viernes 20 de junio de 2008
DISIDENTES DE CUBA
Dar voz a los sin voz
Por Antonio Golmar
En Cuba, disentir es heroico siempre. Y los trece protagonistas de este libro lo hacen todos los días. El proceso de contestación organizada a la dictadura castrista es un fenómeno que pervive e incluso se extiende de forma silenciosa a pesar de la Primavera Negra (2003). De los disidentes depende el futuro de la Isla; de nosotros, que su voz sea escuchada.
Disidentes de Cuba da buena cuenta de la resistencia democrática al castrismo. En sus páginas encontramos duros y moderados, liberales y socialdemócratas, gentes del interior y del exterior que hablan de sus vidas y comparten con los entrevistadores sus esperanzas y temores ante el incierto futuro de la Isla. Está Carlos Alberto Montaner, que decidió oponerse a la Revolución desde casi el principio y hubo de refugiarse en la embajada de Honduras antes de poder salir del país, y está Vladimiro Roca, hijo del ex secretario general del PC cubano Blas Roca, piloto entrenado en la URSS y expulsado de su trabajo en 1992 tras haber manifestado su oposición al fusilamiento del general Ochoa.
Está también Pedro Roig, director de Radio Martí, que participó en la Operación Mangosta, es decir, en el desastre de Bahía de Cochinos, y Jorge Mas Santos, hijo del célebre Jorge Mas Canosa, a quien sucedió al frente de la Fundación Nacional Cubano-Americana, una organización a la que los exiliados cubanos deben, entre otras cosas, la paulatina mejora de su imagen entre los políticos norteamericanos:
Los primeros congresistas y senadores que pasaban por el despacho de mi padre venían con la idea de que los cubanos éramos como una especie de cara-cortada, como los de la película Scarface. Venían pensando que éramos seres extraños. Visitándonos se han ido dando cuenta de que somos seres humanos...
Jorge Mas tiene ante sí la ardua labor de contrarrestar la leyenda negra sobre el exilio forjada por Castro y conducir la lucha democrática hacia la moderación y el realismo ("Tenemos la absoluta convicción de que la solución de Cuba tiene que nacer desde dentro"). Su objetivo es facilitar que sea la disidencia y no el régimen quien fije los términos del debate sobre el futuro de la Isla. Este cambio táctico produjo en octubre de 2001 la escisión de la FNCA y la creación del Consejo para la Libertad de Cuba: entre los dirigentes de este nuevo grupo figura Ninoska Pérez, cuyo hermano también participó en Bahía de Cochinos. El CLC se niega a apoyar o participar en algunas iniciativas reformistas surgidas en el interior, y defiende tanto el endurecimiento del embargo como la restricción de los viajes a Cuba de los cubano-americanos.
Estas fricciones, que reflejan la riqueza y variedad de enfoques de la resistencia anticastrista (sin duda la aportación más interesante de este libro), se manifestaron durante años a propósito del Proyecto Varela de Oswaldo Payá. Esta propuesta, bautizada así en honor del sacerdote Félix Varela, uno de los padres fundadores de la nación cubana, consistió en la presentación ante la Asamblea Nacional del Poder Popular de una petición de referéndum sobre el sistema político y económico del país. Payá relata aquí la ingente y arriesgada labor que realizaron las organizaciones implicadas en el Varela, que se vio coronada por el éxito el 10 de mayo de 2002, cuando consiguieron entregar a las autoridades 11.000 firmas en respaldo del mismo, más de las exigidas por la ley.
Otros disidentes vieron por aquellas fechas cómo sus modestas iniciativas se desarrollaban de una forma que, dadas las circunstancias políticas, sólo cabe calificar de sorprendente. La agencia de noticias Cuba Press, creada en 1995 por el periodista y poeta Raúl Rivero, se fue afianzando como fuente imprescindible de información sobre la Isla, y la red de bibliotecas independientes de Ramón Colás se fue extendiendo a pesar de las detenciones e internamientos que sufrieron el propio Colás y algunos de sus colegas. Tras la salida del país de Ramón, en 2001, el proyecto quedó bajo el cuidado de una junta directiva conformada por cinco personas.
