Innovar
03.11.2008
MARGARITA RIVIÈRE
E n tiempos de crisis, las políticas de ciencia y tecnología deben ocupar un lugar central». Son palabras que estos días repite la ministra de Ciencia e Innovación, Cristina Garmendia. No hay que entender estas palabras como un llevarse el agua al propio molino, cosa lógica, sino que la ministra -una presencia que impacta por su sobriedad y serenidad- contextualiza la crisis actual como «una oportunidad para el conocimiento y la innovación». Una esperanza, pues, en medio del desastre. No es la única que quiere ver las enseñanzas provechosas de la cara más dura de la realidad. Un montón de ciudadanos combaten su alarma ante los revolcones del delirio financiero y la economía ficción con el positivo pensamiento de que, con un poco de suerte, volveremos a poner los pies en la realidad y nos desprenderemos de frivolidades inútiles.
Algo tan sencillo como eso, la vida real, los pies en el suelo, se ha convertido, gracias a una pandilla de ilusos y fantasiosos, en una necesidad imprescindible de la vida en común. Para ello el conocimiento, como dice Garmendia, resulta tan imprescindible como la innovación. Se trata de un conocimiento empírico, cierto, comprobado, y de una innovación trabajada con la idea prioritaria de ayudar al ser humano a vivir mejor.
Parece que la ministra ha hecho bien sus deberes. En Barcelona explicó hace unos días que no pocas empresas españolas «son incapaces de absorber la investigación que ya se hace». Dijo trabajar en la búsqueda de un «modelo nuevo de producción de ideas», para lo cual hay que contar con una 'masa crítica' buscadora de excelencia, de que el talento se absorba de manera eficaz. Una dura tarea en la que no todo es dinero: la organización y la inteligencia son más importantes. El nuevo ministerio manejará en 2009 un presupuesto de casi 7.000 millones de euros y promueve una nueva ley de la Ciencia y la Tecnología que reorganizará la investigación en tres grandes ejes: Ciencias y Técnicas de la Vida, de la Materia y Ciencias Humanas y Sociales.
Es la primera vez que un ministro español equipara la importancia de las Humanidades y los estudios sociales a lo que habitualmente se entiende por Ciencia y Tecnología. Hay mucho talento oculto en la sociedad. Los humanistas, por ejemplo, saben para qué asuntos humanos más que económicos deberían servir las máquinas o el dinero. Si la ministra ha detectado esa realidad y la lleva a la práctica, la innovación en la mejora de la vida humana cotidiana irá en serio. Falta nos hace.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081103/opinion/innovar-20081103.html
lunes, noviembre 03, 2008
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