viernes 2 de mayo de 2008
NAVEGANDO POR EL MAR DEL VINO
Los orígenes de Occidente
Por Gorka Echevarría Zubeldia
En principio, cualquier proyecto de divulgación cultural ha de ser bien recibido, sobre todo cuando, por lo que parece, son más los jóvenes que conocen a Cantizano que los que saben quién fue Cervantes. A este paso, los que sepan algo de historia, política y filosofía van a ser tan pocos que les resultará prácticamente imposible mantener una conversación medio interesante y profunda.
Thomas Cahill parece no desesperarse. Probablemente se deba a que es norteamericano, y el optimismo es una de esas cualidades que podríamos considerar consustanciales a ese pueblo. Aunque también hay que tener en cuenta el éxito de su serie Los goznes de la historia, que le ha venido a confirmar que todavía hay gente que sabe que los griegos son importantes. Y los irlandeses. Y los judíos.
Quedémonos aquí con los griegos, pues son ellos los protagonistas de Navegando por el mar del vino. Si queremos comprender por qué son importantes para nosotros, "debemos comprender la variedad vocacional de sus respuestas humanas", escribe Cahill. Y añade: "No hubo nada en donde los griegos no metieran la nariz, ninguna experiencia que no quisieran enfrentar, ningún problema que no hayan intentado resolver".
Cuando el mundo aún era joven, salieron con la primera luz de la mañana y regresaron temprano del ágora, los brazos llenos y sus carros cargados con todas las mercancías, locales o extranjeras, naturales o artificiales, a las que pudieran echarle mano".La primera argumentación relativa a la existencia de Dios se la debemos a Aristóteles: si todo cambio tiene una causa, decía el Estagirita, tendrá que haber una causa sin causa que cause todo lo demás. El discípulo de Platón articuló asimismo los principios de la lógica, lo cual contribuyó, "más que cualquier otra influencia particular", afirma Cahill, al pensamiento europeo.
Aristóteles cometió errores de hondo calado, que llevaron a Galileo a criticar su visión cosmológica y a enfrentarse a la Iglesia, que defendía las posiciones del griego; pero también cuenta en su haber con aciertos que Cahill no le reconoce, como la defensa de la propiedad privada, sin duda una de las instituciones clave de la civilización occidental. Aristóteles vio perfectamente que la propiedad privada es "mucho más productiva" que la colectiva y que, por eso, "facilita el progreso", ya que "uno presta el mayor interés y cuidado a lo que es de su exclusiva propiedad". Desgraciadamente, Cahill también se olvida de mencionar a Epicuro; pero es probable que se deba a la dificultad de dar cuenta de todo en pocas páginas.
En el campo de la historiografía, nuestro autor hace referencia a Tucídides y a Heterodoto. Al primero se le atribuye esta cita sobre uno de los temas que más preocuparon a los griegos, la guerra:
Los hombres van a la guerra por honor, temor e interés.En el caso de Esparta, últimamente de moda por la película de Frank Miller 300, la obsesión por la guerra era tal, que los niños eran sacados de casa a los siete años para ser adiestrados en la lucha. En cambio, en Atenas regían otros valores. Fue en ésta donde floreció la creatividad intelectual y se dio importancia a los logros individuales.
Mientras Atenas vivió en democracia, la sociedad procuró vivir en armonía. Su insistencia en la sobriedad, el equilibrio, la modestia e incluso la resignación, probablemente fueran las claves de tal éxito. Este espíritu de convivencia fue lo que, siglos después, rescatarían los renacentistas, dando lugar a una Ilustración que, salvo por la penosa experiencia francesa de la guillotina y el socialismo, permitió avanzar hacia cotas mayores de libertad y de separación entre la Iglesia y el Estado.
Los griegos también destacaron en el arte, como sabe de sobra quien haya contemplado el Discóbolo de Mirón, la Afrodita de Praxíteles o el Apolo de Belvedere; quien no lo haya hecho tendrá ocasión de hacerlo en estas páginas, ilustradas con unas interesantes imágenes.
Cahill consigue recrear esa atmósfera de penetración y perfección presente en el mejor arte griego, al tiempo que narra con amenidad la historia del mundo occidental. La suya es una búsqueda sin fin que no puede detenerse en un solo libro, ni siquiera en una serie tan necesaria como la que la editorial Verticales de Bolsillo está publicando en español.
THOMAS CAHILL: NAVEGANDO POR EL MAR DEL VINO. POR QUÉ LOS GRIEGOS SON IMPORTANTES. Verticales de Bolsillo (Barcelona), 2008, 322 páginas.
http://libros.libertaddigital.com/articulo.php/1276234661
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