jueves 8 de mayo de 2008
JORNADA MUNDIAL DE LAS COMUNICACIONES SOCIALES
¿Para qué tiene la Iglesia medios de comunicación?
Por José Francisco Serrano Oceja
La única Jornada anual que el Concilio Vaticano II instauró en la Iglesia es la dedicada a los medios de comunicación social. Quizá fuera la "mala" conciencia de los padres conciliares, que se habían dado cuenta de que el documento Inter Mirifica, la "cenicienta del Concilio" como le denomina el especialista Joaquín Luís Ortega, se quedaba corto para las expectativas que los medios de comunicación estaban generando.
Esta pasada semana hemos celebrado la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales y no han sido pocos los obispos que han publicado cartas pastorales sobre los medios de comunicación hoy en España, sobre los contenidos, sobre la verdad de los medios y en los medios. Aunque ya haya pasado, al menos aparentemente, la época en la que en la Iglesia se ponía en duda casi todo, también la existencia de los medios de propiedad eclesial, no es infrecuente que, como si fuera un ciclo de eterno retorno, haya quienes se pregunten por qué la Iglesia tiene medios de comunicación, para qué la Iglesia tiene medios de comunicación y cómo la Iglesia tiene medios de comunicación.
Desde la más elemental teoría de la comunicación, de la información y de la empresa comunicativa, habría que decir que la Iglesia es propietaria de medios ya que existen públicos a los que satisfacer necesidades informativas. El sistema de la comunicación está montado sobre las bases de una aparente libertad de mercado, principalmente en la prensa, y sobre el yugo de un intervencionismo estatal en la comunicación audiovisual impropio del tiempo presente. El Estado, por más que quiera revestirse de hada madrina y de ogro padrino, es hoy una de las más reales tentaciones para la libertad real de información. La Iglesia posee medios de comunicación porque tiene algo que decir y porque debe establecer las garantías y mecanismos por los cuales lo que tiene que decir llegue al público.
Toda información, y toda comunicación, es intencional. Toda comunicación implica una antropología, una concepción del hombre, objeto de la información, sujeto de la información, receptor de la información. La Iglesia, cuando articula mecanismos internos y externos de transmisión de su mensaje, lo hace para realizar un servicio al hombre y a la sociedad. Uno de los termómetros reales de la libertad religiosa en un país es la posibilidad de un ejercicio de libertad real de la Iglesia a la hora de poseer y de desarrollar medios de comunicación. Cuando en la historia de la tradición cristiana los fieles han articulado formas culturales de transmisión de la experiencia cristina lo han hecho siempre desde un ejercicio público de libertad y con un coste no pequeño para su libertad.
Lo que está hoy en juego en España respecto a los medios de comunicación de la Iglesia es la libertad para que la propuesta cristiana sea percibida racionalmente, con los criterios y formas de la racionalidad a la que está acostumbrado el ciudadano español. Un filósofo contemporáneo insiste en que el punto de vista característicamente moderno contempla el debate moral "en términos de una confrontación entre premisas morales incompatibles e inconmensurables y un compromiso moral concebido como expresión de una preferencia sin criterio entre tales premisas, un tipo de elección a la que no se le puede dar justificación moral alguna". En nuestro tiempo, lo políticamente correcto y no poca de la ideología dominante en los medios insiste en que no se puede ofrecer una justificación racional de los posicionamientos morales de las personas dado que uno de los fundamentos del pensar es que los fines propios de la vida humana, si es que existen, no son demostrables científicamente, razonablemente.
Las consecuencias de este diagnóstico son múltiples, tanto para la ordenación de las relaciones personales como para la posibilidad de una recepción del mensaje cristiano íntegramente, en plenitud. Si el Estado, si el Gobierno, se empeñan en cerrar un medio de comunicación de la Iglesia o en amordazar a sus profesionales, lo que están impidiendo es un ejercicio básico de libertad, que debe estar, cómo no, anclado en la verdad.
Benedicto XVI nos ha recordado, en su Mensaje anual para la Jornada de Comunicaciones Sociales, que "iluminar las conciencias de los individuos y ayudar a formar su pensamiento nunca es una tarea neutral. La comunicación auténtica demanda valor y decisión radicales. Requiere la determinación de aquellos que trabajan en los medios para no debilitarse bajo el peso de tanta información ni para conformarse con verdades parciales o provisionales. Por el contrario, requiere tanto la búsqueda como la transmisión de lo que es el sentido y el fundamento último de la existencia humana, personal y social. De esta forma, los medios pueden contribuir constructivamente a la propagación de todo lo que es bueno y verdadero".
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234688
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