lunes, noviembre 03, 2008

Garcia Brera, Con polvora del rey

martes 4 de noviembre de 2008
Con pólvora del rey

Miguel Ángel García Brera

S E decía de aquél que malgastaba el dinero ajeno que tiraba con pólvora del Rey. Pero ahora los reyes guardan su pólvora con cuidado de usureros y ahí tenemos a Isabel II pidiendo aumento de sueldo en estos tiempos de crisis y en un país donde parece que la recesión, que a todos se nos avecina, ya se ha inaugurado. Ahora los políticos tiran con la pólvora del pueblo, con los ahorros, muchísimas veces hechos a base de grandes sacrificios. Ha sido escandaloso conocer en estos días el gasto de diversos líderes en nuevos automóviles o en su mejora, lo que viene a hacer llover sobre mojado, cuando todavía indigna el recuerdo de un ministro de Justicia remodelando su piso oficial a la “gran Dumon”. No quiero citar nombres, aunque sí advertir que no estoy frente a determinados “privilegios”, que no son tales, sino necesidades unidas al ejercicio de un cargo. Todo gasto, por ejemplo, en la seguridad de un político, me parece poco, aunque el pueblo tenga que pagarlo con sus impuestos; y siempre que el tal hombre público tenga la honestidad de ofrecer seguridad también a quien pueda necesitarlo tanto como él, tal sería el caso del anterior presidente de la AVT a quien parece que Rubalcaba deja tirado en la cuneta. Espero que la licencia lingüística no sea una premonición y que, antes de que ocurra una tragedia, el ministro entre en razón y devuelva a Alcaraz la protección que necesita.

Lo que no comprendo es cómo los políticos pueden subirse el sueldo por las buenas o cambiar de coche, de piso, o de despacho cuando quieren, con el simple tapujo de ser autorizados por sus conmilitones en las asambleas correspondientes. Hay cuestiones en las que independientes ciudadanos, elegidos con el mismo sistema del Jurado, tendrían que ser quienes autorizaran esos gastos para evitar una feria de vanidades y un abuso de quienes parecen más interesados en beneficiarse del poder que en servir a quienes se lo dimos en una elección democrática. Y no me refiero sólo a España. El candidato Obama acaba de gastarse 300 millones de dólares en promover un vídeo egolátrico sin precedentes, justo cuando el pueblo norteamericano ve dedicada una parte de sus ingresos, recaudados por el Estado, a tapar agujeros de empresas, cuyos directivos se enriquecieron, muchas veces, con usura. En el caso de Obama es cierto que todo ese dinero se lo han dado voluntariamente quienes le apoyan, pero aún así, siendo el administrador de esos fondos, ¿no habría sido más propio de un político, servidor del pueblo, ponerlos a disposición de los más empobrecidos? Ni siquiera el repartir 300 millones por los barrios donde reside la pobreza norteamericana, le hubiera restado publicidad, pues sus visitas a los “guetos” habrían generado amplia información.

En este indecente panorama me asombra la perfecta simbiosis de los políticos y los “empresarios” de la especulación y de la ganancia fácil. Bien es verdad que soy tan poco sabio en economía como el mismo Zapatero, pero no creo estar desacertado cuando me asombra que, por un lado, el presidente esté dispuesto a inyectar, sin dar nombres, dinero a ciertos Bancos, en tanto que algunos de ellos lanzan al vuelo que han obtenido este año más lucro que el pasado y, en todo caso, muchísima ganancia. Si tanto han ganado, ¿por qué no se financian a sí mismos frente a la mala gestión de conceder hipotecas sobrevaloradas, y dejan de pedir que lo haga el Estado con el dinero de los españoles ajenos a sus empresas y negocios?

Y como de asombro va este artículo, lo cerraré con el revuelo conseguido por Pilar Urbano al poner en boca de la reina opiniones que, si alguna vez dio, nunca lo hizo para ser publicadas, ni mucho menos con intención de influir en la política. La reina tiene perfecto derecho a opinar sobre todo lo que quiera en el círculo de su intimidad. Lo que no puede es hacer declaraciones públicas sobre asuntos legales o políticos; pero es de majaderos considerar que se ha metido en política por mantener que no le parece adecuado el mismo nombre para designar todo tipo de uniones entre seres humanos, y prefiere que se llame matrimonio a lo que siempre se llamó y se busque otro modo de nombrar otras formas de relación. Además, es lo razonable. Lo mismo que se distingue entre homosexuales y heterosexuales, y no se da a un grupo el nombre del otro, ¿por qué es criticable llamar la unión mixta de una forma y la unión de personas del mismo sexo de otra? Son ganas de incordiar por incordiar. Lo que resulta reprobable es que una periodista utilice conversaciones privadas para incorporarlas a un libro, sin medir el daño que puede hacer a su confidente. Claro que para mí, tras pasar un mes en Campamento, tomando notas, muy cerca de Pilar Urbano, que casi asistió tanto como yo a las vistas, y escuchar sus ingenuas preguntas sobre los militares, el Ejército y su sistema judicial – con tanta ignorancia, que muchas veces llegué a pensar que las hacía para tomar el pelo a quien se lo preguntaba; a veces a mí – poca sorpresa existe, cuando luego fue capaz de publicar un libro sobre el 23F, que más bien es una infumable novela de ficción. ¡Qué problema el de los confidentes de nuestros monarcas! ¡Si ya Peñafiel se volvió un incordio resentido, ahora sale la Urbano poniéndose medallas a costa de la primera dama del reino! Y que caiga quien caiga…

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4893

No hay comentarios: