lunes 2 de junio de 2008
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
Ocaso del Madrid intrigante
Tarde o temprano, las enciclopedias tendrán que incluir tres acepciones de Madrid. La primera, la clásica, se seguiría refiriendo a la capital que alberga las principales estructuras del Estado. Después habría una segunda para aludir a la ciudad apasionante, próspera, plural y acogedora en la que nadie se siente forastero.
Por último, en esa definición ampliada habría una tercera entrada, ligada a los cenáculos donde se practica la intriga, se cocinan operaciones políticas de laboratorio y se mira al resto de España por encima del hombro. Pues bien; un diagnóstico apresurado nos dice que el Madrid político sigue más o menos como siempre, aunque adaptándose al país que ha hecho un largo y rápido peregrinaje desde el centralismo.
En cuanto al Madrid vital, está mejor que nunca, convertido en una de las metrópolis más dinámicas de Europa. Es en el último, en el Madrid que se cree ombligo del mundo, donde se aprecia la decadencia. Ese madrileñismo presuntuoso y fatuo, convencido de que las provincias bailan al son que se toca en los círculos capitalinos, vive el ocaso de su antiguo esplendor.
Lo que está sucediendo en el Partido Popular es una prueba indudable. El alzamiento contra Mariano Rajoy se fabrica de la misma manera que muchos de los pronunciamientos que jalonan nuestro siglo XIX. De acuerdo con un guión que se repite, el jefe de una guarnición cercana a Madrid, o un espadón cortesano destinado más lejos, se pronuncian contra los gobernantes de turno, y esperan a que su asonada vaya teniendo eco por toda España, hasta que se forme un movimiento generalizado.
Ese mecanismo de irradiación se trasladó a los partidos. Las crisis en UCD, en el PSOE de antes, en la vieja Alianza Popular y ahora en el PP, repiten la secuencia. Todo se inicia en Madrid y se expande después por todo el país. Los cabecillas locales han de estar afiliados a ésta o aquélla tendencia madrileña para subsistir, ligados por una especie de contrato según el cual ellos aportan votos y reciben a cambio influencia.
Por lo que se está viendo, las conjuras contra Rajoy son el canto del cisne de esta manera de actuar. Sus principales protagonistas, tanto los visibles como los ocultos, pertenecen a círculos capitalinos y carecen de eco en el PP profundo. Ni siquiera María San Gil, que podría ser la excepción a esa regla, logra ser respaldada mayoritariamente por sus compañeros vascos.
Fuera del PP perteneciente al Madrid de las intrigas, todo parece en calma. Miren Galicia, sin ir más lejos. Es como si el centro-derecha de las periferias hispanas hubiese decidido dejar clamorosamente solos a quienes siguen pensando que el político madrileño es una especie de muecín, al que hay que seguir cuando llama a la oración.
Su voz se oyó, pero los periféricos del mundo, unidos, deciden emanciparse de la tutela y formar una guardia pretoriana en torno a Mariano Rajoy. No quieren pasar de Acebes y Zaplana a otro grupo de centinelas manejados por Esperanza Aguirre o Mayor Oreja, que vigilen sus pasos y cotejen desconfiados sus estrategias con una ortodoxia que sólo se entiende en pocos metros a la redonda de la sede de Génova.
Entre otros componentes de la crisis popular, no debe olvidarse la pugna contra el madrileñismo de cenáculo, una pugna que es ideológica y orgánica al mismo tiempo. Junto al Madrid que crece y es de todos, hay otro privado que perece víctima de sus manías, obsesiones y vanidades. Rajoy se da cuenta y escapa de él a tiempo.
http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=901&idNoticiaOpinion=307843
domingo, junio 01, 2008
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