 2008
La increíble historia de un portátil viajero
José Mendiola (Elsemanaldigital.com)
H AY una máxima que todo prudente viajero debe seguir a rajatabla: no separarse ni un solo milímetro de nuestro material de valor, y en ese material incluimos, por descontado, la electrónica que acompaña a todo tecnófilo en un viaje. Esto que les comento lo tenía bien en mente Michelle Labrosse, una redactora del prestigioso diario neoyorkino The New York Times, que llevaba en todo momento pegada a su espalda, el portátil, el GPS y el iPhone, claro. Desgracias de la vida, nuestra protagonista sufrió un accidente de moto que provocó que sus traslados fueran bastante penosos, y con muletas y todo, inició un viaje de trabajo que, dadas las circunstancias, le obligó a facturar su valiosa mochila en un aeropuerto de Nevada rumbo a Chicago. Michelle llegó sin consecuencias, pero no así su mochila, que se embarcó en una rocambolesca historia, para desgracia de su propietaria. Saltaron todas las alarmas, y no sólo por el valor monetario del equipo, sino sobre todo porque contenía información sensible que podía resultar muy comprometedora en manos desaprensivas. Así las cosas, la redactora comenzó un laborioso trabajo de cambio de contraseñas, anulación de cuentas y demás información que se le pasó por la cabeza. Imagine el panorama, sobre todo ahora que lo tenemos prácticamente todo en la red. Toda esta catarsis le obligó, por descontado, a comprarse un nuevo portátil y en pleno proceso de configuración del mismo, recibió una inquietante llamada de una compañera del trabajo al tanto de la desaparición: alguien se había conectado al messenger empleando su antigua cuenta. Michelle se puso manos a la obra y contactó con el usurpador. Tras entablar relación con el nuevo propietario del portátil y muchos dimes y diretes, descubrió que se llamaba Rafa, que vivía en Nicaragua y que además de apropiarse de ordenadores ajenos, estaba encantado con la idea de mantener una relación con Bonnie -que así se hizo llamar la redactora del Times-. Michelle entró a saco en el juego y tras ganar su confianza, obtuvo la dirección y nombre completo del ladronzuelo de poca monta. Con todos los datos y evidencias claras de que el ordenador que disfrutaba Rafa era el suyo, Bonnie -Michelle, queremos decir- se puso en contacto con las autoridades nicaragüenses, las norteamericanas y diferentes organismos encargados del registro de ordenadores. Por supuesto, todos ellos tenían algo más importante que hacer que ir a Nicaragua a por un portátil robado. No todo estaba perdido para la norteamericana: al menos su interlocutor no tenía más intenciones que entablar una relación, y por supuesto, disfrutar de un ordenador de gorra.
http://www.vistazoalaprensa.com/contraportada.asp?Id=1648
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario