El coche como símbolo del declive
FERNANDO FERNÁNDEZ
Viernes, 14-11-08
EL Seat 600 fue el símbolo del desarrollismo español de los años 60 y me temo que un Nissan Micra será la imagen que pueda quedar del milagro español del cambio de siglo. El expediente de regulación de empleo de esta empresa es tan ilustrativo de la crisis económica actual que me sorprende que nadie me haya robado antes la idea. Están todos los factores presentes, globalización, competitividad, problemas de liquidez, rigidez laboral, nacionalismo y respuesta sindical.
Nissan es una empresa franco-japonesa que desde su planta española exporta la mayoría de su producción al mercado europeo. Todo era maravilloso. Recibía múltiples subvenciones oficiales, de hecho municipios y comunidades se peleaban por atraer sus nuevas inversiones en una subasta a la baja que cuando la hace el sector privado se llama dumping social y cuando la hacen las instituciones públicas, política regional o industrial. Pero llegaron las vacas flacas y se abrió el melón. La empresa ha anunciado que la factoría catalana tiene que aumentar su productividad al menos en un 12 por ciento para llegar a ser considerada como potencial localización de nuevas inversiones. Lo que traducido significa que hay que trabajar un 5 por ciento más, cobrar un 5 por ciento menos y realizar mejoras de procesos por otro 2 por ciento. Y no es un caso aislado sino que ilustra la realidad de la estancada economía española. Tenemos un problema de productividad, hemos dejado de ser competitivos. No es sólo, ni principalmente, un problema de liquidez, ahora hablaremos de eso, ni tampoco sólo una crisis de la construcción y el inmobiliario, sino el final de un ciclo de crecimiento de bajos salarios que hemos desperdiciado en consumo y gasto público improductivo.
Hay un exceso de capacidad instalada mundial en la industria del automóvil. Sobran empresas. Ese es el problema de Detroit al que Obama intenta aplicar recetas tradicionales del más rancio nacionalismo económico proteccionista. Es normal que coincida con Sarkozy en su idea de crear un fondo público de protección a la industria nacional. Lo que me sorprende es que a eso le llamemos progresismo, política keynesiana o capitalismo de izquierdas. A mí me recuerda tanto al INI que me suena a franquismo y corporativismo. Por eso es tan atractivo para la izquierda estatista como para la derecha conservadora. Pero recordemos que todos los intentos de construir una industria nacional del automóvil acabaron en desastre y despilfarro, y sólo mediante la deslocalización y la globalización, es decir, cuando se instalaron en España empresas multinacionales, la industria llegó a significar más del 10 por ciento del PIB y una gran parte de nuestras exportaciones industriales. El proteccionismo latente en esas propuestas es la pieza que falta para que la recesión se convierta en gran depresión y genere una reacción de empobrecimiento en cadena que es la pesadilla de todos los organismos internacionales. Bretton Woods nació como consecuencia de que años de proteccionismo comercial y mercantilismo imperial habían conducido a dos Guerras Mundiales. Hoy, sumergido en la crisis financiera pero concurrente necesario de ella, estamos asistiendo a un reparto del poder económico mundial. Podemos dejar al mercado resolverlo o recurrir a los Estados y los conflictos entre naciones.
Las ganancias de competitividad necesarias para hacer viable la fábrica de Martorell, para que sea una de las sobrevivientes al inevitable ajuste, ponen a prueba también nuestro modelo de relaciones laborales y la capacidad de los agentes sociales para ajustarse a la nueva realidad. Parece que el límite de tolerancia y comprensión de los sindicatos españoles con la flexibilidad laboral ha tocado techo en Nissan. Si es así tenemos un problema serio, porque la marcha de la industria no se decide en la negociación colectiva, ni siquiera en la sede del ministro de Industria. Es la crónica de una deslocalización anunciada y haríamos mejor en pensar en políticas activas que en mantener la ilusión de que con los salarios que exigen los españoles podemos mantener una industria madura. Lo mismo pasa en Detroit y por eso las acciones de General Motors han caído el 90 por ciento en el año. Porque el mundo ha cambiado y el cinturón del acero americano hace años que está oxidado irreversiblemente. Ni hay ni habrá liquidez privada para esas industrias en esas fábricas. Otra cosa es que queramos seguir tirando dinero público porque pensamos que no es de nadie. O que pongamos en ello el orgullo de Cataluña.
http://www.abc.es/20081114/opinion-firmas/coche-como-simbolo-declive-20081114.html
viernes, noviembre 14, 2008
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