martes 4 de marzo de 2008
‘Chesil Beach’
Daniel Martín
Sueño a menudo con la posibilidad de haber nacido en el siglo XIX y esperar, semanalmente, la nueva entrega de las novelas de Dickens, George Eliot o Thackeray en Inglaterra, Victor Hugo, Balzac o Flaubert en Francia, Tolstoi, Dostoievski o Turgueniev en Rusia, Galdós, Emilia Pardo Bazán o Pedro Antonio de Alarcón en España. En literatura, como en pintura y en música, el XIX es el siglo de oro, con el permiso de Shakespeare y Cervantes. Pero si tenemos en cuenta que la versión definitiva de la segunda parte del Fausto de Goethe se publicó en 1832...
Hablo de esto porque actualmente no existen muchos grandes escritores de los que esperar una nueva obra y salir siempre satisfecho. Vikram Seth y Allan Gurganus publican de pascuas a ramos y, entre mis favoritos, como William Boyd o Richard Ford, hay gran irregularidad en la calidad de sus trabajos. Pero entonces aparece Ian McEwan, y nos regala tres novelas perfectas en poco menos de cinco años.
Primero fue Expiación, ahora conocida porque se la cargaron cuando la llevaron al cine. Luego vino Sábado, el retrato de los miedos y peligros del hombre post-11S. Y ahora acaba de llegar a España Chesil Beach, una novela corta, una obra madura, impecable, maravillosamente narrativa y lírica, una joya de un inglés inmaculado que no ha sido bien traducida al castellano.
Da igual. En Chesil Beach el escritor británico cuenta, simple y llanamente, la noche de bodas de una pareja de la Inglaterra de 1962, justo antes del despertar sexual de los 60. Los dos jóvenes, timoratos, ignorantes e intimidados por el sexo, intentan consumar su matrimonio en una escena detallada y minuciosa que ahonda en las almas de los dos personajes hasta dejarlas completamente desnudas. Son dos personas de carne y hueso, lo que les ocurre más real que la vida misma. Buena literatura que se sumerge en lo que era ser recién casado hace más de cuarenta años para así reflejar las enormes diferencias que existen entre nuestro mundo libérrimo y la puritana sociedad de aquella época.
Pocas veces se han descrito y desarrollado tan bien dos personajes como en Chesil Beach. Unos personajes tan profundos —y no redondos, como dicen los libros de texto de Lengua y Literatura de la ESO— no nacían en Europa desde que Dostoievski, Tolstoi y Chejov nos enseñaron sus respectivos caminos hacia la genialidad. Y lo mejor es que McEwan usa sus actos, pensamientos y miedos para contarnos cómo son sin perderse en disquisiciones que interrumpan la enorme tensión dramática que respira todo el relato.
Además, de forma increíble en una novela tan corta y concisa, McEwan suelta algunas opiniones, siempre en mente de sus personajes, que critican los errores de la época. Especialmente lúcidas son las palabras de la madre de la protagonista cuando critica la Unión Soviética, palabras que, aunque parezca mentira, chocaban en la época con la condescendencia con la que Occidente trataba a la dictadura comunista —¿no recuerda eso a otros casos del XXI: Irán, Arabia Saudí, China, Venezuela, Cuba, Rusia, etc.?—:
“La Unión Soviética era una tiranía cínica, un Estado cruel y desalmado, responsable de un genocidio que incluso superaba al de la Alemania nazi y de una inmensa, difícilmente comprensible, red de campos de concentración para presos políticos. [...] Los juicios-espectáculo, la censura, la ausencia del imperio de la ley. La Unión Soviética había pisoteado la dignidad humana y los derechos más básicos, era una agobiante fuerza de ocupación de los países vecinos y era, por credo, expansionista y debía ser rechazada de la misma manera que Hitler lo había sido”.
Mi mala traducción no hace justicia del inglés de McEwan. Pero la idea creo que se entiende. Cuando la buena narrativa se mezcla con ideas fuertes que nos recuerdan quiénes somos —concepto que, trágicamente, se va debilitando mediante el olvido y la permisividad ante los valores externos más rechazables— y se hace desde la independencia y la calidad literaria, entonces estamos ante un monstruo de la literatura. Léanse los nombres del primer párrafo y algo así es lo que, ya, me parece Ian McEwan, un escritor que no para de crecer y deleitar a su público.
P.S.: Richard Ford publicó en el 2006 The lay of the land, la novela que cierra su trilogía sobre Frank Bascombe. La novela es mejor aún que El periodista deportivo o Día de la independencia. ¿Dónde está? ¿Cuándo va a llegar a España? ¿Tiene sentido traducir a toda prisa, y mal, Chesil Beach, y dar tanto tiempo a otras novelas también esperadas? El mercado editorial español, perdido en Follets, Potters y templarios, cada día es más pobre, previsible y cansino.
dmago2003@yahoo.es
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=04/03/2008&name=martin
martes, marzo 04, 2008
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