lunes, noviembre 17, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Castelao y Obama

martes 18 de noviembre de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo

Castelao y Obama

Igual que Moisés alertaba a su pueblo contra los falsos ídolos, los rectores de la UPG advertían una nueva idolatría que lleva nombre de Obama. Reclaman ejemplos domésticos, piden que se busque en nuestra historia para hacer un santoral propio con figuras de la tierra, pero es inútil porque para la mayoría de los gallegos de hoy, Barack es más cercano que Castelao.

Solo para los que asocian nacionalismo y autarquía ideológica puede resultar pecaminosa esta devoción hacia el carismático presidente, o preferir el rock a la gaita, o la hamburguesa a la empanada. Galicia no es un castro amurallado en medio del mundo, sino una pieza más de la globalización, en la que hay que procurar poner nuestro propio sello, adaptando la obamanía, propulsando el rock enxebre, o nutriendo la hamburguesa con material propio.

El pulso está entre los nacionalistas que se esfuerzan por abrirse y los que se empeñan en cerrarse. El lenguaje resistente de Francisco Rodríguez, de sectores del PNV o del catalanismo, se enfrenta al nacionalismo que ha entendido que ese es el camino más corto hacia su transformación en reliquia. A Castelao se le lee, recuerda y venera, pero pocos lo votarían, y sin votos no hay idea política que valga.

Quintana, en blanco, hace algo parecido a Obama. No hay en el obamismo una constante referencia a la lucha racial, ni una obsesión en presentar el fenómeno como una continuidad de Martin Luther King, su Castelao afro para entendernos, sino que se le da el aire de un fenómeno nuevo que conecta con el presente y el futuro.

La cuestión es si hay que esperar a que el pueblo se adapte a la doctrina, o es preciso adecuar la doctrina al pueblo. Lo primero ya lo intentó sin éxito el nacionalismo gallego, y para lograrlo se elaboraron teorías poco afortunadas, que lo que hacían era poner a parir al ciudadano medio que no comulgaba con la sagrada forma.

Autoodio, españolismo, opresión secular, eufemismos para ocultar que los gallegos, en pleno uso de su libertad, rechazaban la oferta de ese nacionalismo. Paco y los suyos se dieron cuenta, actuaron en consecuencia, y jamás se atrevieron a presentar su sigla desnuda en unas elecciones, conformándose con moverse en las bambalinas y desahogarse en sus congresos.

La queja rosmona que se oyó en este último es que el BNG se está entregando demasiado a los gentiles. Se teme lo inevitable: que al abrir Quintana las ventanas del Bloque, vaya entrando en él la Galicia compleja y poco puritana que al nacionalismo ensimismado le causa grandes escozores. Cuidado que hay corriente. Volved a Castelao y Marx y haced penitencia.

Estamos frente al mismo dilema que supo romper San Pablo tras caerse oportunamente del caballo. Lo que era una religión nacional, de connotación judía y destinada tal vez a perecer en medio de una inflación de profetas, se abre al mundo, inventa la globalización espiritual y así hasta hoy. Lo que fue un nacionalismo ermitaño que miraba a los gallegos entregados al vicio con desconfianza, ahora se esfuerza, de la mano del quintanismo, por entenderlos.

Gracias a eso, los caminos del BNG y de Izquierda Unida son divergentes. El nacionalismo galaico no sería muy diferente a los restos del naufragio de IU si lo que se oyó el fin de semana en el cónclave de la UPG fuese la práctica habitual del Bloque. No lo es. Hasta los miembros de la cofradía upegalla pecan cuando tienen cargos. Quizá incluso se alegran con Obama.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1071&idNoticiaOpinion=366006

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