viernes 2 de mayo de 2008
El PP, entre la derrota y la crisis
GERMÁN YANKE
¿Cuál es la causa de la crisis (en este caso no se la puede llamar desaceleración) del PP? ¿El resultado electoral o la gestión posterior al mazazo del 9 de marzo? ¿Es el líder que, como algunos de sus adversarios dicen, no es capaz de ganar las elecciones? ¿Se trata del efecto perturbador de los desleales levantados en armas? ¿O de todo ello junto?
Si el resultado de las últimas elecciones fue un fracaso, como realmente fue, no se debió al escaso apoyo recibido, sino a que fue insuficiente y lo fue en unas circunstancias muy particulares. Se ganaron votos, algunos de ellos en ese espacio que se denomina «centro», se mejoraron posiciones en algunos lugares y se sostuvieron amplias mayorías en otros, incluso algunos escaños se dejaron de obtener por unos cientos de papeletas. Quiere esto decir que el PP podría haber ganado los comicios, no era un imposible. Las cifras podrían producir desazón, pero no parecen justificar una crisis como la que hoy padece.
Pero el fracaso de la insuficiencia no es menos importante, porque el electorado tiende al centro y las actitudes de la derecha durante la legislatura anterior, más contundente que inteligente, con la voz secuestrada tan a menudo por unos cuantos agitadores, no ha logrado el objetivo, que era ganar. Y para el PP, además, parecía ser ganar a quienes consideraba unos incompetentes. El análisis inicial de Rajoy obviaba esta realidad, todo parecía haberse hecho bien y el único fallo eran «los resultados». Así que a trabajar más, les dijo a los miembros de la Junta Directiva en un tono que, además de ofensivo para muchos, se alejaba de la realidad. El PP había perdido porque, a pesar del trabajo de muchos militantes y dirigentes, unos pocos habían errado en la estrategia y el discurso. Si el PSOE ha ganado, vinieron a insistir en Génova, es porque ha acaparado los votos radicales y nacionalistas. Otro error de percepción: más bien el electorado se ha desplazado hacia zonas más templadas y el PP no ha sabido moverse en el sector que le podía ser más favorable.
Este desconcierto -y el consiguiente descontrol- es aplicable a muchos pero principalmente a Rajoy, que tenía que haber sido el primero en preguntarse qué había pasado. Como no lo hizo, le salieron los adversarios internos planteando esa reflexión como la disculpa formal que arropaba las críticas a su liderazgo, el funcionamiento del partido, la renovación entendida como la sustitución de unos por los que la planteaban, que sí se sentían capaces de ganar las elecciones. Como tampoco acertó en los primeros nombramientos en el grupo parlamentario, ofreció a los que querían sustituirle dos flancos para los ataques. Como querían sustituirle ya desde antes de las elecciones y como el resultado no puede interpretarse como un rechazo general a Rajoy, habrá que convenir, para empezar, que sí es causa de las turbulencias actuales la gestión posterior a los comicios.
Lo curioso de todo ello es que los que se presentan ahora como adalides de la reflexión sobre la derrota y del debate de ideas son, en un altísimo porcentaje, responsables directos de no haber ganado las elecciones. Todos estos grupos enhebrados en torno a Zaplana, Aguirre, el secretario de organización apoyado por Acebes, etc. y sus antenas mediáticas no podrán decir sin mentir que Rajoy es el impulsor y el fundamento intelectual de una acción política durante cuatro años presidida por el exceso y la falta de moderación. Pero sí tendrán que aceptar, aunque les pese, que han sido ellos los que han llevado a su jefe y a su partido a ese terreno. Y que así ha sido visto por esa parte decisiva del electorado que no les dio su apoyo.
Si Rajoy no es el candidato para ganar en 2012 no se deberá a los resultados de 2008, sino a no acertar, a partir de ahora, en el diseño de una alternativa atractiva y poderosa en ideas y nombres. Es más, la paradoja es que, a día de hoy, es más capaz de ganarlas que cualquiera de los que se le enfrentan y quieren minar sus posibilidades. Quizá el único político del PP en activo que puede hacerle sombra es Ruiz Gallardón, que tendría más complicada la nominación interna, pero que revela el tipo de equipo y discurso que Rajoy precisa.
Puede éste confiarlo todo al paso del tiempo o rodearse, vista la actitud de los que le llevaron al fracaso, de quienes debe, aunque algunos sean más brillantes. Es decir, puede elegir entre terminar su carrera política en pocos años o demostrar que no era él, personalmente, la causa de la derrota.
http://www.abc.es/20080502/opinion-firmas/entre-derrota-crisis_200805020259.html
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