domingo 3 de diciembre de 2006
ARTÍCULOS
¿Cataluña aburrida?
ARGARITA RIVIÈRE
Empieza una etapa en la que lo deseable es que la política catalana se vuelva inmensamente aburrida: es decir, sin piruetas que atraigan la atención del habitual circo mediático (los 400 'opinion makers' que marcan la agenda temática desde Madrid, como explicaba, hace ya muchos años, Ernest Lluch inspirándose en una anterior descrición de Josep Pla). Todo apunta en esa dirección tras la toma de posesión de los 14 consellers (7 socialistas, 5 de Esquerra Republicana incluyendo a Carod Rovira como vicepresidente, 2 de Iniciativa-Verds, entre los que figura Joan Saura) que completa la formación del 'Govern d'Entesa' (Gobierno de encuentro o entendimiento), un título éste que trata de pasar página formal del convulso tripartito, presidido por Pasqual Maragall, que promovió el Estatut haciendo correr ríos de tinta.Está claro que José Montilla no es Pasqual Maragall, pero ambos comparten -y así lo han reiterado estos días- tanto un socialismo reformista como una decidida idea de participación plena de Cataluña en la política española. Ambos, a fin de cuentas, testimonian la realidad indudable de una Cataluña plural, cosa olvidada, especialmente desde la óptica española acostumbrada aún a simplificar la diversidad catalana. ¿En qué puede, pues, consistir el cambio en la dirección de la política en Cataluña?Hay, sin duda, un cambio de estilo, explicitado en la toma de posesión de Montilla como president de la Generalitat: austeridad total, palabras precisas, actitud de radical voluntad de 'servicio público' («soy el más humilde de los servidores de Cataluña», enfatizó Montilla) y testimonio explícito de «haber aprendido de los errores» por parte de los tres líderes que componen la coalición gobernante. El hermetismo en torno a los nombres que han formado el Gobierno es parte de ese nuevo estilo en el que se adivina la voluntad de no hacer concesiones a la galería. «Es la hora de la verdad», ha resumido el president Montilla. Hombre de pocas palabras, esa 'hora de la verdad' expresa la conciencia de lo que está en juego y de que la lección de la gran abstención electoral parece inicialmente asimilada. El nuevo Gobierno da la impresión de haber entendido que no lo va a tener fácil y que los catalanes, hoy, reclaman menos énfasis identitario y más soluciones palpables a los múltiples problemas, especialmente lacerantes en infraestructuras, transportes, educación y en la integración de una avalancha de inmigrantes (que algunos calculan en cerca de un millón de personas) que ha desbordado todas las previsiones. Este compromiso con la realidad del día a día se materializa en la presencia en el Gobierno de los máximos dirigentes de los tres partidos coaligados, Montilla, Carod y Saura. Las tres formaciones, por tanto, ponen todo su prestigio sobre el tapete y éste es un dato de importancia.Es relevante que Montilla se reserve la coordinación plena del Gobierno y que Carod Rovira, como vicepresidente, haya asumido, entre otros temas no menos comprometidos, la política lingüística con el objetivo de «despolitizar el catalán», según sus propias palabras. No menos significativo es el hecho de que Joan Saura -líder de Iniciativa-Verds, ex comunistas y ecologistas- se responsabilice del Departamento de Interior, en un momento en el que la Policía autonómica puede comenzar a ofrecer 'pleno rendimiento' al desarrollar todas las competencias que le adjudican las leyes en coordinación con los cuerpos de la seguridad del Estado.El perfil del Gobierno, en su conjunto, conjuga continuidad y novedad con el anterior tripartito. Como número dos, indiscutido hasta por la oposición, repite en Economía Antoni Castells, valor en alza del socialismo catalán. Siguen también cuatro consellers (tres socialistas y uno de Iniciativa) del anterior Ejecutivo y aparecen seis caras nuevas (tres de ellas republicanas, entre ellas Joan Puigcercós, ex portavoz de ERC en el Congreso y número dos de su partido), en una combinación ajustada de lo anterior y lo nuevo. Entre estas caras a estrenar no es baladí que a Ernest Maragall, hermano del anterior president, se le encargue la Consellería de Educación: se recuerda así la presencia del espíritu 'maragalliano'.Se ha subrayado la parca presencia de mujeres -cuatro entre 14 hombres- pero no tanto que la mayoría del Gobierno provenga, por diversas vías, del estamento funcionarial y de los 'cuadros' dirigentes de los partidos, lo cual indica que éste es un Gabinete de 'profesionales' de la política que ahora tienen entre 40 y cincuenta y pocos años. Que la gestión política se convierta en 'una gestoría' en el sentido más peyorativo del término, como ha señalado el líder de Convergència i Unió, Artur Mas, está por ver y de ello van a ser síntoma las primeras acciones del Gobierno, que serán miradas con lupa desde múltiples puntos de observación. Esas iniciativas, más que las palabras y las declaraciones de intenciones, van a dar la medida del nuevo equipo que dirige Montilla, a quien unas pegatinas y 'badgets' anónimos han recibido con el eslogan 'Montilla no es el nostre president' ('Montilla no es nuestro presidente') impreso sobre la bandera catalana. Problemas, pues, y de todo orden, no van a faltar, al menos hasta que la oposición nacionalista asimile democráticamente la parte de derrota electoral que le corresponde y que le ha impedido formar una mayoría de gobierno. Por su parte, el Partido Popular, a través de Josep Piqué, ya ha anunciado que a este Ejecutivo no le van a dar ni 'cien días de gracia' por considerarlo un calco del anterior tripartito. Así están las cosas: cualquier traspiés del nuevo equipo parece ser una apetecible pieza de caza. Y todos lo saben. Por ello el aburrimiento no está, ni mucho menos, garantizado.
domingo, diciembre 03, 2006
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