Felix Arbolí, A pesar de algunos, España entera homenajea a sus Vírgenes

martes 17 de agosto de 2010

A pesar de algunos, España entera homenajea a sus Vírgenes

Félix Arbolí

H OY domingo, l5 de agosto, le pese a quien le pese, pueblos y ciudades de España, comunidades del norte, sur, este y oeste e islas adyacentes, celebran el día de la Virgen. Cada uno tiene la suya, que es la misma de todos, aunque cambien sus imágenes y advocaciones. Lo esencial es que a pesar de los esfuerzos internos y externos porque desterremos nuestras creencias y eliminemos nuestros fervores, España, el pueblo español, sigue siendo católico y mariano. Es muy difícil desterrar lo que llevamos tantos siglos mamando y oyendo de nuestros mayores en generaciones que se pierden más allá de donde pueda llegar nuestra memoria. Esa imagen venerada, de las Patronas de tantas ciudades españolas ha recibido hoy su homenaje de fervor y cariño por parte de la ciudadanía y sus correspondientes bandas de música para amenizar su paseo por las calles engalanadas y prietas de devotos y admiradores.

Aunque la Chacón se haya emperrado en empequeñecer y hasta prohibir los actos religiosos, evitando su carga de emotividad y fervor popular, prohibiendo el rendimiento de honores militares a las imágenes y la utilización de escoltas y bandas de músicas en sus actos procesionales, el pueblo sigue en sus trece y ajeno a sus artilugios anticlericales y ofensivos y a sus gestos de repugnancia en su cara de continuo cabreo, continuará celebrando sus festividades religiosas. Demostrando que la fe no es cuestión de ideología y procedencias, sino de sentimientos muy íntimos que nacen en el mismo corazón de cada persona y se hacen imparables ante la emoción de contemplar a su imagen tan venerada. Carmen Chacón se irá a su Lérida, Gerona, -perdonen pero no soy catalán y así las he llamado siempre, al igual que digo Londres y no London y Nueva York y no New York-, Barcelona o Tarragona o donde más le plazca, en el momento menos pensado, (¡Dios quiera que pronto!), dejando un mal recuerdo de su paso por el gobierno y los españoles continuaremos con nuestras atávicas, pero fervientes costumbres hacia los conceptos de Dios y de la Patria. Y la Legión, libre su lastre ministerial, volverá a elevar a su Cristo de la Buena Muerte sobre sus hombros, para con pasos marciales de los que sólo ellos son capaces, volverlo a honrar y escoltar en sus salidas procesionales que tanto entusiasman y emocionan al pueblo. .

Podrán quitar los Crucifijos de las escuelas y lugares públicos, minimizar los actos castrenses y oficiales que tengan alguna relación con lo sagrado, -aunque se trate de un homenaje póstumo castrense a los que han dado su vida por la Patria y han muerto en el seno de la fe católica-; prohibir que se cante la Salve marinera, que es una verdadera maravilla no sólo en su intención y devoción, sino en su letra y musicalidad; el rezo por los que han muerto defendiendo nuestra Bandera; la Misa de difuntos por sus almas y hasta la Cruz que honraba a nuestros caídos, pero jamás nos quitaréis la fe. Tenéis el mando por ahora y os estáis comportando como esperábamos en cuanto llegara la ocasión, pero ya el pueblo está harto de tantas barrabasadas, la ciudadanía está hosca con tanto desprecio a lo que se relaciona con la religión, la Patria y la Bandera, y lo demuestra haciendo caso omiso a vuestro enfado e incluso desafiándolo, cuando asiste en masa a cuantas celebraciones religiosas se organizan, demostrando que hacen falta muchas Cármenes para desterrar de nuestras vidas lo que para la inmensa mayoría de los españoles merece un respeto y veneración imponentes. Torres más altas han caído cuando han intentado enfrentarse al sentimiento y la devoción del pueblo.

A mí me queda ya poca mecha, aunque quién sabe, a lo mejor me adelantan en ese tránsito espigas más esbeltas y afiladas, pero tengo plena seguridad de que pierde el tiempo y se crea enemistades pretendiendo lo que se ha demostrado una y mil veces que ha sido imposible desterrar y eliminar. Con las cosas del espíritu no se juega, mi estimada señora, y hay que tener mucha altura en todas las circunstancias no para presentar batalla y salir airosa, sino para encontrar una tropa dispuesta a secundarle, excepción de esa minoría tan denostada por sus colegas y tan fácil de encontrar, como difícil de mantener en continua lealtad. Mañana se irán con el de turno y hablarán pestes de usted. Son vaivenes muy enraizados en la manera de actuar de algunos humanos.

No le guardo rencor alguno. Cada uno es como es y no podemos pretender ser clones de un ente determinado. Pero con la sinceridad que me caracteriza y desprovisto de ira, he de decirle que cuando cambien las tornas, que es seguro cambiarán, oiga la opinión de la calle y en su propio partido, se dará cuenta que es mejor dejar un grato recuerdo y una meritoria labor, que dar las más expresivas gracias a Dios por ese cambio.


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