jueves 5 de junio de 2008
El comienzo de la era Obama
EL desenlace de las primarias demócratas a favor del senador Barack Obama representa un punto crucial en la historia política contemporánea de Estados Unidos: por primera vez, un ciudadano de raza negra va a optar -con posibilidades reales de ganar, al frente de la maquinaria de uno de los dos grandes partidos nacionales- a la presidencia del país. Resultaría aventurado pronunciarse sobre la oportunidad de un fenómeno, necesario para la salud de cualquier sociedad, teniendo en cuenta la historia de desencuentros raciales en EE.UU., ni si esta circunstancia racial será decisiva en el proceso electoral que ahora comienza, pero es un hecho que el camino por el que va a transitar Obama no lo ha pisado nadie todavía. Lo mismo habría podido decirse de una mujer candidata, pero, en este caso, la confirmación de la derrota de Hillary Clinton puede interpretarse como el punto final de la era política definida por un apellido que ya estuvo en el poder durante los dos mandatos de su esposo, también responsable de una larga candidatura que ha venido siendo preparada meticulosamente desde que el matrimonio dejó la Casa Blanca. Uno de los mayores lastres de la senadora Clinton ha sido, precisamente, el hecho de formar parte del stablishment político del país, con el que gran parte del electorado se siente en desacuerdo. Y, si se quiere, esta despedida política de los Clinton también tiene que ver con el final de otra era dinástica, la de los Bush, con la que se ha intercalado desde el campo republicano en los últimos años.
Los norteamericanos entran ahora en un periodo político completamente nuevo. No cabe duda de que el mensaje sobre el cambio es el que más rentable le ha resultado a la postre a Obama, y muy probablemente este lema seguirá siendo el eje de su oferta a los electores. Sin embargo, el candidato demócrata debería afinar mejor su proyecto político, que hasta ahora no ha pasado de ser una vistosa colección de buenas intenciones, pero de poco calado para la misión a la que aspira. Hay elementos en su programa que quizás hayan resultado útiles para ganar votos durante el largo periodo de las elecciones primarias, pero que no serían compatibles con la responsabilidad de dirigir a la principal potencia mundial.
Hillary Clinton había hecho de la resistencia numantina una prueba de su determinación personal, pero la larga agonía de estas primarias puede que haya agotado al Partido Demócrata, necesitado de recomponer sus filas durante los meses que restan para el arranque de la campaña presidencial. Dada la ferocidad con la que ambos se han atacado en los últimos meses, no parece realista que los dos presenten una candidatura conjunta -Obama a la presidencia e Hillary a la vicepresidencia- porque no han dado muestras de ser políticos compatibles. Sin embargo, no es descartable que Obama le ofrezca el puesto, aunque sólo fuera para que una renuncia caballerosa de la ex primera dama dejara un poso de tranquilidad de cara a la convención del mes de agosto y al vencedor, las manos libres para elegir un compañero de ticket más eficaz para competir con el aspirante republicano, John McCain.
Para este último, el desenlace de las primarias demócratas le permite, por fin, saber quién va a ser su adversario y contra quién tendrá que competir en la decisiva elección de noviembre. Un político conocido, héroe de guerra, casi un anciano, que representa al modelo ideal de la América del siglo pasado, frente a un candidato jóven, cuya heroicidad ha sido sobreponerse precisamente a ese estereotipo tradicional, pero que señala un rumbo incierto y para algunos demasiado nuevo. A McCain no le favorece ser vinculado a la herencia de George W. Bush, pero tampoco quiere llevar al país hacia una ruptura total con el pasado. El candidato Obama -a pesar de sus reiteradas referencias a la figura de John F. Kennedy-, ni siquiera tiene un pasado en el que los electores puedan inspirarse.
http://www.abc.es/20080605/opinion-editorial/comienzo-obama_200806050259.html
miércoles, junio 04, 2008
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