jueves 13 de noviembre de 2008
MONSEÑOR JULIÁN BARRIO ARZOBISPO DE SANTIAGO
tribuna libre
Cristianismo y progreso
Nadie debe considerarse simplemente sujeto pasivo en la historia. Todos, con lo que decimos, hacemos o sufrimos, también estamos interviniendo en los acontecimientos que un día serán objeto de estudio por el historiador del futuro. Dios nos ha concedido ser causas inteligentes y libres para completar la obra de la Creación, para perfeccionar su armonía para su bien y el de nuestros prójimos. El resultado es algo que no hemos previsto porque la historia humana es como una partitura de música que interpretamos por primera vez, ignorando siempre cuáles son las notas de la página siguiente.
No sé de ninguna persona o de un grupo de personas que se haya sentado en una mesa y haya dicho: "Vamos a crear el progreso". Ahora, algunos mandatarios con mayor o menor influencia en el paso de la historia se pondrán a reflexionar en torno a una mesa sobre lo que acontece y tratarán de adoptar unas medidas que no saben si producirán el efecto que pretenden, suponiendo que vean con claridad hacia dónde hay que ir para tratar de corregir lo que consideran como un fracaso.
No debería olvidarse que en el devenir histórico existen elementos fijos y constantes. En este sentido no debemos olvidar que hay una Providencia en la esencia misma de las cosas.
Hemos nacido dentro de un orden providencial. No somos soberanos en ninguna acción opuesta a este orden y tampoco nos hayamos en condiciones de forjarlo nuevamente de acuerdo con nuestros deseos. Consecuentemente, a mi modo de ver, los valores esenciales del individuo -por ejemplo, el sentido general de la vida- nunca pueden basarse en la idea del progreso, la cual no afecta al hombre en sí, sino al marco y a las condiciones de vida donde la persona humana se desenvuelve.
Existe también otra especie de Providencia que podríamos llamar humana según el profesor Butterfield, que es como una sabiduría colectiva de la raza humana actuando sobre la historia. Es una Providencia superior que puede extraer el bien del mal y nos lleva a tomar conciencia de que no somos los hacedores soberanos de la historia, sino que hemos nacido para colaborar con la Providencia, lo que realza la dignidad de la persona. "Porque el Dios todopoderoso, por ser soberanamente bueno, no permitiría jamás que en sus obras existiera algún mal, si Él no fuera suficientemente poderoso y bueno para hacer surgir un bien del mismo mal". Bien es verdad que la presunción del hombre puede llevarle a revelarse contra la Providencia y conseguir el objetivo que pretende, pero no se imagina las funestas consecuencias que puede tener, siendo dentro de ellas insignificante dicho objetivo. La Providencia puede facilitarnos lo que deseamos para darnos cuenta de nuestras vanas pretensiones que nos destruyen a nosotros mismos.
¿Estamos yendo a un progreso como marco y condiciones de vida, que nos destruirá a nosotros mismos? Si fuera así, para obviar este riesgo hemos de considerar que "la persona humana debe ser siempre la medida de las posibilidades y del éxito de un programa económico o social. El progreso no puede, por esto, ir separado de la dignidad de la persona ni del respeto a sus derechos fundamentales".
No tener en cuenta esto, conllevaría que el progreso no ayudaría a mejorar a la persona, consciente de que no puede crear la corriente del tiempo, pero de que puede navegar sobre ella. "La fe no condena ciertamente el empeño por mejorar las condiciones de vida sobre la tierra. Al contrario, enseña que ese empeño se ha de ver e interpretar en la perspectiva de la tarea de dominar la tierra que Dios confió al hombre desde los comienzos de su historia.
Lo que la fe no admite es que el hombre entienda el momento terreno como la fase definitiva de su historia, cuando no es más que una fase provisional de la misma, que hay que vivir en función del verdadero punto de llegada, situado más allá del tiempo, en el ámbito de lo eterno".
Unas leyes por el hecho de calificarlas como progresistas, si no responden a la condición auténtica del hombre, no van a favorecer esas condiciones donde la persona tiene que vivir los valores esenciales. Unos avances tecnológicos si anulan el papel que corresponde al hombre no sirven a su progreso, que ha de tener siempre a la persona no sólo como protagonista, sino también como responsable frente al sistema productivo y a la gestión de la sociedad misma. Trabajemos por un progreso humano.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1066&idNoticiaOpinion=364233
miércoles, noviembre 12, 2008
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