jueves 12 de junio de 2008
Piquetes y orden público
Germán Yanke
El sector del transporte, al que afectan especialmente las circunstancias económicas, puede pedir al Gobierno un marco adecuado para trabajar legalmente y en un mercado no intervenido. No es poco, aunque lo parezca, ante listas de reivindicaciones extemporáneas. Pero ni puede exigir la asistencia del Estado cuando pintan bastos ni, mucho menos, utilizar los bastos para tratar de paralizar el país violentamente como medio de presión. Es una minoría del sector la que ha tomado esta actitud, pero, incluso siendo la mayoría, en ningún caso estaría justificada.
En este escenario se han producido algunos episodios más que lamentables. Los piquetes, desde luego, no son informativos, como lo demuestran las imágenes filmadas de sus actuaciones y bloqueos en las carreteras. Los que pretenden presentarse como víctimas acaban tomando la apariencia de los fuertes en el imperio de la ley del más fuerte. Porque pueden paralizar las grandes urbes, causar problemas de abastecimiento o afectar directamente a la producción y al empleo (porque muchas empresas que no pueden colocar en destino sus productos en el tiempo adecuado deciden detener lógicamente la actividad), deben ser subvencionados a diferencia de los que no tienen esa opción de presión o no quieren ejercerla por civismo. Por otro lado, algunos portavoces de los piquetes han traspasado las fronteras del sentido común y la decencia hasta el punto de despreciar los intereses y los derechos de los demás y pretender hacer responsable a la ministra de Fomento de la muerte de uno de los integrantes de esos grupos.
Tiene razón, por tanto, el ministro del Interior al poner en marcha medidas para garantizar en lo posible el orden público. El orden público, por cierto, no es la intransigencia y la fuerza contra los huelguistas, sino, sencillamente, el cumplimiento de la ley. Sin embargo, el presidente del Gobierno se equivoca al insistir, en estas circunstancias, en que no estamos en un momento de crisis, sino de dificultades (entre otros eufemismos). Ni así genera la confianza necesaria en el Gobierno ni establece los parámetros adecuados para una negociación correcta con los sectores afectados. Las “treinta medidas” con las que Rodríguez Zapatero quiere desquitarse de las quejas sobre la paralización del Gobierno ante lo que está pasando y se avecina en la economía española son pequeños parches, algunos nada nuevos, para detener una gangrena. Poco serio.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=12/06/2008&name=german
miércoles, junio 11, 2008
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