También hay que destacar el documento "La patria es de todos", una contrapropuesta al programa del V Congreso del Partido Comunista impulsada, entre otros, por la fundadora del Instituto Cubano de Economistas Independientes, Martha Beatriz Roque, defensora de la eliminación del totalitarismo a través de la ruptura más que de reformas a lo Varela. A esta activista se debe asimismo la creación de la Asamblea para Promover la Sociedad Civil, una coalición de 300 organizaciones opuestas a la dictadura de los hermanos Castro.
El anticastrista es un movimiento efervescente y aparentemente imparable. El régimen quiso acabar con él en marzo de 2003, aprovechando la controversia internacional a propósito de la invasión de Irak. En pocos días, y en virtud de la llamada Ley Mordaza, que prevé penas de hasta 20 años para quienes informen sobre la situación del país desde una perspectiva que incomode al régimen, mantengan contactos con la Oficina de Intereses Norteamericanos o colaboren con Radio Martí, 75 personas fueron detenidas y posteriormente condenadas a largas penas de cárcel. Algunas de ellas, como el economista y periodista independiente Óscar Espinosa, preso en el terrible penal de Guantánamo, consiguieron por motivos de salud una licencia extrapenal, ambigua figura legal que puede ser revertida en cualquier momento. Raúl Rivero consiguió otra extrapenal gracias a la mediación española, y hoy vive en Madrid. Sin embargo, la mayoría continúa en las terribles cárceles castristas, las únicas del Hemisferio Occidental vedadas a organizaciones como la Cruz Roja. Las descripciones que algunos antiguos presos hacen de las prisiones de la Isla y de las torturas que se perpetran en ellas constituyen la parte más conmovedora de este libro.
Héctor Maseda es uno de los presos políticos del castrismo. Maseda, presidente del Partido Liberal Democrático de Cuba, fue condenado, entre cosas, por poseer dos libros de José Martí prologados por Zoé Valdés. Su esposa, Laura Pollán, es una de las fundadoras de las Damas de Blanco, un grupo que aglutina a madres y esposas de presos políticos y de conciencia. Todos los domingos, estas mujeres asisten a misa en la iglesia habanera de Santa Rita y, ante la mirada impasible de los diplomáticos, hacen una ofrenda floral; después marchan por la Quinta Avenida del barrio de Miramar, donde los gritos de ánimo se confunden con los insultos ("¡Locas!", ¡"¡Prostitutas!") que profieren los partidarios de Castro.
Organizaciones como la Fundación Cubano-Americana, la Fundación Hispano-Cubana y la Asociación Española Cuba en Transición, así como buena parte de los exiliados de a pie, difunden los mensajes que quieren hacer llegar al mundo los que luchan por la democracia desde la Isla. Organizados en los que Alexis Gaínza, un "hijo de la Revolución" exiliado en Suecia desde 1991, llama "constelaciones", los activistas por la democratización de Cuba han conseguido sobreponerse a sus diferencias ideológicas y poco a poco van limando sus diferencias personales. En este sentido, si alguna conclusión cabe extraer de estas 13 historias de vida es que todos estos proyectos y personalidades son en efecto complementarios, y que hoy en día la libertad de los presos y la apertura política y económica (en general, se rechaza el modelo chino por engañoso e impracticable) son prioritarias para todo el mundo.
Desde Carlos A. Saladrigas, llegado a los EEUU durante la Operación Peter Pan, que apuesta por tomar la iniciativa y proseguir con el pragmatismo de los últimos años de Mas Canosa ("Todos los opositores han necesitado una palanca dentro del régimen"), hasta los más críticos con Payá, todos comparten el deseo de reconciliación nacional y de concordia tras la era de los hermanos Castro. Consenso Cubano, una organización que reúne a casi todos grupos radicados en Norteamérica, es buena prueba de ello.
En estos días, la UE debate el levantamiento de las sanciones impuestas al régimen castrista en 2003, que se hallan en suspenso en 2005. Esperemos que en el ánimo de los mandatarios europeos pesen más las justas exigencias de la disidencia que los mensajes equívocos de la dictadura castrista. Algunos han dado voz a los disidentes. Falta que otros les escuchen.
CARLES LLORENS Y CLÁUDIA PUJOL: DISIDENTES DE CUBA. LAS VOCES QUE CASTRO NO HA PODIDO SILENCIAR. Déria (Barcelona), 2008, 269 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234964
jueves, junio 19, 2008
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