lunes 3 de noviembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Eso lo hacemos todos
Fue en medio de una de las grescas políticas de estos días. Baltar respondía a una acusación relacionada con ayudas a la emigración, entregadas como colofón de un acto americano del PP. Lo normal. El ourensano se explica como puede, sin poder desmentir el hecho en sí, pero suelta al final una frase lapidaria que va dirigida como un misil al subconsciente colectivo del paisanaje: eso lo hacemos todos.
Cuántos mensajes resumidos en tan pocas palabras. Resignación, conformismo, aceptación de que hay en Galicia una predestinación que impide que se produzca un cambio de verdad. Baltar alude a los propios, pero sobre todo envía a los ajenos el recordatorio de que su estilo irá impregnando irremisiblemente a la izquierda, hasta hacer de ella una repetición disfrazada del baltarismo, que a su vez es la reiteración de hábitos políticos que se pierden en la noche de los tiempos galaicos.
Como me ves, te verás, reza un famoso epitafio. Es lo que le dice Baltar a sus críticos, que serían baltares con pocos años de experiencia, pero inexorablemente condenados a repetir las trapacerías del barón conservador. He ahí el ataque más corrosivo que se puede hacer a un Gobierno aupado por la bella ilusión del cambio.
Porque no se dirige a meros aspectos de la gestión, sino a su línea de flotación. Al llamar incautos a los votantes de izquierda, el ourensano cuestiona la ilusión que los llevó a respaldar el cambio de ciclo. Así como la derecha puede sobrevivir con una dieta a base de pragmatismo, tecnocracia, eficiencia, el progresismo precisa de una pizca al menos de estusiasmo para asentarse. ¿No es lo que está haciendo Obama?
Eso es algo que está entendiendo mejor Quintana que Touriño. El presidente lo intenta, pero él o sus asesores se ven arrastrados una y otra vez a polémicas que sólo favorecen al PP. Cuando alguien del círculo presidencial devuelve la pelota de los gastos del despacho, recordando que Fraga iba de caza o a restaurantes caros, no hace más que admitir lo dicho por Baltar.
Eso lo hacen todos. Podrán gastar más o menos, manipular de forma más sofisticada o tosca el voto emigrante; en cualquier caso, la diferencia entre izquierda y derecha sería cuantitativa y no cualitativa. El tiempo, siempre según el Príncipe ourensano, equilibrará a unos y otros.
El vicepresidente no suele entrar en esa dinámica de reproches. Se sitúa por encima de la melé, cultiva la imagen de nacionalismo tranquilo, y procura no contaminarse con esa refriega cuyo principal razonamiento es que uno puede sobrepasarse en el gasto o ir de cacería electoral a América, pero los demás son mucho peores.
Lo esencial de la ofensiva del PP galaico se resume en las palabras de Baltar. Necesitan los populares desmotivar a la base sociológica del cambio, desengañarla, fomentar su frustración. Al igual que los equipos que van perdiendo, precisan que el partido se embarulle y que el rival se olvide de tocar, para responder con las mismas marrullerías; es lo que hacen los socialistas y lo que no está haciendo Quintana.
El cambio encalla cuando pasa de ser la opción mejor, a convertirse en un mal menor, en un fraguismo que no caza, en el baltarismo refinado, o el cacharrismo sin Jaguar en el parque móvil. Eso supone pasar de la cruz a la cara, manteniendo la misma moneda y aceptando que tienen razón los más viejos filósofos del lugar, al decir que nos bañamos siempre en el mismo río, el Miño, en honor a Baltar.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1056&idNoticiaOpinion=360406
lunes, noviembre 03, 2008
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