En su beneficio
03.11.2008
JUANJO SÁNCHEZ ARRESEIGOR| HISTORIADOR
L o primero que es preciso aclarar es que Bush no es ningún estúpido. Todos aquellos que le han tratado directamente, tanto amigos como enemigos o neutrales, coinciden en que es una persona de inteligencia normal. Muchos creen firmemente lo contrario en parte por odio ideológico y propagandas adversas, pero también por otros factores.
El primero de estos factores es la incuestionable ignorancia del presidente, que lo desconoce casi todo sobre casi cualquier asunto. Es cierto que se licenció en Yale, pero consiguió su plaza y su grado académico gracias a un vergonzoso sistema de favoritismo hacia los hijos de las familias patricias de Nueva Inglaterra, que fue abolido poco después de que Bush se licenciase. En años recientes ha dejado claro de forma pública y reiterada que es alérgico a la lectura. Como presidente, suele exigir que le presenten informes de muy pocas páginas.
Esto nos lleva al otro defecto grave de su carácter: es perezoso e indolente. Odia esforzarse y siendo, como es, un rico heredero, rara vez ha necesitado hacerlo. Bush no ha trabajado en su vida, pero su apellido le ha proporcionado sucesivos contratos con empresas petroleras que buscaban enchufe con su padre. Lo curioso es que casi todas esas empresas acabaron quebrando, aunque no por culpa de Bush, pues él jamás participó en su gestión, pero cada catástrofe financiera le enriquecía gracias a las llamadas 'paracaídas', las suculentas indemnizaciones por despido para los altos cargos de las grandes empresas. Así fue como pudo adquirir un equipo de béisbol en Texas y desde ahí dar el salto hacia la política como gobernador del Estado.
La imagen de Bush se ha visto perjudicada por sus frecuentes despistes verbales, los 'bushismos', tan numerosos que se ha llegado a afirmar que Bush es disléxico o incluso retrasado mental, o que bebía en secreto. En realidad muchos de los 'bushismos' se explican por su enciclopédica ignorancia. Llamar 'grecios' a los griegos no demuestra falta de inteligencia, sino de información básica. Los restantes son producto de la pereza y la falta de profesionalidad. Todos sabemos que muchas de las declaraciones públicas de los políticos son puramente formularias, de manera que improvisan algunas generalidades o se limitan a leer un texto redactado por algún ayudante, como actores que interpretan un papel. Bush sencillamente no interpreta bien su papel. No se esfuerza.
Otro de los falsos mitos sobre Bush es el de su falta de voluntad. Sin embargo sus verdaderos problemas son su ignorancia y su inexperiencia. Sencillamente, no sabe cómo afrontar muchos de los problemas de gobierno. Todos los testigos coinciden en sus vacilaciones y en lo mucho que le cuesta tomar decisiones. Entonces, a las personas de su entorno les resulta fácil persuadirle. Sin embargo, cuando finalmente toma una decisión, es completamente imposible hacerle cambiar de opinión, pudiendo exhibir una terquedad extraordinaria. Tampoco hay que olvidar que abusaba de la bebida en su juventud y logró desengancharse de ese vicio, hazaña que no todos consiguen. Da igual cuántas camarillas te apoyen o cuánto dinero tenga tu familia. Nadie que carezca de gran voluntad y fuerte ambición puede llegar a ser presidente.
Del mito anterior se deriva otro complementario, que retrata a Bush como el mero hombre de paja de una poderosa camarilla. En realidad, Bush ha ido reuniendo un equipo con ideas similares a las suyas, buscando siempre la máxima afinidad política y la más absoluta lealtad personal. Bush considera cualquier crítica abierta a su Gobierno como una deslealtad personal. Puede ser enormemente rencoroso, como Zapatero está comprobando a su costa. Por ello España, indiscutiblemente una de las 20 grandes potencias mundiales, no ha sido invitada a la gran conferencia sobre la crisis financiera, mientras que sí lo han sido países con economías muy inferiores. En cambio, la antigua 'bestia negra' de Bush, Francia, ha sido invitada, pues Chirac ya no es presidente.
Existe un consenso casi universal sobre el fracaso global de la Administración Bush. Bin Laden está vivo y libre. La ocupación de Irak se ha convertido en un enorme fiasco. Afganistán se complica. Estados Unidos ha perdido prestigio y aliados. Gran parte de la labor de gobierno de Bush ha sido mera ilusión. Una y otra vez se han anunciado a bombo y platillo importantes decisiones, pero una vez conseguido el efecto mediático, todo quedaba en letra muerta. A menudo ni siquiera se asignaba presupuesto alguno para ejecutar las medidas anunciadas.
Ciertamente los ocho años de Bush han sido una calamidad para Estados Unidos, pero no para el propio Bush. No sólo se ha vengado de Sadam Hussein, sino que además ha logrado implantar una política económica que le ha llenado los bolsillos. Bush jamás ha sido un corrupto ni ha malversado fondos públicos, pero casi todas sus decisiones en materia económica le han beneficiado personalmente. Un solo ejemplo entre muchos: la abolición del impuesto sobre las herencias, que sólo afectaba a las grandes fortunas, incluida la que el propio Bush heredará cuando fallezca su padre. Para conseguir que las clases medias no se opusieran a esta política, Bush las sobornó con pequeñas rebajas de impuestos. El resultado ha sido la descapitalización del Estado, un déficit mastodónico, el estado ruinoso de numerosas infraestructuras básicas y la crisis financiera mundial. ¡Pero qué más da! Él ya ha conseguido lo que pretendía y habrá de ser su sucesor el que lidie con las consecuencias.
http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081103/opinion/beneficio-20081103.html
lunes, noviembre 03, 2008
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