jueves, junio 12, 2008

Pedro Schwartz, La sociedad libre y sus enemigos

viernes 13 de junio de 2008
DIEZ ENSAYOS LIBERALES Y SOBRE LA LIBERTAD
La sociedad libre y sus enemigos
Por Pedro Schwartz
Dos libros de tema común acaba de publicar el notable pensador argentino y español Carlos Rodríguez Braun: Diez ensayos liberales y una nueva edición del Sobre la libertad de John Stuart Mill.

Rodríguez Braun está presente de forma incansable en los medios de comunicación, con intervenciones breves, ingeniosas y combativas, algunas de las cuales recoge en esos diez ensayos. Es un conferenciante muy requerido en la actividad de la formación empresarial, que tanto está contribuyendo a profesionalizar el sector privado español. Ejerce de profesor universitario con el escrúpulo que exige la profesión docente, como se ve en la erudición de su versión al español del clásico trabajo de Mill. Pero sobre todo se ha convertido en un implacable enemigo del pensamiento fofo y el conformismo biempensante que parecen haberse apoderado de la opinión pública a ambos lados del Atlántico. Me atrevo a recomendar especialmente la lectura del libro de Mill, incluido el estudio introductorio y las notas de Rodríguez Braun, pues ello forzará al atento lector a reexaminar las ideas de individualidad, liberalismo y democracia, que ahora son la calderilla ideológica de nuestras sociedades.

El título de este artículo recoge la nueva formulación que hace Rodríguez Braun de la expresión "la sociedad abierta y sus enemigos", con la que Karl Popper tituló en 1945 el libro que le hizo famoso. Cierto es que vivir abierto a las nuevas ideas y creencias, a la competencia del mercado económico, a la lucha de la política democrática, es la base de nuestra civilización. También es verdad que esta civilización nuestra sufre el continuo ataque de quienes prefieren vivir en tribus cerradas, miran con sospecha la autonomía individual y se resisten, a menudo violentamente, a todo cambio. Pero la expresión "la sociedad libre y sus enemigos" es más amplia y comprensiva: no es tanto que hemos de abrirnos a los vientos del mundo sino que tenemos que hacerlo de forma crítica, con libertad de espíritu, responsabilidad personal y deseo de alcanzar la verdad. La esencia de nuestra sociedad no es la apertura, sino la ética de la libertad.

Acierta Rodríguez Braun al decir que subrayar la íntima contradicción del ensayo de Mill puede alertarnos sobre las trampas del pensamiento conformista que nos invade. Por un lado, Mill defiende la libertad de los individuos adultos a consumir sustancias intoxicantes por su cuenta y riesgo, rechaza que las autoridades determinen el contenido de la educación impartida a los jóvenes, señala el peligro de que sean estatales las grandes compañías industriales, mercantiles o de servicios, ataca las barreras arancelarias y las limitaciones de la libre competencia, critica los obstáculos legales con que se enfrentan las mujeres, se opone a los impuestos progresivos sobre el ingreso, defiende la libre disposición de la riqueza acumulada por el trabajo personal, expresa el temor de que las democracias puedan ser opresivas y, sobre todo, utiliza toda su batería argumental contra cualquier limitación de la expresión y crítica de las ideas. Mas, por otro lado, aceptó o propuso graves limitaciones de la libertad individual: la plena propiedad no se extendía para él a la tierra, el Estado podía hacer obligatoria la enseñanza de los niños, multiplicó los casos en los que cabía la suspensión de la regla de libre competencia, defendió la protección de las industrias nacientes en países atrasados, quiso retirar a las familias la decisión del número de hijos que tener, propuso limitar el patrimonio que uno pudiera recibir en herencia, se mostró favorable a experimentos socialistas y cooperativistas, adoptaba posturas elitistas frente al vulgo y, por ello, presentó el matrimonio, la religión, las tradiciones y la moral recibida como obstáculos para la libertad individual.

El fin de los comentarios de Rodríguez Braun en la introducción y en las notas de su traducción es, precisamente, el de señalar las paradojas del ideario liberal de Mill y obligarnos a elegir un lado u otro de la contradicción, en vez de contentarnos con el equilibrio inestable de la libertad y su contrario.

El eclecticismo de Mill es el resultado de mezclar aguas de dos fuentes mal avenidas: el utilitarismo y el romanticismo. La filosofía utilitarista parte de dos ideas fundamentales: que las libertades individuales no preexisten al Estado, sino que son criaturas de la ley, y que el criterio de actuación política es la mayor felicidad del mayor número de ciudadanos. El peligro de esta filosofía estriba en la conclusión de que la legislación formalmente acorde con las reglas democráticas es la que los individuos han de aceptar si son buenos ciudadanos, y que la conveniencia de las intromisiones públicas en las libertades individuales ha de calcularse en cada momento según el saldo neto de sus consecuencias. Esta filosofía explica el crecimiento, al parecer imparable, del Estado moderno.

Mill intuyó el peligro que el utilitarismo vulgar de sus maestros suponía para la autonomía individual, y por eso añadió un ingrediente romántico a su filosofía social. En el frontispicio de su ensayo sobre la libertad colocó esta frase del pensador alemán Wilhelm von Humboldt:
El gran principio conductor hacia el que converge directamente cada argumento desarrollado en estas páginas es la absoluta y esencial importancia del desarrollo humano en toda su diversidad.
Así dicho, tal principio podría ser generalmente aceptable para todos los liberales. Sin embargo, en el fondo del pensamiento de Mill late lo que añadió Humboldt y Mill no citó:
La razón no puede desear para el hombre ninguna otra condición que aquella en la que cada individuo no sólo goza de la más absoluta libertad de desarrollarse por sus propias energías, en su perfecta individualidad, sino también aquélla en la que la naturaleza externa (…) sólo reciba la impronta que le dé cada individuo, (…) a medida de sus deseos e instintos, restringido solamente por los límites de sus poderes y derechos.
Vale la pena leer dos veces este pasaje para comprenderlo en toda su enormidad. Nos hemos extraviado en el universo romántico, en el que los seres humanos son idealmente libres cuando eligen a capricho y sin atender a sus responsabilidades.

El ensayo de John Stuart Mill contenía, pues, la semilla del intervencionismo paternalista y la irresponsabilidad epicúrea impuesta por la socialdemocracia que padecemos. Una sociedad de hombres libres es otra cosa.


© AIPE

CARLOS RODRÍGUEZ BRAUN: DIEZ ENSAYOS LIBERALES. LID (Madrid), 2008, 316 páginas.

JOHN STUART MILL: SOBRE LA LIBERTAD. Tecnos (Madrid), 2008, 272 páginas.

Pinche aquí para ver el CONTEMPORÁNEOS dedicado a PEDRO SCHWARTZ.


http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234913

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