martes 18 de noviembre de 2008
Ramón Pi
el Blog de Ramón Pi
Cadáveres políticos
Pasqual Maragall padece el mal de Alzheimer en fase inicial. Nos hemos enterado porque él mismo lo ha hecho saber públicamente, en el misma conferencia de Prensa en la que ha comunicado que ya no es del PSC porque ha dejado de pagar las cuotas y porque no se siente identificado con aquel partido. Ha llegado, pues, el momento de desearle lo mejor en su lucha contra esta enfermedad, hoy por hoy progresiva e incurable, que lo habría apartado de la política aunque él no se hubiese adelantado, o, por mejor decir, aunque no se hubiera adelantado Rodríguez Zapatero a quitarlo políticamente de en medio.
En el plano personal también es la ocasión de recordar su brillante gestión como alcalde de Barcelona: él fue quien rescató el mar para la ciudad, quien hizo posible la Ronda que descongestionó el tráfico de una urbe encajonada por el mar y la sierra de Collcerola, y por los ríos Besós y Llobregat, quien pilotó magníficamente los Juegos Olímpicos de verano de 1992, para su éxito y para unos frutos municipales espléndidos posteriores.
Estos aspectos de la vida pública del nieto del insigne poeta catalán prevalecen ahora desde un punto de vista personal; pero en términos políticos, aun sin ahondar en sus responsabilidades en el Estatuto de Cataluña y lo que ha llevado consigo de desunión y degradación de la convivencia democrática, no puede ignorarse que Pasqual Maragall es uno de los cadáveres políticos que Rodríguez Zapatero ha ido sembrando desde que es presidente del Gobierno.
En efecto, todo el que se ha acercado a este vallisoletano que dice que es leonés, y no ha mantenido una actitud de sumisión a sus ocurrencias o no ha resultado útil para sus designios, ha quedado laminado para la política o cubierto de unas heridas que todavía se está lamiendo. Ahí tenemos a Nicolás Redondo Terreros, a Rafael Simancas, a Miguel Sebastián, a Fernando Puras, a Joan Ignasi Pla, a María Jesús San Segundo, a José Bono -de momento-, a Juan Carlos Rodríguez Ibarra, a Francisco Vázquez, al mismísimo Alfonso Guerra, obligado a votar sí a un Estatuto catalán que decía en privado aborrecer. Y a Pasqual Maragall, desde luego, sólo que, paradójicamente, su dolencia ha venido a distraer la atención pública de este aspecto de la vida del ex presidente de la Generalidad. Los alrededores de Rodríguez están llenos de osamentas políticas de socialistas y de otros que un día se fiaron de él, desperdigadas por doquier. Menudo personaje.
http://blogs.europapress.es/ramonpi/archive/2007/10/22/cadaveres-politicos.aspx
lunes, noviembre 17, 2008
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