jueves 6 de noviembre de 2008
El negro es el color de la esperanza
Félix Arbolí
S E equivocó nuestro Calderón de la Barca y acertó en su premonición onírica el inolvidable Martin Luther King. A veces los sueños dejan de ser sueños y se convierten en sorprendente y maravillosa realidad. ¿Qué hubiera dicho el visionario pastor si hubiera podido vivir este momento mágico e impensable de ver a una persona de su entonces denostado color instalado en la Casa Blanca y liderando al mundo?. Nadie hubiera pensado en su sano juicio, viendo al mundo como está y la lacra que supone el color de la piel en muchos países, USA incluido, que un negro se iba a convertir en la persona con más poder e influencia en la escena mundial .
Hasta esta misma mañana este color significaba malos augurios y discriminación. No es una simple apreciación por mi parte, ya que podría relacionar cientos de ejemplos que avalarían mi teoría. La raza blanca, durante muchos siglos, ha hecho del negro el color de la esclavitud, la falta de inteligencia y la ausencia de la belleza. El modelo que refleja el infortunio y la adversidad. Hasta en la simple calificación de unos exámenes para concursar u opositar se utilizan bolas de este color para demostrar la negativa al candidato y en algunos juicios y sentencias el destino del infortunado depende de que no aparezca entre los que deben decidir la bola “abetunada”.
Cuando alguien dice veo el horizonte muy negro, está dando a entender que apenas quedan esperanzas de recuperación y que más vale que se vaya uno preparando para lo peor. También cuando vemos el cielo cargado de atezados nubarrones, nos echamos a temblar y nos recogemos con recelo para evitar que la tormenta, el tornado o el diluvio no nos coja desprevenidos. Asimismo, cuando se muere un familiar muy allegado, expresamos nuestra amargura y dolor cubriéndonos de negro, aunque los nuevos tiempos han ido haciendo desaparecer estos lutos externos, a excepción de las familias gitanas que lo llevan hasta en su ropa interior.
Nadie podrá negarme que la imagen más realista y patética del sufrimiento y la hombruna suele tener como protagonista a una persona en la que solo se distingue la blancura de sus llorosos y desesperados ojos, en la negritud de su famélico cuerpo de hambres acumuladas.
Pero eso y a partir de este cuatro de noviembre ha cambiado por completo. Por obra y gracia de un pueblo harto de guerras, cansados de promesas engañosas y aburrido de la debacle a la que le ha sometido sus nefastos gobernantes, el negro ha llegado al poder y se ha convertido en el color de la esperanza. Una esperanza que trasciende más allá de los límites de la nación norteamericana, porque sus promesas de honestidad y justicia, su manera de gobernar, influirán decisivamente en el resto de los países. Peor que el finiquitado Bush cualquiera hubiera sido bueno, pero éste, al parecer, mucho mejor. .
El negro es hoy el color de moda, el símbolo del poder, la supremacía de una pigmentación antes tan denostada. Todo gracias a ese desconocido y pequeño Obama, que como el bíblico David, usando como honda la sinceridad y la nobleza, devolvió la fe a un pueblo desmoralizado y venció en democrática lid al oligárquico, belicoso y cínico Goliat que lo estaba llevando a la ruina moral, económica y social. Y en esta batalla hemos ganado todos porque si cumple sus promesas y es fiel a sus principios, devolverá al mundo la paz y lo liberará de seguir desempeñando el papel de cobaya donde probar el poder destructivo y mortal de sus costosos y sofisticados armamentos. Creo que llegaremos a ver la maravillosa y casi desconocida sonrisa de esos niñitos negros de ojos aterrados y vientres hinchados a base de ayunos y abstinencias interminables.
Por lo que respecta a España, hay una especie de alegría generalizada con este triunfo demócrata. Nuestros políticos y comentaristas esperan más ilusos que confiados que el boicot USA desaparezca y nuestras mutuas relaciones alcancen de nuevo su nivel de amigo y aliado como en épocas pasadas. Espero y deseo que así sea, pero me da la impresión que no es asunto de demócratas o republicanos los recelos e indiferencias hacia España, sino de que ningún norteamericano, sea cual sea su origen e ideología, consiente y tolera que se menosprecie públicamente a su bandera y se hable de ellos como el origen de todos los males que padecemos. Y esto, señor Zapatero, me figuro que tendrá que seguir asumiéndolo sea quien sea el inquilino de la Casa Blanca. Dios quiera que me equivoque por el bien de todos.
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miércoles, noviembre 05, 2008
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