domingo, diciembre 03, 2006

German Yanke, La verdad de la otra tregua

domingo 3 de diciembre de 2006
La verdad de la otra tregua
POR GERMÁN YANKE
Andamos ahora a vueltas con la tregua que ETA anunció en septiembre de 1998, cuando gobernaba el Partido Popular. Quizá la primera característica a subrayar es que el Gobierno se sorprendió. Sin duda sabía, si no el contenido exacto, sí que en los meses precedentes se habían celebrado reuniones entre la banda terrorista, el PNV y EA que terminaron formalizándose en un documento firmado en agosto. En él se acordaba la declaración de un «alto el fuego indefinido», aunque se concretaba secretamente en cuatro meses, y la voluntad de los nacionalistas vascos de toda tendencia de «emprender una nueva época respecto al conflicto con España».
Pacto a la irlandesa
El 12 de septiembre, además, se firmó la Declaración de Estella, elaborada previamente y a la que Izquierda Unida y otras 19 organizaciones sólo pudieron sumarse, no negociar. Este famoso pacto aseguraba basarse en la experiencia irlandesa y proponía un diálogo sin límites en dos fases. Se pedía -también Herri Batasuna- una «tregua permanente» a ETA condicionada a la negociación de «la territorialidad, el sujeto de decisión y la soberanía política». Era lógico que cuatro días después se anunciara una «tregua indefinida» como escenario, según el comunicado de la banda, para abandonar la vía autonomista e iniciar, dado el giro de PNV, EA y el sindicato ELA, un camino «para avanzar hacia la soberanía». Era lógico pero, el día de la Declaración de Lizarra, el presidente Aznar iniciaba, con una jornada turística, un viaje a algunos países americanos y la tregua le cogió en Lima. Tuvo que adelantar el regreso.
Lo que resultaba evidente, tanto por la trama de negociaciones como por la escenificación, es que la tregua era una concesión de ETA a los partidos nacionalistas vascos como contrapartida -temporal y condicionada- a un cambio de estrategia que incluyera las demandas de la banda. El Gobierno, aparentemente, se sorprendió y, desde luego, no mostró entusiasmo. José María Aznar, desde Perú, pidió hechos y no declaraciones para dar por bueno el alto el fuego y contemplar «las nuevas posibilidades». La misma tarde del anuncio, incluso antes de que fuera oficial, el ministro del Interior, Jaime Mayor Oreja, se refirió a ella con una fórmula que hizo fortuna, la «tregua trampa». Joaquín Almunia, líder de la Oposición, exigió también la consolidación de la tregua y, como ya antes el secretario de los socialistas vascos, Nicolás Redondo, había censurado el Pacto de Estella y defendido el de Ajuria Enea, el PSOE pidió al Gobierno que encabezara una «actitud unitaria» de quienes defendían la paz y la Constitución.
Política de acoso
En su comunicado, además, como ya había ocurrido en sus acuerdos con los nacionalistas vascos, ETA señalaba que mantendría «las tareas habituales de suministro, mantenimiento de las estructuras y su derecho de defensa en hipotéticos enfrentamientos». No hay duda, asimismo, que el Gobierno mantuvo la política de acoso policial a la banda: el PP con motivo de la polémica suscitada por el PSOE sobre su actitud en aquellos meses, ha subrayado 45 detenciones de terroristas mientras la tregua estuvo vigente (25 en España y 17 en Francia) y tres expulsiones desde México, entre ellos dirigentes del máximo nivel.
Entusiasmo nacionalista
Pero, por encima o por debajo de la intencionalidad política de la misma, la tregua, naturalmente acogida con entusiasmo por los nacionalistas, parecía seguir adelante y es indudable que una corriente de esperanza atravesó el País Vasco. A finales de octubre, un terrorista encapuchado entrevistado por la BBC señalaba que, si no se llegaba a una solución, la generación siguiente tendría que inventar otra ETA, lo que, en aquel ambiente de optimismo, se interpretó como que los miembros de la banda en aquel momento no volverían a tomar las armas. En las elecciones del 25 de octubre, HB se había mudado en Euskal Herritarrok y se valoraba, además de su éxito, su discurso «moderado». Fue precisamente pocos días después, el 3 de noviembre, cuando el presidente Aznar anunció los contactos con la banda para «acreditar» la voluntad de ETA de abandonar definitivamente la violencia y utilizó una expresión que le ha perseguido hasta ahora: «Movimiento Vasco de Liberación Nacional».
«Paz por presos»
La reunión se celebró en Zúrich el 19 de mayo de 1999. Por parte de ETA estuvieron Mikel Albizu, Vicente Goikoetxea y Belén González Peñalba, que elaboró un acta de la misma que fue publicada posteriormente en el diario «Gara». González Peñalba, por cierto, fue detenida posteriormente, con la tregua aún en vigor. Por parte del Gobierno, Javier Zarzalejos, Ricardo Martí Fluxá y Pedro Arriola, que no tenía ningún cargo público, al parecer como asesor de Aznar. Como moderador, el obispo Uriarte. El acta de González Peñalba incluye comentarios al menos paradójicos de algunos de los representantes gubernamentales que ya antes se habían reunido en Burgos con dirigentes de HB. Pero no se puede deducir de la misma que se tratara propiamente de una negociación. Sí se habló de «paz por presos», algo a lo que se refirió el presidente Aznar cuando confirmó la reunión a comienzos de junio negando cualquier concesión política. Y el acercamiento de presos al País Vasco se produjo, con graves discrepancias en el Gobierno, en septiembre de ese mismo año, afectando a 105 reclusos.
Es difícil saber por qué Aznar habló en noviembre de Movimiento Vasco de Liberación Nacional pero él mismo ha señalado que las reuniones citadas y el acercamiento se consideraron gestos sin negociación política alguna para que nadie pudiera decir que, si la tregua fracasaba, era por la inacción del Ejecutivo. Sí se puede confirmar que la comunicación del Gobierno al PSOE, sobre todos estos pasos, fue fluida y, aunque no faltaron las críticas de la Oposición, tampoco se puede afirmar que tuvieran un tono de excesiva beligerancia.
El fin de la tregua
La propia ETA no debió ver voluntad negociadora en el Gobierno y volvió a plantear en agosto lo que ya estaba en la declaración de tregua: un llamamiento -en este caso una queja- al Partido Nacionalista Vasco porque, según un nuevo comunicado, quería mantener un proceso de paz «podrido». Y recuerda que la tregua no tenía por objeto considerar las posiciones del Partido Popular y del PSOE, sino de los que habían apostado por «un nuevo marco jurídico-político».
El asunto no dio para más. El 28 de noviembre ETA anunciaba el fin de la tregua a partir del 3 de diciembre de 1999. Casi 1000 kilos de explosivos son interceptados por la Policía poco antes de Navidad y el 21 de enero, en Madrid, la banda asesina con un coche bomba al teniente coronel Pedro Antonio Blanco. Otra vez la ETA.

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