domingo, diciembre 03, 2006

De dique a batidora

domingo 3 de diciembre de 2006
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
De dique a batidora
Tal vez se equivoca Beiras cuando dice que no tiene nada que perder en la Asamblea del BNG. Puede perder una imagen social cultivada durante mucho tiempo, en la que aparecía como amortiguador de las posiciones más asilvestradas del nacionalismo, como domador de sectores, que a duras penas se resistían a abandonar fetiches como el de la autodeterminación.
Por decirlo en términos convencionales, Xose Manuel Beiras era el moderado. Primero en forma subliminal, y luego abiertamente, el beirismo se presentó como el dique que impedía el desbordamiento de la presa. Existía una enorme energía acumulada de nacionalismo que él se encargaba de canalizar y distribuir, un poco como Fenosa. Sin él, el BNG sería una mezcla de extremismo e inadaptación, poco útil para presentarle al país un proyecto atractivo.
Esta idea tuvo una larga vigencia. ¿Era cierta? No hay razones para pensar lo contrario. Beiras fue clave en la maduración del nacionalismo. Además del dique susodicho, suyo es buena parte del tendido que dio entrada al BNG en ambientes que antes eran poco receptivos. Con esos antecedentes, lo lógico hubiera sido verlo ahora al lado de Quintana, y no enfrente, enarbolando con entusiasmo la autodeterminación.
Quiéralo o no, lo que pretende hacer el vicepresidente, es una continuación de lo que él hizo en el BNG. Ni siquiera varía la metodología porque también Beiras se apoyó en la UPG. Más aún: el de Allariz es apadrinado por el profesor, sin duda porque ve en él a un líder capacitado para culminar la larga marcha de la organización.
Ahora comparece flanqueado por la autodeterminación y por una idea de BNG que tiene más que ver con una vaga ONG, que con un partido apto para gobernar. ¿Simulaba antes la moderación, o simula hoy un radicalismo que no va en serio? Difícil optar por una de las hipótesis, pero con cualquiera de las dos, la descomunal figura de Xosé Manuel Beiras, se deteriora.
Con todo el respeto que merece su persona, su trayectoria y su entrega, hay que preguntarse si estaría planteando lo mismo si la historia fuese distinta, y él ocupara la vicepresidencia de la Xunta de Galicia, con conselleiros nacionalistas que se autodeterminan todos los días en áreas de gestión que afectan a miles de gallegos.
O sea, que el que antes se erigía como dique de una energía impetuosa, se esfuerza ahora en agitarla con poses que tienen credibilidad en otros, pero no en él. En vez de presentarse como lo que es, el gran pionero de un debate sobre la adecuación del nacionalismo a la modernidad, se recrea con guiños destinados a epatar, no a le bourgeois, sino al BNG tranquilo.
Con el suyo, son tres los modelos de retirada política que hemos tenido en los últimos días. Los otros corresponden a Francisco Cacharro, ausente en la cumbre del Partido Popular lugués, y el de Manuel Fraga, homenajeado en Madrid en una emotiva ceremonia. Don Manuel personifica la salida más digna, sin una palabra que entorpezca a sus sucesores, ni un gesto que pueda interpretarse como amargura. Don Paco no digiere su ocaso, pero al menos ese malestar suyo no es demasiado estentóreo.
De los tres, es Xosé Manuel Beiras el que peor reacciona, siendo el que podría tener un papel más claro, como guía intelectual del nacionalismo, capaz de suministrar doctrina, reflexión, pensamiento, a quienes están devorados por las tareas cotidianas de gobierno. Opta en cambio por la incongruencia. De dique, a batidora.

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