martes 4 de noviembre de 2008
Amenazas de por vida
Juan Urrutia
E TA sigue, como era de esperar, con su dinámica tradicional de provocar terror, de amedrentar a la sociedad segando vidas. En esta ocasión no lo consiguió, el coche bomba que hizo explosión sin previo aviso en la Universidad de Navarra, no causo el efecto deseado por los mafiosos etarras, aunque sí hirió levemente a varias personas.
Claro está que parte de su propósito, el de hacer que muchos ciudadanos teman por sus vidas, lo han conseguido. No son pocos los que tienen miedo, realmente hay un cincuenta por ciento de vascos que teme expresarse con libertad en su tierra, se cuentan por miles los que realmente sufren la cruel incertidumbre de no saber si regresarán vivos del trabajo.
Cualquiera sabe que ETA no se caracteriza por su sentido del humor o empatía, mucho menos aún por comportarse con humanidad. ¿Cualquiera? No, el Ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, debe pensar que los terroristas vascos son gente razonable, incapaz de herir a personas inocentes. Se trata de una hipótesis que vengo desarrollando desde que tuve conocimiento de que a José Alcaraz, antiguo presidente de la Asociación de Víctimas del Terrorismo, se le ha retirado la escolta.
La protección de los amenazados por ETA está repartida entre el Gobierno vasco e Interior. Ambos llevan cierto tiempo privando de escolta a aquellos que abandonan el cargo que les granjeó el odio terrorista. Valiente ejercicio de estupidez. La banda dispone así de objetivos fáciles y, a la vez, de la posibilidad de aterrorizar todavía más, si cabe, pues al asesinar a personas que ya no se encuentrann dentro del ámbito de la política o la lucha antiterrorista, transmiten el siniestro mensaje de que perseguirán hasta el final a quienes se pongan en su camino, no importa que abandonen, siempre tendrán una pistola de Damocles apuntando a su nuca.
El caso de Alcaraz resulta especialmente llamativo, pues claro está que un hombre que ha luchado durante tantos años para poner las cosas difíciles a los terroristas en todos los terrenos donde éstos se mueven, será objetivo prioritario de los asesinos y, por tanto, privarle de escolta es sinónimo de condenarle a muerte o al exilio. Por supuesto, estoy seguro que la enconada crítica de la AVT y su ex-presidente a la nefasta política antiterrorista del PSOE (que posibilitó a ETA regresar reforzada) no tiene nada que ver con la decisión tomada por Rubalcaba, será cosa de la crisis, un escolta cuesta lo suyo porque, normalmente, estos profesionales tienen la mala costumbre de no trabajar gratis.
Puede que recuerden una situación similar sufrida por mi vecino en esta publicación, Ernesto Ladrón de Guevara, la cual, a base de molestar mucho, se resolvió satisfactoriamente; aunque el PNV le devolvió la protección a regañadientes. Residiendo en las tierras vascas el riesgo que corría era inmenso. Casos como el de Alcaraz o Ladrón de Guevara no son únicos, muchas personas sufren de forma anónima el terror añadido de verse abandonados por su gobierno, de quedar en manos de los cobardes que acechan entre las sombras pistola en mano. Hechos como éstos resultan aberrantes en un país que se considere democrático. Sin embargo suceden. Visto este triste panorama, si ya antes las declaraciones gubernamentales referentes al terrorismo me sonaban vacías y absurdas, no podré escuchar ahora a nuestra clase política decir que acabará con ETA y que “todo el peso de la ley caerá sobre los terroristas”, frase estándar para casos de atentado, sin burlarme de tan torpe hipocresía. Sinceramente, me reiría si la situación no fuera tan grave, porque el Gobierno español roza la comicidad dentro de un marco de simpleza irredenta.
Martes, 04-11-08
ESTOS días y ante la certeza de las encuestas de que el candidato demócrata, Barack Obama, será elegido hoy presidente de Estados Unidos, se nos ha recordado múltiples veces la fotografía del presidente Truman exhibiendo con delectación la portada del «Chicago Tribune» en la que se anunciaba que el presidente había sido derrotado por el republicano Thomas E. Dewey. En verdad, Harry Truman venció y gobernó otros cuatro años. Mas es posible que esa fotografía no sea tan pertinente hoy por el error en la predicción, sino por otra característica del segundo mandato de Truman. Como George W. Bush en 2004, Harry Truman fue reelegido en 1948 contra todos los sondeos y estudios de opinión pública. Cuatro años después abandonó la Presidencia con un altísimo índice de rechazo público, tanto que no se atrevió a presentarse a un nuevo mandato, a pesar de que hubiera podido hacerlo, y hoy es generalmente reconocido como uno de los más relevantes presidentes norteamericanos del siglo XX por haber sabido tomar las muy impopulares medidas que las circunstancias exigían, a pesar de que ello pudiera tener costes ante la opinión pública. No es nada improbable que la despedida del presidente Bush sea el anticipo de una post-presidencia en la que las responsabilidades y retos que deba afrontar el nuevo presidente demuestren que fue un político que supo asumir los retos que tenía ante él y que nunca enterró la cabeza como un avestruz. Pudo haber acertado mucho más en algunas políticas y debió darse cuenta de que las políticas monetarias de Alan Greenspan -a quien heredó de Bill Clinton, y éste de George Bush padre- llevaban al borde del precipicio, pero no está de menos imaginar ahora qué hubiesen dicho de este presidente Bush los corifeos del «apocalipsis de Bush» si éste se hubiese atrevido a contradecir al intocable Greenspan hace cuatro años, pongamos por caso.
Como cada cuatro u ocho años, Estados Unidos echa a andar hoy por una nueva senda. Dos son los retos más aparentes: la reforma del sistema financiero mundial y las guerras de Irak y Afganistán. Sobre la primera materia cabrá convenir que, a pesar de las muchas piedras que se tiran en estos días contra el tejado de la Casa Blanca, resultan casi sonrojantes las formas -que no las razones- con que algunos han buscado un asiento en la mesa que presidirá el presidente Bush y a la que el nuevo presidente -Barack Obama, John McCain- sólo asistirá como invitado sin voz ni voto. Como ocurriera en 1932, estamos ante el reto de redistribuir con mayores impuestos -que prolongaron durante años la recesión- y que es lo que propugna el favorito Obama o, por el contrario, promover la iniciativa privada con rebajas fiscales, como defiende el senador McCain.
Y, después, está la cuestión de Irak y Afganistán. El hecho de que esté después ya lo dice casi todo. Esta campaña empezó con las trompetas del apocalipsis anunciando la derrota en Irak. Y ahora una victoria de Obama nos llevaría a verle apuntándose, con toda probabilidad, la medalla del triunfo en Irak. Son las paradojas de una gran democracia como la norteamericana. Queda el gran reto de Afganistán, el Estado fallido. Y ahí pueden estar preparados los aliados norteamericanos en Europa. En su día salieron aceleradamente de Irak, creyendo que ésa era una misión más difícil que Afganistán. Ahora vamos a tener que confrontar nuestras tropas con un reto mayor en un Estado con mucho más riesgo de descomponerse y con un nuevo inquilino en la Casa Blanca que, cuando menos, tendrá una legitimidad nueva y completamente distinta de la del presidente Bush. Y con mucha probabilidad la tendrá por declarada oposición a él si las encuestas se confirman y esta noche es elegido presidente Barack Obama. A ver quién se niega a enviar tropas a combatir, que no a parapetarse en una guarnición.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4892
lunes, noviembre 03, 2008
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