viernes 14 de noviembre de 2008
Escritos reaccionarios
Ernesto Ladrón de Guevara
M E he puesto a escribir sobre la degradación de la democracia y las libertades que aqueja a nuestro solar patrio. Me causa un profundo desasosiego la pérdida de la sensibilidad democrática y la reducción al absurdo de las políticas que nos atenazan. Me duele en lo más profundo de mi ser la depauperación de la clase política hasta la estolidez más insólita. Me produce estupefacción la pérdida de todo atisbo de vergüenza y de pudor en el ejercicio de la gobernabilidad y la corrupción. Uno de los ejemplos, entre muchos, es esa persecución que desde el C.A.C. catalán se ejerce contra medios de comunicación como la COPE y otros no afines al régimen. Esa inquisición laica ultranacionalista imita los métodos más deleznables que nos asombraban en los prolegómenos de la descomposición balcánica. Pero no es el único caso que podríamos poner como muestra, puesto que ya empiezan a proliferar de forma alarmante. Y de eso la culpa es de quienes han iniciado desde hace algún tiempo la difuminación del espíritu constitucional en una especie de materia ectoplasmática que ya no reconoce los principios más elementales de la convivencia y de los derechos fundamentales. Es decir del Partido Socialista, que nuevamente –ya lo hizo también en la II República- desbarata la eficacia real del sistema de garantías constitucionales, con la mirada pasmada del principal partido de la oposición y la ausencia del poder arbitral de la Corona. Hace tiempo que vamos por esa deriva sin remisión. Por eso, he decidido no abundar en algo que algunos venimos denunciando desde hace al menos un lustro, pues al parecer no sirve de nada.
En este marasmo, recompone el espíritu ver cómo hay conciudadanos que alumbran con algún rayo de luz de racionalidad. Este es el caso de Jesús Laínz. Un personaje entrañable, con una nobleza que escasea en nuestras sociedades. Parece sacado de un cuadro de Velázquez. Me recuerda mucho a las figuras renacentistas, o a un primer pluma del Siglo de Oro español. Rezuma sabiduría. Desprende bonhomía y nobleza. Escribe con una corrección literaria impropia en los tiempos que corren; hoy, que la lengua cervantina es zarandeada y menospreciada, abandonada y marginada, mientras que alcanza primacía en otras partes del mundo y se estudia como segunda lengua en gran parte del orbe. Laínz se codea con notables de la historiografía moderna y es ensalzado por intelectuales de la talla de Stanley G. Payne, Aleix Vidal-Quadras, José María Carrascal, César Vidal, Pío Moa, etc, pues sus libros han sido muy celebrados por su rigor, claridad intelectual y solidez científica. Sus obras “Adiós España. Verdad y mentira de los nacionalismos”, “La nación falsificada” y “España desquiciada” han tenido un importante relieve. Y a mí me parece que resaltan la estupidez y decadencia que aquejan actualmente a esa Nación que es nuestra patria común, por causa de la degradación cultural y de valores que tanto nos están deshumanizando, por mucho que a sus políticas se les añada pretenciosamente el calificativo de “social”.
El título “Escritos reaccionarios” corresponde al último libro escrito por Laínz. Como su nombre indica, es la reacción a un progresismo que desnaturaliza la realidad de las cosas y se desvía por las vías fáciles de las medias verdades o las mentiras camufladas. El cuestionamiento de dogmas adoptados como verdades universales cuando no son más que tópicos fáciles para inteligencias epidérmicas, es calificado por los autodenominados progresistas como reaccionarismo. Sin embargo, lo cierto es que hoy lo revolucionario, y, por tanto, el camino para el progreso, es conservar lo auténtico, lo genuino, lo que ha funcionado para el beneficio de nuestra civilización, no el relativismo fútil y el nihilismo espiritual que impera. Hoy lo reaccionario se trueca en progresismo, pues es la reacción a lo absurdo, a lo dañino, a lo incívico lo que significa el progreso. La responsabilidad y la búsqueda de la verdad, que es lo justo, debieran de constituir el baluarte de los valores que consoliden los cimientos de nuestra convivencia para el bienestar de las generaciones futuras. Pero soplan otros vientos.
Por eso “Escritos reaccionarios” es un libro imprescindible en los tiempos que corren.
En el índice de la obra se recorre una serie de temas que a modo de brochazos repletos de citas y bien ahormados por fuentes indiscutibles, dan el reflejo de los principales problemas de fondo que condicionan aspectos de nuestras vidas como son la economía, nuestro entramado axiológico, el tamiz cognitivo de una cultura desnaturalizada, la marginalización de lo políticamente correcto por los dogmáticos al uso que presumen de demócratas sin serlo, la persecución de la lengua que nos permite comunicarnos al conjunto de los españoles y recoger los frutos de siglos de legado histórico, la adulteración de la historia bajo la perífrasis de la memoria, la falsificación de esos restos de nuestro pasado que son los topónimos con los que nuestros antepasados denominaban los enclaves donde vivieron, el peso de la losa de los nacionalismos exaltados -ningún nacionalismo no lo es-, etc.
Sinceramente. Merece la pena leer el libro de la misma manera que comen las gallinas, picoteando entre sus líneas y elevando la mirada para sumirse en la reflexión.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4910
jueves, noviembre 13, 2008
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